El primer negocio de joyería de los hermanos Seoane (Alfonso, Miguel y Ramón) fue abierto en los arcos frente al Mercado del Este en el año 1955; en 1990 inauguraron su segunda tienda, en la calle de Juan de Herrera, y en 1994 Ramón y su hijo Rafael abrieron el tercer establecimiento, que cerró en 1996, en el Centro Comercial Valle Real. No cuajó «porque el público aún no se había lanzado, como ahora, a los centros comerciales», dice Ramón Seoane, también conocido y aplaudido cantante de zarzuela y ópera, que ha estado al frente de la joyería de Juan de Herrera desde 1990, primero con su hijo Rafael y después con su hija Laura y su sobrina Marisa.
El establecimiento de los arcos que abrió en 1955 cerró en 1998 por jubilación de los hermanos Alfonso y Miguel, pero fue reabierto en 2001 por José Manuel y Marisa Seoane (hijos de Alfonso). Cerró definitivamente en 2014, arrastrado por la crisis, como otros tantos comercios.
Ramón Seoane, jubilado hace años -tiene 82 ahora-, recorre cada día el centro de Santander y ve cómo ha cambiado «mucho, mucho» el comercio santanderino y cómo han ido desapareciendo las grandes firmas. «Nuestra joyería de los arcos era la tercera de Santander después de Presmanes y Galán en categoría y calidad. Eran otros tiempos». En su joyería de Juan de Herrera los Seoane siempre han tenido piezas asequibles, desde 25 euros, a piezas de alta joyería; «nuestra oferta para todos los bolsillos, para cualquier santanderino», dice.
Los atracos
Sufrieron un atraco «cuando nos lanzaron gas pimienta a los ojos», recuerda Laura Seoane sin abundar en el asunto, y «varios robos al descuido». Pero se queda «con los buenos ratos y el trato con el público».
Ramón, con 69 años metido en este mundo joyero, sí recuerda cuando en su tienda de los arcos «intentaron entrar de noche haciendo un butrón desde la ferretería de Jacobo Díaz. No lo consiguieron porque los muros son de piedra maciza. Allí se dejaron las herramientas que usaron para hacer el agujero y que encontraron cuando abrieron la ferretería el lunes. Afortunadamente, no nos robaron nada».
69 años lleva Ramón Seoane en el mundo de la joyería, como recadista, aprendiz y empresario, ya jubilado
La joyería de los tres hermanos Seoane de los arcos era «algo especial, teníamos grandes piezas, importantes, de alta joyería. Aún nos recuerdan en Santander. En la planta de arriba teníamos 280 metros cuadrados con el taller y en la de abajo cien metros de tienda al público. Teníamos taller de fabricación de joyas y también reparación. Fue un gran establecimiento con platería, joyería, relojería y regalos».
Buenos maestros
Los hermanos Seoane llegaron al mundo de la joyería muy jóvenes. Alfonso se formó con Julio Aedo, uno de los importantes profesionales de la capital; Miguel trabajó en la famosa joyería Galán, una de las grandes, y Ramón comenzó a los 13 años de recadista en Galán y con 14 años comenzó a trabajar con el orfebre Julián Ureña, que tenía su taller en el Palacio de Macho, en la calle de Hernán Cortés.
Ureña «fabricaba joyas para Galán, Presmanes y Rodríguez, otro de los grandes del momento. Allí- dice Ramón- estuve ocho años y luego me fui a Madrid, a un taller de joyería en la Corredera Baja, donde acabé de formarme». Alfonso fue quien decidió montar el negocio y atrajo a sus hermanos. Allí empezó la historia que acabará el año próximo.
«Los dos últimos años han sido muy duros»
«Los tiempos cambian y es imposible seguir adelante. Los dos últimos años están siendo desastrosos, con pocas ventas y no podemos continuar.Nos vamos con pena y añoranza, pero no queda otra», dice RamónSeoane, desde la adolescencia metido de lleno en el mundo de la joyería. Su hija Laura, que está al frente del negocio de Juan de Herrera desde el año 1998, explica que «la crisis ha afectado mucho a este sector;los gustos y los modos cambian, las grandes joyas ya no se venden y los regalos de comunión y bautismo son cada vez menos». Dice Laura que «en parte nos vamos, cerramos, con alivio. Los últimos años están siendo muy duros. Lo sentimos por nuestra clientela que siempre nos ha apoyado».
También les han hecho mucho daño «las liquidaciones de los últimos años de otras joyerías que han cerrado»,Salamanca, Galán, Presmanes ySetién.Además, añade Laura, «la joyería no es de primera necesidad y el público se ha ido alejando». Y están «las ventas por internet» dice, aunque tiene claro «que una buena pieza de relojería, platería, piedras preciosas o una joya de calidad hay que ir a comprarla a una joyería, a un profesional que te atienda sabiendo lo que hace». Y, también, en el balance de fin de año, además del descenso de las ventas influyen «los precios de los alquileres de los locales, que son muy altos», acaba Ramón Seoane.
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