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Los alumnos de cuarto de la ESO de Las Esclavas se dieron el tradicional baño para despedir el último curso con uniforme. SANE
Un chapuzón para despedir el uniforme

Un chapuzón para despedir el uniforme

Fin de ciclo ·

Los estudiantes de 4º de la ESO del colegio Las Esclavas cierran curso y etapa educativa con el tradicional baño en El Sardinero

Candela Gordovil

Santander

Lunes, 13 de junio 2022, 20:13

Pasadas las dos y media de la tarde, el bullicio reinaba en la cuesta de la calle Duque Santo Mauro. «¿Son los de Las Esclavas no?», le preguntó una mujer a su marido atónita ante el griterío. Y así era. Cerca de un centenar de alumnos de 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) del colegio santanderino captaron la atención de todos los viandantes y bañistas que se encontraban en la Primera playa de El Sardinero. Y no eran pocos precisamente. «Por fin ha llegado el día. Estaba muy nerviosa y no me puedo creer que estemos aquí. Y encima con este solazo, ¿qué más se puede pedir?», apuntaba Lucía García, alumna del centro desde los 3 años, sobre la tradicional celebración. «Llevo toda la vida viendo a los mayores y ahora me toca a mí», añadía. Y es que se trata de una ceremonia de despedida con más de veinte años de historia, y con la que se pone fin a un ciclo –la ESO– y al uniforme obligatorio.

«Teníamos miedo de que no hiciese bueno. Aquí nunca se sabe. Pero al final se ha quedado un día maravilloso», contaba Fernando Arrarte, padre de Carla, mientras preparaba la cámara para fotografiar a su hija corriendo hacia el mar con sus amigas. «Carla estaba muy nerviosa. Deseando que llegase el momento. También despiden el curso y es una alegría para todos. Aquí tenemos la bolsa de la playa preparada para que disfruten lo que queda de día». Incluso un sentimiento de nostalgia invadió su cuerpo y el del resto de madres y padres allí presentes. «Qué pena, se nos hacen mayores», comentaba una de ellas.

En cuanto pusieron un pie en la arena los estudiantes se olvidaron de los «malos tragos» que han pasado durante el curso. «Es un año importante y hemos estudiado mucho. Ahora a toca disfrutar», destacaba Carmen, bajo la atenta mirada de su padre, que no puede estar «más orgulloso».

«Llevo toda la vida viendo a los mayores y ahora me toca a mí», celebraba Lucía García, alumna del centro desde los 3 años

Entre nervios, risas y mucha alegría, los alumnos y alumnas de Las Esclavas se convirtieron en protagonistas. Todo bajo la atenta mirada de vecinos y turistas que vieron interrumpido su descanso al sol por una marabunta de chavales que corría hacía el mar. La cara de los foráneos denotaba no entender bien lo que estaba ocurriendo. Pero la felicidad de los chavales les contagió y esbozaron una sonrisa.

«Todos mis hermanos se bañaron y yo era la única que faltaba. Me moría de ganas», señalaba Lucía mientras se quitaba de la cabeza la banda que se hacen las chicas, tradicionalmente, con la parte de abajo del polo del uniforme.

De padres a hijos

Lola Ortiz recuerda «perfectamente» los nervios que sintió en los días previos al ritual del baño. «Lo recuerdo como un día feliz. Estaba pletórica». Casi 30 años después le ha tocado vivirlo, de nuevo, pero esta vez desde la barrera. Y por partida doble. El año pasado se bañó su hijo mayor, Santiago, y este lo ha hecho Diego. «Me alegra mucho que después de tanto tiempo se mantenga esta tradición. Recuerdo que a principios de año mi hijo me decía que no sabía si se iba a hacer o no. A mi me entró la risa», relata Ortiz. «¿Pero cómo no se va a hacer?». «Cuando les dije a mi hijos que iba a ir a verles –continúa–, me decían que no, que iba a ser la única madre. ¡En todo caso sería la única en no ir! Yo esto no me lo perdía bajo ningún concepto. Es muy emocionante».

Opinión similar a la que transmitía Lucía García: «Llevo escuchando hablar de este baño toda la vida. Mi madre también lo hizo. No sé quién tenía más ganas, si ella o yo».

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