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El epicentro de la vida política municipal –huérfana de pasatiempos más relevantes– es la contemplación de nuestra turborrotonda, culmen de la falacia dialéctica tras el ... bautismo MetroTUS. Se presenta como ingeniería prodigiosa y se venera con mística provinciana. La geometría de la glorieta evoca la metáfora de la pescadilla que se muerde la cola. Hay fenómenos –como las rotondas– que se explican de forma circular, porque se retroalimentan. Por ejemplo, Rajoy nos da 22 millones para Valdecilla y nos quita la misma cantidad exacta con la subida de los impuestos de la gasolina. Se cumplió la profecía 'mariana' que dejó escrita –a modo de dedicatoria– durante una visita a Cantabria: «Esto lo arreglamos entre todos». Efectivamente, lo estamos pagando a escote.
La paradoja de la turborrotonda simboliza la sublimación ácrata del tan predicado libre mercado. La economía sin semáforos. Aunque algunas mañanas un guardia regula el tráfico para turnar la circulación de todos los afluentes. Es decir, se interviene para garantizar la libre competencia. Como sucede en el escaparate mercantil. A los ministros se les sientan en el despacho las eléctricas o los constructores y de ahí hierven ocurrencias como el impuesto al sol o los rescates de las autopistas privadas. Porque el mercado por sí solo, en pura oferta y demanda, no derrama al parecer suficientes beneficios. Por si les sirve la referencia, durante la última década 88 políticos europeos han fichado por compañías eléctricas y petroleras. La paradoja de la turborrotonda parece ser aplicar soluciones simples para problemas complejos. Ecuación que la vieja política atribuye al populismo. Vendría a ser como recetar planes privados de pensiones en vez de garantizar una jubilación decente. Como salvar la playa cargándonos la bahía. Como reducir el paro contratando desempleados efímeros con dinero público. Relataba el miércoles un científico cántabro que el Icarus, la estrella más lejana jamás vista, murió y ahora es un agujero negro. Solo vemos su resplandor, que persiste en el espacio. Pura ilusión. Como la paradoja de la turborrotonda que nos atrapa en un eterno retorno, en una visión circular del tiempo. Principio, fin y vuelta al principio.
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