Casa Maestro busca relevo para su negocio

Javier e Isabel sonríen entre estanterías repletas de tarros llenos de nueces, almendras, pistachos, avellanas, caramelos, fruta deshidratada, mandarinas en almíbar, naranja, calabaza o relleno del panetone. Su secreto para el éxito es «la alta calidad de la materia prima. El comercio pequeño si no ofrece alta calidad, tiene que cerrar», afirman. Por eso, se han rodeado de «los mejores proveedores». Muchos de ellos catalanes o franceses, de donde vienen los frutos secos, los macarons o el chocolate. «Trabajamos desde hace tres décadas con los mismos, sin cambiar. Es una relación familiar».

El motivo del final de su etapa al frente del negocio no es la caída de la rentabilidad, aseguran, pues, «al contrario, mejoramos cada año. El consumo de los frutos secos ha subido mucho en la última década porque se ha descubierto que es un nutriente muy saludable». Respecto al otro gran reclamo, la venta de las materias primas para elaborar postres, aseguran que «la repostería casera también está en auge. Hacer mazapán o polvorones en casa es más sencillo que preparar una tortilla francesa y la tarta de Santiago también lo es», apunta el matrimonio.

«¿Sabías que el chocolate puede estar mezclado con harina? Nosotros aquí vendemos todo puro. Prueba tú misma», invita Javier. «Una parte muy importante de nuestro negocio es no escatimar en nuestro producto, por eso vienen de todas partes de Cantabria, Reinosa, Laredo, Santoña... sobre todo en Navidad, que trabajamos cinco personas para gestionar la colas que se forman». Cada mañana tuestan el fruto seco y hacen cribado, es decir, que ellos mismos seleccionan cada uno. «Como se hacía antiguamente con las lentejas. Apartamos los que están mal para que sea un producto superior», indican.

Además de tostar, muelen el fruto seco y preparan las bolsas para hacer las tartas y los mazapanes. «Lo más gratificante de este negocio ha sido nuestra clientela, tan fiel que sentimos que somos familia», aseguran.

«Los frutos secos los compramos en Reus, donde los agricultores realizan subasta diaria, como en Cantabria se hace para el pescado. Traemos el mejor género, las almendras de Marcona. Lo tostamos poco para que no pierda las propiedades durante tres horas con poco calor. Todo lo hacemos con mucho mimo para que no se pierda esa calidad, que nos da la fidelidad de los clientes», destaca Javier, que ya sueña con dar largos paseos por Santander y la provincia junto a Isabel y disfrutar de sus nietos. Antes de hacerlo, el matrimonio se compromete a transmitir sus conocimientos al siguiente: «Nosotros enseñaremos personalmente a quienes vengan a reemplazarnos y les dejaremos nuestros proveedores. Estamos muy bien valorados por nuestra clientela. Se trata de un negocio sencillo y rentable, donde hay que minimizar los gastos», aseguran.