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Antonio Ruiz tiene como costumbre madrugar y dar un holgado paseo por la playa con su perrita Luna. Este lunes, la rutina fue la habitual pero al pisar la Segunda Playa del Sardinero sobre las nueve de la mañana, tras la bajamar, se encontró con una sorpresa. Miles de pequeñas medusas en el arenal, arrastradas por el mar a lo largo de toda la orilla. Este fotógrafo cántabro no tardó en sacar su móvil para capturar el vídeo que acompaña a esta información ante el asombro por tal «concentración de medusas nada habitual». Incluso pudo charlar con uno de los bañistas que no falla a su remojón diario y que acababa de recibir varias picaduras con el cuerpo todavía enrojecido.
Las innumerables medusas protagonistas de la estampa de este lunes eran ejemplares de Pelagia noctiluca, también conocidas como claveles de mar o luminiscentes, una especie propia del Cantábrico y que suele medir entre 10 y 15 centímetros de diámetro. Como característica peculiar, esta especie puede brillar por la noche para así atraer a sus presas. Y mucho cuidado porque sí, pican, y el contacto directo con sus tentáculos puede provocar irritación, escozor o heridas abiertas. Lo explica Lourdes González Azpiri, bióloga de conservación y subdirectora del Museo Marítimo del Cantábrico, quien también aclara que este fenómeno es «habitual y normal» en Cantabria entre los meses de octubre y noviembre. «Son arribazones, el mar deja restos en la arena en la línea de marea y quedan al descubierto tras la bajamar. En este caso son ejemplares adultos que se han multiplicado dentro del agua y llegan arrastrados al final de su ciclo vital», detalla la experta al tiempo que hace hincapié en la importancia de estos invertebrados en el ecosistema marino como alimento de peces (como los túnidos), aves, tortugas y otras especies.
La especialista explica que la vida de las medusas es cíclica. Estas se reproducen y multiplican en alta mar tras fertilizar el agua. Los huevos se anclan en las rocas en el fondo, donde permanecerán durante casi un año, convertidos en pólipos, que generarán las larvas de las que nacerán las nuevas medusas con el aumento de las temperaturas en primavera. En función de la especie, la medusa puede vivir entre seis meses y dos años. Así que los ejemplares llegados a la Segunda de El Sardinero no son otra cosa que medusas en el final de su ciclo vital como adulta pelágica (en aguas medias o cerca de la superficie) con la llegada del otoño.
Un fenómeno que se repite todos los años y tras el que podrán observarse en los arenales cántabros no solo esta especie, sino también otras como la gran medusa amarilla (puede medir hasta 20 centímetros de diámetro) o la medusa velero. Estos días la aplicación científica Medusapp (en la que cualquier ciudadano puede reportar avistamientos) señala ejemplares también en arenales como el de Berria (Santoña) y Somo.
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