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Si usted reside en Santander o ha estado de visita en los últimos días y ha pasado por delante de la calle San Emeterio, seguro ... que le ha llamado la atención el color que tiene ahora el bajo del edificio que hace esquina con la calle Santa Lucía. Un amarillo chillón que contrasta tanto con la parte superior del inmueble, que conserva su tono crema antiguo, como con los edificios que le rodean, uno granate en la acera de enfrente y otro verde, justo pegando. Mientras que algunos no le darán mayor importancia, a otros puede parecerles un «escarnio cromático». Ya saben, para gustos los colores. Pero lo cierto es que no hablamos de un caso aislado, ya que cada vez son más los vecinos o propietarios que deciden vestir de colores sus inmuebles.
Tan solo hay que darse un paseo por el centro de la ciudad para comprobarlo. Y este periódico ha cogido una serie de ejemplos que así lo demuestran y que ilustran este reportaje.
La calle Castilla, donde se pueden observar edificios de colores azul, granate, amarillo y verde, es un claro ejemplo de la tendencia que hay. Lo mismo ocurre en la calle Vargas, con fachadas anejas pintadas de amarillo, azul y rojo; o en el inicio de la Cuesta de La Atalaya en la esquina con la calle Guevara, donde hay un edificio que incluso combina colores al tener la parte baja con una tonalidad morada mientras la superior es de un amarillo mostaza.
Ante la variada gama cromática que presentan cada vez más edificios, los detractores se preguntan: ¿No hay una normativa que regule esto? Pues la respuesta es negativa, según aclara el concejal de Urbanismo, César Díaz. El artículo 4.5. 2.2 del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) señala que «todas las fachadas se construirán con materiales, técnicas, constructivas, composición arquitectónica y calidades que hagan posible un buen ambiente urbano, una buena conservación y no ofrezcan riesgo de desprendimiento».
César Díaz
Concejal de Urbanismo
Sin embargo, el edil popular apunta que en el Plan General «no se habla expresamente de colores, aunque sí de un buen ambiente urbano, por lo que en casos dudosos quedaría a criterio de los técnicos municipales».
Cuestión distinta son los edificios protegidos tanto en el Plan Especial del Paseo Pereda, como en el Plan Especial del Sardinero, y por el propio PGOU. «En estos supuestos se señala la recuperación de los colores originales del edificio», detalla el concejal de Urbanismo.
El decano del Colegio de Arquitectos de Cantabria, Moisés Castro, explica que, en general, la regulación suele concentrarse en las edificaciones que están protegidas. «Realmente es como si al incluir algunos edificios en un catálogo dijeras que el resto es morralla, como si no importara, como si hubiera una diferencia tan tajante entre lo que tiene mérito y todo lo otro, que parece que está de relleno. Pero el conjunto de la ciudad tiene mucho más que ver con la armonía general que con el valor de cada edificio en sí mismo».
Moisés Castro
Decano de los Arquitectos
Según su experiencia, «estas cosas suelen dar problemas cuando cadenas de tiendas suelen poner el típico color corporativo, por ejemplo, un amarillo y azul, y tienes una calle que parece la bandera de Ucrania».
Lo malo, apunta el decano de los Arquitectos, es que la belleza, la armonía del entorno, el ser educado, es «difícilmente normalizable». «Entonces las normas suelen tener párrafos de tipo genérico, como 'que se armonice con el entorno'». Castro recuerda un caso curioso sobre este tema. «En un banco en Granada, como tenía que reflejar la arquitectura del entorno lo que hizo fue poner un espejo sobre la fachada. A ver quién le iba a decir que no reflejaba el entorno». No obstante, señala que los ayuntamientos no suelen atreverse a limitar los colores, «ya que lo consideran un tema menor que no da para una discusión. Aunque en el conjunto y el entorno sí que tiene importancia».
Pese a ello, el Colegio de Arquitectos no se ha planteado solicitar al Ayuntamiento que regule este aspecto. «En general se tiende a sobrerregular. Pero a veces hay aspectos que parece que no tienen importancia, se quedan al margen. Nos pasamos de una norma general que te impide cortar una cosa de esas, al otro extremo, que solo te permite pintar en colores blanco, ocre, vainilla... y te limitan a cuatro o cinco colores muy básicos que impide también desarrollar una creatividad que a veces para los centros urbanos también es importante». Según Castro, hay edificios clásicos que siguen teniendo el color rojo venecia o puedes ver una fachada oscura que sigue siendo «bonita». «Entonces te enfrentas al conflicto de regular de más o confiar un poco en la educación y la sensibilidad de la gente para que pinte al unísono con el entorno».
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Ana del Castillo
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