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El Colegio San Antonio celebra su 75 aniversario
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De escolanía a centro de Secundaria orientado a la atención a la diversidad, los Capuchinos mantienen su «compromiso» con SantanderEn 1948, el padre Jacinto de Fontanil decidió convertir en aula una de las celdas del convento de los capuchinos, en el santanderino barrio de ... Puertochico. Se propuso enseñar a leer, escribir y cantar a un puñado de niños, casi todos hijos de pescadores de la zona. Hay fotos en blanco y negro de esa primera promoción de chavales en pantalón corto, los brazos cruzados sobre el pecho, la sonrisa tímida. Y si bien la idea inicial del padre Jacinto era montar una escolanía de niños cantores, al final levantó un colegio junto a la bahía de Santander que el martes celebró sus primeros 75 años de vida.
«De esta forma tan humilde y franciscana empezó todo», evoca ahora Rosana Giraldo, directora del Colegio San Antonio, centro concertado que imparte los cuatro cursos de la ESO. En 2021, con dos décadas de experiencia docente a sus espaldas y no sin cierto vértigo, se puso a los mandos del colegio tras la marcha de Santander de los frailes capuchinos, que dejaron el convento por falta de reemplazo. La experiencia de la pandemia y el apoyo del padre Miguel Fuente fueron un acicate. «Y ahora seguimos teniendo el apoyo de la orden capuchina, porque este colegio abandera muy bien todos sus ideales», indica.
Giraldo repasa la historia del centro en su despacho, ubicado en un edificio de ladrillo levantado en 1980. Previamente, el padre Jacinto había logrado que la celda del convento mutara en un pequeño complejo educativo que poco a poco fue ampliándose gracias a los frailes y a las donaciones particulares. Era la década de 1950, y Santander, además de por la guerra y la terrible posguerra, había sufrido un gran incendio. Así, en aquellos primeros años de la dictadura, los capuchinos de Santander decidieron centrarse en los niños sin escolarizar para darles «un lugar» en el mundo.
La escolanía se transformó en un colegio que fue creciendo con los años. Llegó a ofertar todas las etapas educativas -de Infantil a BUP en virtud de la ya extinta Ley General de Educación-, pero con el paso del tiempo tuvo que reconducirse. Fue entonces cuando volvió a sus orígenes. «El claustro fue muy valiente. Gracias a su esfuerzo y su compromiso, se reconvirtió en un colegio de Secundaria centrado en alumnos con necesidades educativas. Supieron tomar decisiones», cuenta Ramón Ruiz, exconsejero de Educación, que desde la Administración acompañó al colegio en su transición hacia el modelo actual, orientado a la atención a la diversidad. Con unos 60 alumnos, el centro exhibe unas ratios muy bajas que, según subraya Giraldo, favorecen una enseñanza personalizada: «Este es un centro familiar e inclusivo. El ambiente es muy bueno y estamos todos a una. Queremos darle a cada niño aquello que necesita para salir adelante. Nuestro futuro pasa por ayudar a los niños a encontrar su lugar».
Ramón Ruiz también realizó sus prácticas como maestro en el Colegio San Antonio a finales de los años setenta. Como él, profesores, alumnos, familias y demás protagonistas de la historia del centro se acercaron a sus instalaciones el martes, festividad del santo, para conmemorar su 75 aniversario. Primero se celebró una misa en la iglesia de la calle Juan de la Cosa, que ofició el obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, y en la que participaron los provinciales de los capuchinos -esto es, sus máximos representantes-. Después, todos compartieron un aperitivo en el colegio -previsto inicialmente en el hermoso huerto de 600 metros cuadrados del colegio, pero trasladado al interior por la lluvia-.
Asistieron la alcaldesa de Santander, Gema Igual; los concejales Noemí Méndez y Javier Ceruti; el senador popular Javier Puente; el presidente del Parlamento, Joaquín Gómez, o Pedro Casares, diputado nacional por el PSOE. Este último es exalumno del centro, donde cursó desde párvulos hasta la EGB. «El colegio es algo que te marca y hoy sigo guardando muchos compañeros», evocó Casares, así como una larga lista de profesores o las horas de juego en los patios y azoteas del colegio. Su viraje hacia la diversidad reafirma el «compromiso» de la orden «con los que más lo necesitan».
María José Sáenz de Buruaga, más que futurible presidenta del Gobierno de Cantabria, también engrosa las listas de exalumnos del Colegio San Antonio, donde cursó Bachiller. Este y otros detalles quedarán recogidos, próximamente, en un libro que repasará la historia de los Capuchinos en Santander. El libro unirá la historia que dejó escrita el padre Jacinto y la que ha recopilado el profesor Javier Briones a partir del fallecimiento del fraile, en 1990.
El futuro, en cualquier caso, lo escribirán los alumnos del centro, básicos para su supervivencia. El martes, en la recepción, Rosa Gándara, madre de un estudiante con trastorno del lenguaje, destacaba de los Capuchinos la facilidad para acceder a los profesores si surge un problema. A su lado, Antonio, padre de un escolar con diagnóstico de trastorno autista, apuntaba a las ratios y a esa metodología en pro de la inclusión: «Nos sentimos protegidos. Aquí cada niño tiene su reto».
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