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Aún quedaban más de veinte minutos para que los alumnos del colegio Salesianos, a la altura del número 73 de General Dávila, salieran de clase el miércoles al mediodía, pero el caos ya se había formado en la carretera: coches en doble fila, pitidos, autobuses ... que no pueden ni dejar ni recoger pasajeros en las paradas... «Esto es horrible, así todos los días, menos mal que yo vengo andando», comentaba Marta, una de las madres que esperaba en la puerta del centro para recoger a su hijo: «Poco pasa para la que se lía aquí». Una situación muy similar se produce a diario en el colegio Mercedes –las Mercedarias–, también en General Dávila. Aquí el follón circulatorio «desespera» igualmente a los conductores que tienen que atravesar este largo paseo para ir a trabajar a primera hora de la mañana o para volver a casa, al mediodía.
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Un problema que no es nuevo y que se repite en otros centros educativos de Santander, despertando también la preocupación de las comunidades educativas, que llevan años reclamando soluciones a la «inseguridad vial» a las puertas del colegio. Precisamente buscan evitar episodios como el que se produjo hace un año y medio frente al colegio Cabo Mayor, en La Pereda, donde un coche atropelló a un menor. El Diario Montañés ha recorrido los principales colegios en los que existe esta problemática, a la entrada y salida de clase: muchos coches y poco control.
Una de las paradas obligatorias es el colegio de los Escolapios, en el paseo de Canalejas, en donde uno de los carriles literalmente desaparece mientras muchas familias esperan, aparcadas en doble fila, a que los alumnos salgan del centro. Otras acuden andando, por lo que esperan directamente en la puerta. La tensión aumenta cuando los conductores discuten por la dificultad que tienen para atravesar la calle y más aún –si cabe– cuando el autobús municipal de la línea 12 trata de detenerse en la parada, muy próxima al colegio. A regañadientes, se baja del bus Martina Calvo, que vive en esta zona, y que se encuentra con este «percal todos los días». «Hay veces que el conductor del bus nos dice que es imposible parar por los coches mal aparcados. No puede ser», argumenta.
El problema no es siempre el mismo. Varía dependiendo de la ubicación del centro educativo. Por ejemplo, en el Castroverde, en el barrio de Tetuán, donde el caos tiene más que ver con el mal estacionamiento de los vehículos. Aunque no congestionan el tráfico de la calle, que es muy estrecha, estacionan en medio de la acera y del carril bici, dificultando el paso tanto de paseantes como ciclistas. «Esto es siempre en hora punta. El resto del día no es tan exagerado, pero no deberíamos pagar las consecuencias los vecinos. Además, mucha gente cruza en bici por el túnel de Tetuán desde que se inauguró de nuevo», comentaba un grupo de residentes de la zona.
Desde el Ayuntamiento de Santander no son ajenos a esta problemática. De hecho, el equipo de gobierno ha manifestado en diferentes ocasiones que su «prioridad» es promover caminos escolares «para facilitar que los niños vayan a pie, en bicicleta y de manera autónoma a sus centros educativos a través de rutas seguras». Sin embargo, parece que estos caminos no terminan de llegar. Según explican fuentes municipales, se efectúan en tono a 700 controles de seguridad en los colegios cada año –entradas, salida y vigilancia–. Lo que pretenden, explican, es «garantizar» la seguridad de los estudiantes que acceden a sus centros educativos y mejorar la fluidez del tráfico, «denunciándose las conductas que se consideran como abusivas por parte de los conductores». Aun así, desde el Consistorio son conscientes de que es complicado llegar a todos. «Al haber en torno a sesenta centros educativos en la ciudad, no es posible la presencia policial en todos ellos a los horarios de entrada y salida. Por ello apelamos al civismo y la colaboración de todos para tratar de minimizar esta situación», explican.
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