«Estas cartas servirán para que nuestros hermanos pequeños puedan disfrutar del pabellón»

Las reflexiones se canalizaban en voz alta pero se disfrutaban en silencio, por dentro, sonriendo al ver la fotografía de sus cartas enmarcada en la página 10. Siguiendo con el dedo cada palabra escrita sobre su colegio, buscando su nombre en la sección de cartas al director y dándose codazos entre risas nerviosas por la presencia de los periodistas en su aula.

La visita de este periódico ayer, a primera hora de la mañana, en el Marqués de Estella es la consecuencia del esfuerzo de los menores por mejorar las cosas, porque pase lo que pase con su polideportivo, ellos ya han aprendido algo: «Gracias a que hemos escrito las cartas, la gente se ha enterado del estado del pabellón». La maestra del aula hace otra lectura: «Hemos conseguido un doble objetivo. Estudiar la estructura de la carta y reclamar, una vez más, lo que merecen».

Es verdad que los niños no entienden la burocracia que lleva la licitación de una obra, tal y como dijo ayer la alcaldesa de Santander, Gema Igual, pero saben muy bien, porque lo han hablado en casa y en clase, que sus hermanos mayores también sufrieron las consecuencias del mal estado del pabellón. Son muy conscientes de que las reclamaciones que hoy lideran las iniciaron otros. Antiguos alumnos que abandonaron el cole y ya van al instituto. De ahí, la inteligente y solidaria advertencia que uno de los alumnos de 6º, Pablo, hizo ayer en voz alta: «Estas cartas servirán para que nuestros hermanos pequeños puedan disfrutarlo».

La alcaldesa se mostró ayer «extrañada por la movilización en masa» de los menores del CEIP Marqués de Estella y aseguró que «no hemos tenido oportunidad de explicarnos» ante los escolares y ni ante el propio centro. Los niños, que no mienten a no ser que tengan un buen motivo, han contado a este periódico que no es la primera vez que redactan cartas de su puño y letra describiendo las deficiencias de su polideportivo. Durante el pasado curso mandaron otro sobre, como el que ha recibido hace unos días este periódico, al Ayuntamiento de Santander. ¿Qué ponía en el remitente? «Para la alcaldesa». Quizá el culpable de que no haya llegado el sobre a su destinatario es el papeleo al que hacía mención Gema Igual.

Las cartas enviadas al director de este periódico, Íñigo Noriega, son solo una de las múltiples iniciativas y reclamos que este centro educativo de Peñacastillo lleva haciendo desde hace 14 años. Se han celebrado marchas ciclistas por los alrededores del colegio, han plasmado sus manos en un gran mural que hoy oculta las humedades y vergüenzas de las paredes del pabellón y, en definitiva, se ha solicitado la reforma desde el año 2009, cuando Carmelo Rivero, anterior director del centro, asumió el cargo.

Aunque hoy el cole haya salido en el periódico y los chavales estén revolucionados, tienen que atender a sus responsabilidades. A primera hora hay clase de Educación Física en el pabellón que sale en la portada de El Diario Montañés.

Los alumnos de sexto de Primaria están jugando a 'la muralla china' entre trece cubos de agua y cuatro conos. El profesor, Ino Palacio, ya ha hecho su trabajo, el que le corresponde como docente y el que ejecuta de forma casi mecánica cada mañana de lluvia: coger la fregona, limpiar el suelo y vaciar y colocar los cubos donde hay goteras. Para ir a tiro hecho y no perder más tiempo de clase, hay dibujados trece círculos con rotulador permanente en el suelo. Cada cubo, alguno con capacidad hasta para 60 litros, va colocado en uno de ellos. Así los alumnos también saben dónde ponerlos en caso de que se muevan.

Como si fuera el vigilante de una piscina, Palacio pide a sus alumnos que no entren corriendo al pabellón hasta que no esté acondicionado el suelo para entrenar. «Mientras calientan me tengo que dedicar a limitar el peligro para después decirles por dónde pueden y no pueden pasar para que no resbalen. Trabajar en estas condiciones es surrealista», señala este profesor de Educación Fisica que lleva 12 años en el centro. «Los primeros seis venían a arreglar el techo, ponían un poco de silicona en las grietas. Los seis últimos, no ha venido nadie. ¿Para qué? Esto no tiene arreglo...», lamenta.

Tan descuidado está el pabellón que además de goteras, humedades, grietas y un tejado sin canalizar también tienen nidos de golondrinas. Parece gracioso, pero cuando se trata del bienestar de los escolares no hay lugar para chistes.