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Una cicatriz con seis nombres

Una cicatriz con seis nombres

Violeta Santiago

Santander

Martes, 25 de enero 2022

Era lunes aquel 27 de enero que aún se recuerda en Santander tres décadas después. El desplome del Bahía fue una conmoción para la ciudad y no solo porque segó la vida de seis hombres y convirtió un céntrico esquinazo en zona de guerra durante meses. También por las circunstancias. El viejo hotel se iba a tirar para construir otro en su lugar. Llevaba casi dos meses cerrado y se había empezado la demolición interior, a golpe puro. Pero no se calibró bien el estado de un edificio que se había levantado en los 40 con materiales endebles. Una precariedad que dio como resultado las muertes de unos trabajadores a los que hubo que rescatar de entre toneladas de escombros en una operación de cinco días que se hizo interminable porque fueron jornadas de consternación absoluta para los santanderinos. Siguieron acuerdos económicos para las familias que habían perdido a uno de los suyos en el derrumbe y un juicio que se prolongó en el tiempo y solo halló dos culpables. La herida del Bahía se curó con la inauguración en septiembre de 1999 (siete años y medio después) de un nuevo establecimiento. Aunque allí sigue habiendo una cicatriz con seis nombres: Rafael Santiago, Jesús Álvarez, Julio Serrano, Ángel Haya, Gonzalo Montalvo y Albino Pérez.

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Total conmoción

En los primeros momentos del desplome de las fachadas sur y este del inmueble, la conmoción es total. Los vecinos del entorno han sentido el derrumbe «como un terremoto». Todos los servicios de emergencias se ponen en marcha. La primera imagen es desoladora: toda una parte del viejo hotel muestra unas tripas entre las que había una veintena de operarios trabajando

Un rincón maldito

Se comentó a menudo en los primeros días tras el suceso: esa parte del mapa de Santander era un rincón maldito. En la calle Cádiz se había originado el incendio de la ciudad en 1941, que marcó para siempre el centro de la capital y no demasiado lejos, en el muelle, había tenido lugar en noviembre de 1893 la explosión del Machichaco.

Perros para ayudar en la búsqueda

Se pusieron todos los medios de la época al alcance de los servicios de emergencia. En la búsqueda de los obreros que habían quedado atrapados bajo los escombros también participó una unidad Canina de Salvamento, con perros adiestrados para encontrar a los desaparecidos

Toda una ciudad pendiente

Miles de santanderinos se acercaron en aquellos días en un goteo interminable a observar en las inmediaciones del hotel cómo se afrontaba el rescate. El estupor era general, porque pronto se supo que, en la reconstrucción de los edificios del Santander afectado por el incendio de 1941, no se habían utilizado los materiales más adecuados

Toneladas de hormigón caído

Cuanto más se acercaba uno al escenario, más impactaba la imagen: vigas de hormigón destrozadas, seis pisos enteros desaparecidos y reducidos a una gran montaña de escombros. La vigilancia del entorno fue constante para impedir que nadie se acercara a la zona cero del siniestro. Solo se pudo acceder tutelado por los bomberos y con el más estricto control

El resurgir, tras la polémica

El nuevo hotel se levantó no sin polémica previa, ya que el propietario (Armando Álvarez) valoró construir en el lugar (en pleno centro, frente a la bahía, en el área de entrada a la capital) un edificio con una gran torre, lo que dividió a la parroquia en dos: los partidarios de un inmueble rompedor con el paisaje santanderino y los que pedían que no se quebrara la línea del Santander 'clásico'

La vuelta a la vida

En septiembre de 1999 ya quedaba lejos el derrumbe. Habían pasado más de siete años y tocaba mirar al futuro. El Hotel Bahía reabrió con otros mimbres, lo que se celebró con una fiesta en la que se alabaron las instalaciones, sus 188 habitaciones, su ubicación a un paso del mar y de las estaciones de trenes y autobuses. La vuelta a la vida.

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