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Álvaro Machín
Santander
Domingo, 14 de julio 2019, 07:44
Fue en un acto reciente organizado por El Diario Montañés. Un coloquio titulado 'Verano en la mesa en Cantabria' –un juego de palabras vinculado al nombre del suplemento de gastronomía de este periódico, 'Cantabria en la mesa'–. Entre los invitados estaba Emérito ... Astuy, responsable del hotel que lleva el apellido familiar en Isla y expresidente de los hosteleros de la región. «El primer año que lo montamos mandamos una carta a casi mil establecimientos de Santander. A la reunión se presentaron cinco, y tres eran de la junta directiva. Cuando lo pusimos en marcha tuvimos que tratar de convencerles personalmente. Algunos me decían 'bueno, nos pagará el Ayuntamiento, ¿no?'. Cuando se montó y se vio el éxito, los tres o cuatro primeros años fueron de locura». Astuy hablaba de la Feria de Día de la Semana Grande. La idea arrancó en 2008 con 46 casetas. Al año siguiente tuvieron que subirlo ya a 61 y organizar un sorteo entre los hosteleros que querían instalarse. No había para todos (llegaron a solicitarla 121 establecimientos). Fue un bombazo. Pero de esas 61 casetas repartidas hasta en diez zonas distintas se pasará este año a 35 en cinco áreas de la capital. Será la edición con menos paradas en el recorrido.
Las casetas cambiaron la fisonomía de las fiestas. En eso hay cierta unanimidad. Consiguieron llenar la calle y ofrecer una verdadera imagen de ciudad de celebración. A partir de ahí, se han sucedido los debates. Tuvieron que enfrentarse a una denuncia judicial de la Asociación Pombo Cañadío (2009), se introdujeron cambios para el control de ruidos y la mejora de la limpieza (2010), se convirtieron en alternativa a las nuevas normas antitabaco (2011) y hasta superaron un 'motín' interno de un grupo de hosteleros disconformes con las reglas (2016). También pesan las dudas extendidas entre muchos clientes respecto a la calidad que se ofrece y un argumento que se repite. El de «por tres euros (es el precio actual, ya que hasta 2017 era 2,5), prefiero ir a comerme el pincho recién hecho y a tomarme la caña en una copa de cristal a un bar» (es un testimonio real). Incluso, desde algunos establecimientos hosteleros se han vertido críticas contra esta idea. Como ejemplo, ese mismo acto en el que participó Astuy en El Diario. «Aquí para hacer unas cosas en tu negocio necesitas una estructura. Una caseta no cumple», aseguró Rafael Prieto, de El Serbal. «No se puede hacer a favor de unos y en contra de otros», añadió Gema Ruiz, de El Redoble.
emérito astuy | expresidente hostelería
Con todo, las casetas han sobrevivido y, en general, siguen siendo rentables para los que dan el paso. Y siguen llenando la calle. Eso es un hecho. ¿Por qué entonces se ha reducido tanto su número? Ángel Cuevas, presidente de la Asociación de Hostelería, habla de tres motivos. «Hay un problema de personal tremendo y doblar las plantillas es muy difícil». Punto uno. Tener personal para atender el establecimiento 'base' y la caseta. No llega. No hay, dice el empresario, personal preparado y disponible. Asegura que «cualquier persona que hoy en día quiera abrir un restaurante cumpliendo el convenio escrupulosamente no tiene narices de encontrar seis u ocho personas para trabajar». Por eso, adelanta que van a volver a insistir ante la Delegación de Gobierno para sacar adelante una iniciativa que permita «traer a gente de fuera para formarles de cara a la temporada que viene». Una petición que no es nueva y que ya provocó un cruce de declaraciones entre Cuevas y el anterior delegado, Pablo Zuloaga.
Eso está, además, vinculado con el segundo motivo que ofrece para explicar que haya bajado el número de casetas. «Es verdad que nos hemos encontrado con un par de casos de casetas que se han dado de baja por la nueva normativa del control horario. No pueden doblar las plantillas o establecer los turnos necesarios cumpliendo con los límites que se marcan». Punto dos.
