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El causante de la explosión del edificio de La Albericia que arrasó por completo el inmueble y provocó su muerte y la de otros ... dos vecinos, Manuel Fernández, dejó de pagar el seguro de la vivienda «meses antes» del siniestro. Un hecho que deja al resto de inquilinos sumidos en la incertidumbre al desconocer quién se hará «responsable» ahora de lo ocurrido. Carlos y Lines eran los únicos propietarios del edificio número 24 de La Albericia que residían en el inmueble, ya que el resto de inquilinos vivían allí de alquiler. Desde que se quedaron sin casa, a finales de octubre, residen con su hija Ainhoa y su yerno, sin saber quién dará solución a una situación que no han provocado y les ha dejado sin nada. «Hemos intentado hablar con la hermana de Manuel, ya que el inmueble donde él vivía está a su nombre, pero dice que no se va a hacer cargo y nos remite a su abogado, que no nos traslada información porque ella no le autoriza a hacerlo», lamenta Ainhoa, desesperada por ayudar a sus padres.
Donde estaban las ruinas del edificio ahora hay un solar (a falta de retirar restos de uralita que había en el trastero y que requiere una autorización del Gobierno de Cantabria, que podrá demorarse mes y medio), ya que los propietarios de las viviendas tuvieron que pagar el derribo de los restos del inmueble –35.000 euros en total–. Lo adelantaron sus seguros, pero ahora que se sabe que el causante del incendio no estaba asegurado, desconocen qué pasará y si finalmente tendrán que hacerse cargo ellos.
Al ser los únicos propietarios que residían allí, Carlos y Lines se han quedado sin casa y sin todo lo que tenían en el interior, aunque su seguro sí se hizo cargo de pagarles el contenido de la vivienda. Por su edad, cerca de los 60 años, es «muy difícil» que les den una nueva hipoteca, sumado a la rabia que les produce el hecho de que ya habían pagado la suya y, por causas ajenas a ellos, han perdido todo sin saber si alguien se hará responsable ni cuándo.
Tratan de buscar soluciones en el Ayuntamiento y ya han pedido una reunión presencial con la alcaldesa, Gema Igual, que les ha emplazado a una cita dentro de dos semanas. «¿Así piensa la alcaldesa ayudar a mis padres? Después de cinco meses siguen sin tener un techo donde volver a rehacer sus vidas», lamenta Ainoa. Lo que sí ha hecho el Consistorio por el momento es incluirlos en el sorteo de las viviendas de protección oficial (VPO) de El Alisal, tanto por el cauce habitual como para las plazas reservadas para personas con discapacidad, ya que el incendio dejó secuelas al matrimonio, sobre todo a Carlos. Él fue trasladado a la Unidad de Quemados del Hospital de Cruces (Bilbao), donde estuvo más de un mes y le tuvieron que injertar la piel de los brazos y las manos tras extraérsela del muslo.
A punto de cumplirse cinco meses de la explosión –tuvo lugar el 26 de octubre de 2024– que se llevó por delante un edificio entero y la vida de tres personas, quienes lo vivieron tratar de rehacer sus vidas, aunque no es fácil empezar de cero. De los supervivientes, Carlos y Lines fueron, junto a la familia peruana, los que más graves salieron del siniestro. Ambas familias vivían en la segunda planta. Carlos empujó a su mujer, que no se atrevía a saltar, y se quemó los brazos al sacar a sus perros de la casa (logró salvar a dos de tres), lo que casi le cuesta su vida, sobre todo, por la gran cantidad de humo que inhaló. Ahora, se quedan en casa de su hija Ainhoa a la espera de resolver su situación.
Parte de la familia peruana también tuvo un largo ingreso en Valdecilla (con tobillos rotos o graves lesiones en la espalda). En su caso, estaban de alquiler, por lo que no perdieron su vivienda pero sí sus muebles y objetos. Después de pasar semanas separados, los seis convivieron en una habitación de un conocido y pasaron por las instalaciones de Siquem hasta que el mes pasado encontraron por fin una nueva vivienda de alquiler.
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