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ÁNGELA CASADO
Domingo, 7 de agosto 2022, 07:37
En la calle Isabel II, desde Calvo Sotelo hasta el Mercado de la Esperanza, hay poco más de cien metros de calzada. Y una mañana cualquiera -en concreto, este jueves- es más que habitual tardar diez minutos en recorrerlos. No solo por los semáforos que controlan el tráfico, sino por el enorme volumen de vehículos que tratan de atravesarla constantemente sumado a los conductores que dejan furgonetas y coches en doble fila, ya sea para descargar mercancía o para hacer recados. Las carreteras del centro están este verano más saturadas de lo normal, pues a vecinos y trabajadores se suman los visitantes. En cualquier calle céntrica es más fácil toparse con un coche mal aparcado que encontrarla despejada. Además, no es habitual ver a agentes de Policía controlando el tráfico.
Ocurre en el Paseo de Pereda, Lealtad, Guevara, San Fernando... Pero también en otras calles menos céntricas como Calderón de la Barca, la calle Alta o en el acceso al recinto de La Magdalena. Pocas se libran de los coches en doble fila. Desde el Palacio de Festivales hasta la rotonda de la bandera de España, en Castelar, el tráfico suele ser más fluido. Pero de ahí al Ayuntamiento de Santander el asunto se complica. La primera razón es clara: desde 2017 tiene un carril menos destinado al tráfico porque el más cercano a la acera es desde entonces un carril bus. Aunque el metroTUS se eliminó, este carril sigue siendo de uso exclusivo para el transporte público y las motos. Por mucho que su retirada sea parte del pacto entre PP y Cs -a petición de estos últimos-, los populares no dan su brazo a torcer.
Y en estos meses de verano, con el aumento de población debido a los visitantes, el problema en este vial se recrudece. Es habitual ver furgonetas de carga y descarga en segunda fila, pero también coches particulares que cargan maletas. Se colocan, además, en el carril bus, pues es el más cercano a la acera. Así que, cuando un vehículo necesita girar a la derecha, suele encontrarse con obstáculos y muchas veces tiene que quedarse parado a la espera de que el tráfico se descongestione. Otro ejemplo. Al acceder a Isabel II desde Calvo Sotelo, en ese giro, muchos coches se ven obligados a parar. Algunos, tras un par de minutos de espera, cambian de opinión y giran para continuar hacia Jesús de Monasterio con la esperanza de encontrar un camino alternativo despejado.
Un poco más arriba, donde Isabel II se une con la calle del Cubo, el jaleo continúa. Allí convergen con los que llegan desde la plaza de la Esperanza y, un poco más adelante, con los que bajan desde Francisco de Quevedo hacia Rualasal. Este jueves, debido al lío montado, un agente de Movilidad trataba de poner orden dando prioridad a unos y a otros. Y a pesar de la presencia policial, había más de un vehículo en segunda fila, sobre todo repartidores y también 'riders' a la espera de llevar comida a domicilio.
En la calle Guevara, más de lo mismo. Los camiones y furgonetas en segunda fila invaden uno de los carriles y obligan al resto del tráfico a utilizar solo uno, especialmente en el tramo más cercano a Cervantes. En esa zona, también se juntan los vehículos que traen la mercancía al mercado de la Esperanza. Otra zona donde la doble fila provoca el caos es San Fernando y Vargas. Calles que ya de por sí están bastante saturadas y en las que, cada vez que un vehículo se detiene, provoca retenciones porque todos los que vienen detrás tienen que incorporarse al otro carril.
Un clásico de los atascos y la doble fila es Castilla-Hermida. Con tres carriles cada una, el más usado por los coches es el del centro, pues en los otros dos proliferan las paradas en medio de la calzada. Allí paran tanto particulares para hacer recados -hay muchos comercios- como repartidores -por la misma razón-. Además, ambas calles tienen paradas de autobús. Para evitar obstáculos, la mayoría de conductores prefiere ir directamente por el carril central, al que se van incorporando aquellos que tratan de superar a los que están en segunda fila acrecentando aún más el atasco. También junto a la estación de autobuses, en Calderón de la Barca, es recurrente la presencia de vehículos parados en medio del carril.
Por supuesto, las calles más próximas a las playas se saturan estos meses. Cuanto mejor tiempo hace, más lío. Y si ya se une con más eventos, peor, como en el caso de La Magdalena. Estos últimos días, los camiones del festival Santander Music, junto a los taxis que suben al Palacio para las actividades de la UIMP y los padres que van a dejar a sus hijos al Tenis, han generado bastante caos.
Donde el verano afecta al revés que en el resto de la ciudad es en General Dávila. Esta es una de las calles que más se satura durante gran parte del año y, sin embargo, en verano es bastante más fluida. En ese vial hay varios colegios y, durante el curso, a primera hora de la mañana y al mediodía, se llenan de padres que esperan a sus hijos con los coches aparcados en segunda fila.
Aparte de las molestias que acarrea a conductores y vecinos la saturación del tráfico, otro problema se deriva de la dependencia del vehículo para moverse por Santander. Y quedan cinco meses para que sea obligatorio delimitar las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Por normativa europea, todas las ciudades de más de 50.000 habitantes tendrán que restringir el tráfico. En concreto, el acceso de los vehículos más contaminantes. El Ayuntamiento licitó en junio el despliegue de sensores con los que avanzará en la definición de la ZBE: 40 sensores de ruido, 10 estaciones para medir la calidad del aire y 464 sensores de aparcamiento. Una vez determinadas qué áreas son las más contaminadas, tendrá que decidir qué perímetro cierra y qué soluciones da a aquellos que cada día entran a la ciudad. Ya trabajan en el aparcamiento subterráneo de El Sardinero y sigue en el aire la construcción del aparcamiento disuasorio de La Marga, ya que la Autoridad Portuaria lleva meses dándoles largas -y los terrenos elegidos le pertenecen-.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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