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Ana del Castillo
Santander
Lunes, 12 de abril 2021, 07:14
Cualquier otra especie hubiera sucumbido al trasiego de las urbes o a la actividad industrial de los astilleros, pero la garcilla bueyera (Bubulcus ibis) es capaz de amoldarse a las circunstancias sean cuales sean. Eso es lo que hace precisamente que esta ave se haya hecho fuerte en Cantabria, donde se concentra la población reproductora más numerosa del norte penínsular, cuyo censo, según el estudio realizado por SEO/BirdLife en 2020, asciende a 1.350 parejas.
Lo que ocurre es que de un tiempo a esta parte se dejan ver -y disfrutar- más. Es el caso del dormidero del parque de La Remonta, en el que se han llegado a contabilizar 2.300, y donde cada día brindan un espectáculo de la naturaleza a los paseantes que, guiados por el carril bici, llegan hasta el humedal. Sólo allí, y cuando cae el atardecer (entre las 19.30 y las 20.00 horas en este punto del calendario), se puede contemplar el regreso de sonoras bandadas que, tras una jornada alimentándose en zonas donde pasta el ganado, buscan compañía para dormir. Además, el calor de las ciudades les ofrece un hábitat más confortable: una diferencia de 4 grados es suficiente para compensar veinte minutos diarios de vuelo, que se corresponde con una distancia de unos 20 kilómetros.
¿Y por qué siempre en el mismo sitio? Porque la unión hace la fuerza y pasar la noche con los tuyos ofrece seguridad. Ahí arriba, en los árboles, o en los arbustos que cubren las márgenes del estanque de La Remonta - como salguera negra, saúco, laurel o aladierno- crean un refugio alejado de las amenazas de posibles depredadores.
El tamaño del bando suele responder a una jerarquía social. Es decir, las aves más fuertes van guiándolos y cuantas más arrastran tras de sí significa que mejor conocen el territorio y las fuentes de alimento. Esas 'jefas' serán las que, entrada la noche, tengan una posición privilegiada en el árbol: en el centro y protegidas por el resto. Y a la mañana siguiente, con la luz del día, son las primeras en echar a volar.
«Las concentraciones de aves son siempre un espectáculo, y en el caso de las garcillas son muy llamativas, ya que las asociamos a los documentales de La 2 sobre las aves africanas. Cada vez la gente se fija más en la naturaleza cercana y eso siempre es una buena noticia, además gracias a proyectos de parques como la Remonta o las Llamas, que han integrado humedales en su diseño, se consigue ese objetivo de acercar la naturaleza a la gente», señala Felipe González, delegado territorial en Cantabria de SEO/BirdLife.
En las últimas décadas, la garcilla bueyera ha experimentado una enorme expansión de sus poblaciones, desde sus zonas tradicionales, en el Sur de la península ibérica, hacia el norte y de ahí al resto de Europa. Dado su carácter gregario para nidificar lo hacen formando grandes colonias, en Cantabria en estos momentos hay tres: una en el zoo de Santillana del Mar (350 parejas), otra en la Marisma Blanca de Astillero (550 parejas) y una tercera en el islote de San Pedruco de Noja (450 parejas). Hay otros grandes dormideros también en Torrelavega a orillas del Besaya, en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno y en las Marismas de Santoña.
Según SEO/BirdLife, la especie llegó a la comunidad autónoma a finales de los años 80. Parece ser que el primer lugar en el que se establecieron fue en el zoo de Santillana y desde entonces, su población no ha parado de crecer. En 2011 se contabilizaron 600 parejas y el año pasado 1.350. Es decir, más del doble.
Hay otras especies de aves que también forman grandes dormideros invernales en Cantabria. Los estorninos, por ejemplo, se concentran en algunos parques, como los jardines de Piquío en Santander. O los milanos reales: en la zona del Pisueña hay uno que concentra durante el invierno a casi 200 ejemplares. En el parque natural de las marismas de Santoña, Victoria y Joyel también pueden verse grandes concentraciones de aves, en este caso que se reúnen con la subida de las mareas, como son los bandos de más de 3.000 correlimos comunes que se pueden ver desde el paseo marítimo de Colindres. Fuera del invierno y muy fácil de observar está el dormidero de golondrinas comunes que durante septiembre se concentran en la Vaguada de las Llamas. Pueden llegar a ser casi 10.000.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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