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Algunos vecinos de la Avenida de Valdecilla todavía no se habían enterado. «¿Cierra La Góndola? ¡No me lo puedo creer!», exclamó una señora al enterarse de la noticia. E insistió: «Pero, ¿las dos tiendas?». Efectivamente. Como tantos otros, el emblemático negocio que regentaban José Antonio ... y Juan Manuel Sánchez –y que inauguró su padre Luis en 1957– baja la persiana tras 65 años al servicio de sus clientes, a los que ya consideran parte de su familia. La «insostenible» subida de precios y la falta de relevo generacional ha precipitado esta «dura» decisión.
A pesar de que, «sin duda», poner punto final a esta etapa es una de las decisiones «más importantes y más duras» que han tomado hasta el momento, los hermanos Sánchez –que son mellizos– no pierden la sonrisa mientras recuerdan la historia del negocio familiar. Su padre, Luis Sánchez –ya fallecido–, abrió el primer obrador en la esquina de la Avenida de Valdecilla, donde también tenía el despacho. El trabajo duro y la constancia dieron sus frutos y se trasladó a un obrador más grande, en la calle Argentina, que es el que han mantenido hasta los últimos días de actividad. «Abrió una tienda en Avenida de Valdecilla y en Cuatro Caminos. También estuvimos diez años en Lealtad».
Estos dos hermanos han formado un «equipo» que se ha encargado de honrar la memoria de su padre, sumando capítulos a la historia de una confitería que «será recordada para siempre», tal y como dicen sus clientes. No solo ha ofrecido un buen producto, sino que se ha convertido en el lugar de referencia de los vecinos de la zona.
Y es que sus pasteles, pastas y roscos –los productos estrella, según los dueños– han estado presentes en los salones y cocinas de muchas familias de Santander en momentos muy emocionantes. «El Día de la Madre podíamos vender 12.000 pasteles perfectamente. También hemos tenido muchísima clientela del hospital, que venía a comprar pasteles para las personas que estaban ingresadas. Y el personal sanitario de Valdecilla», cuentan emocionados. «Todos los que se han ido enterando nos han dicho que nos entienden, pero que están tristes, es mucho tiempo...». De hecho, algunos han ido a despedirse y a recordar las vivencias propias «de tantos años de amistad».
Tras la pandemia, y la complicada situación económica que derivó de ella, sobre la cabeza de los hermanos Sánchez comenzó a cimentarse la idea de cesar la actividad «a corto-medio plazo». Sin embargo, la escalada en el precio de la electricidad, «de la que dependemos directamente», les hizo reflexionar con más urgencia sobre el futuro del negocio. Y no solo eso. «El precio de la mantequilla, los huevos, el azúcar, la harina... Nos vimos ahogados en una situación insostenible», cuentan ambos, que reconocen que nadie de su familia se ha animado a coger el relevo.
«Para que te hagas una idea. Un kilo de mantequilla, de la buena, antes costaba 6,50 euros. Ahora ha pasado a valer 8,80 euros». Actualizaron el precio para ajustarse a la situación. Pero ni con esas. Y si algo tenían claro, es que no querían renunciar a la calidad de sus productos, que es precisamente el motivo por el que su negocio ha perdurado tanto tiempo. «Nos negábamos a bajar la calidad y seguir adelante de cualquier manera». Y en vista de que la situación no iba a mejorar decidieron ahorrarse malos ratos: «Los proveedores nos avisaron de que para la campaña de Navidad iba a producirse otra subida de precios en la materia prima».
¿Y a partir de ahora? «Pues a descansar y disfrutar de la familia. Tenemos 61 años y llevamos toda la vida trabajando. En este negocio no hay festivos ni apenas descanso», exponen antes de dar las gracias «infinitamente» a su clientela por «el trato recibido» y por no dejarles solos «nunca».
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