ángel cuevas | presidente hostelería
Pero Cuevas reconoce también que «el efecto novedad se va apagando». El propio Astuy –antecesor en el cargo de Cuevas– también fue en la misma línea en el coloquio organizado por este periódico hace unos días. «Hay que darle una vuelta porque el 'boom' ha pasado. El concepto va a funcionar siempre porque a todos nos gusta tomar una cerveza con pinchos y amigos y en la calle, pero lo tendrán que adaptar. La Feria de Día –dijo– necesita una vuelta de tuerca».
Los dos últimos dirigentes de la Asociación de Hostelería recuerdan que, en todo caso, «hubo un antes y un después» de las fiestas gracias a las casetas. «Es importante acordarse de eso». Se pretendió sacar «a la gente a la calle y hacer que las fiestas fueran un recurso turístico». Cuevas, de hecho, está «satisfecho» de la propuesta para este año. «Seguro, segurísimo que va a ser un éxito», responde al preguntarle por sus previsiones para las 35 casetas que abrirán sus puertas el viernes próximo, a partir de la una.
También a Gema Igual, la alcaldesa, le preguntaron por el dato el día que presentó el programa de fiestas. El menor número de casetas de la historia de esta iniciativa. Y el menor número de zonas. Según explicó la regidora, se trata de que la Feria de Día sea «asumible para la ciudad». De esta forma –dijo–, «se ha descongestionado la Plaza del Cuadro, donde la presencia de casetas podía resultar incómodo para los comercios que están instalados en la plaza». «Al principio primaron las casetas, pero ahora se trata de hacer asumibles esas casetas con la actividad del día a día de la ciudad», de forma que su presencia «no incomode a los ciudadanos y otros comercios».
gema igual | alcaldesa de santander
Con todo, es evidente que el número de establecimientos interesados en reservar plaza ha disminuido con el paso de los años. La eliminación de la Plaza del Cuadro como zona ya se produjo en 2018, lo mismo que la de Puertochico (y antes cayó Cachavas, la plaza Juan Carlos I, la terraza del Sardinero sobre la Primera Playa...). La reducción se ha traducido en 21 casetas menos en sólo tres años. En esta edición, por ejemplo, no estará una de las más significativas. El hotel Santemar participó desde el principio y obtuvo, cuando se celebró concurso, el premio al mejor pincho (y también en una ocasión el de mejor caseta). Esta vez no estará en su espacio habitual de Alfonso XIII. «Una decisión de empresa», explica a preguntas de este periódico el director del establecimiento, Francisco Agudo.
Además, y siempre según el listado oficial que se facilitó en la presentación de la Feria de Día, cuatro establecimientos ocuparán doce de las 35 casetas que habrá este año –El Trébol (cuatro), Sidrería Cachopo (cuatro), La Ramanoteca (dos) y Las Carolinas (dos)–. Un tercio del total, siempre que no se produzcan cambios de última hora (según ha podido saber este periódico en los últimos días se han barajado movimientos y modificaciones en el mapa que se facilitó en la presentación).
La cifra definitiva, por tanto, se confirmará el mismo viernes que empieza la Semana Grande. Cuando empiecen a servir pinchos de feria y cañas. Cuando empiecen a llenarse de gente. «El día que las quiten, adiós fiestas». Eso dice alguien que ha pasado muchas horas trabajando en una.
El éxito de las casetas se extendió a las fiestas de numerosos municipios de la comunidad autónoma. Los pinchos se convirtieron en reclamo. El caso más significativo fue el de Torrelavega. Allí, durante varios años las casetas contaron con gran aceptación, pero en el verano de 2016 la coincidencia del festival de música Sound City con la Feria de Día en la plaza de La Llama provocó un desencuentro entre los hosteleros y el Ayuntamiento, al entender los propietarios de bares y cafeterías que la instalación de una barra de bar para el festival les restaría clientes. La tensión fue en aumento a pocos días de comenzar las fiestas de La Patrona y en un punto de no retorno los hosteleros amenazaron al Consistorio con no participar en la Feria de Día. El Ayuntamiento torrelaveguense aguantó el órdago y la víspera de las fiestas ordenó finalmente la retirada de las casetas de la plaza de La Llama, que en sus mejores tiempos se repartían por la propia plaza y por el parque Manuel Barquín.
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