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Cada vez hay menos comercios centenarios en Santander. Actualmente, quedan quince tiendas de este tipo sin contar Perfumería Villafranca, que echará el cierre este mismo mes. En su caso, se debe a la jubilación de la actual gestora, pero las razones para que este ... tipo de negocios bajen la persiana suelen decantarse entre dos: la evolución del sector, que prioriza otras vías de venta, o la falta de relevo. Esto no quiere decir que los que quedan abiertos estén pensando en cerrar. De hecho, más de uno es referente de su sector e incluso se han adaptado a las nuevas formas de venta, como las tiendas online, para seguir ofreciendo sus artículos a través de internet.
La mayoría de estos comercios pertenecen a sagas familiares que ya alcanzan la cuarta generación, como en el caso de Lucía Bárcena Rebolledo, al frente de la floristería Rebolledo. Su bisabuelo se formó en el jardín botánico de México y abrió su negocio en Santander, junto a su abuela, en 1913. Esa es, al menos, la fecha oficial, pero sospechan que su inicio es anterior y que el papeleo quedó arrasado, como el local que tenían en la calle La Blanca, en el incendio de 1941. «Mi bisabuela, ya viuda, mandó a mi abuelo a Versalles para formarse, eso fue un puntazo». E hizo que el negocio creciera más por los conocimientos en jardinería que trajo del país vecino. Actualmente tienen dos locales: el centro de jardinería en Camilo Alonso Vega y la tienda de flores en la plaza del Cuadro. Lucía está al frente del negocio con su madre y sus tías «con mucha ilusión».
La clave para seguir al frente de una de las floristerías más destacadas de Santander y que el paso del tiempo no haga mella en el negocio, asegura, es que «nos adaptamos y moldeamos a la evolución del sector y las nuevas formas de vender. Y que nos gusta lo que hacemos». Con carrera y máster en Paisajismo, explica que su trabajo ya no se centra solo en las flores, sino que ahora también gestiona las redes sociales y la web. En la lista de locales centenarios hay otras dos floristerías: Lafuente Floristas (1880) y Las Floristas (1882).
El sector de la alimentación también resiste y Monerris es uno de los centenarios con más tirón, gracias a sus populares turrones –en invierno– y helados –en verano–. Alfredo Mira pertenece a la cuarta generación y el negocio lo iniciaron su bisuabuelo Francisco Monerris y su hermano Enrique. «Aunque la fecha oficial por tradición oral familiar era del 1893, hemos encontrado en la prensa digitalizada de la época (El Atlántico) un anuncio del año 1886», apunta sobre el arranque del negocio. Hasta mediados de los 60, venían de Jijona solo entre octubre y diciembre para abrir el puesto de venta de turrones en algún portal de la ciudad. Al principio, en las calles La Blanca y San Francisco y después en Amós de Escalante, donde siguen hoy.
En más de cien años se han enfrentado a importantes retos: superar la guerra y el incendio, ampliar la actividad con los helados y pasar de vender en un portal a tener sus propios locales. Considera que los cambios en la forma de comprar, en su caso, no le ha perjudicado. «Al trabajar con una marca propia y productos tan diferenciados, de momento no nos hemos visto afectados».
El sector textil es uno de los que más ha sufrido la evolución del comercio. Las grandes superficies, la importación desde otros países e internet han hecho mella en los más pequeños, pero La Conchita sigue ahí. «Dejemoslo en que aún funciona», explica Pedro Casuso, tercera generación del negocio que ya ha delegado en sus hijas y que afirma que sus nietas también tienen intención de seguir con la tienda. Fue su abuela quién abrió La Conchita. «Entonces, con permiso marital». Y funcionó tan bien que se convirtió en el negocio familiar. «El secreto no es nada extraordinario, te tiene que gustar lo que haces, tratar bien al cliente y tener ilusión». Al vender textil para el hogar, uno de los grandes cambios que han vivido es que «antes la mujer presumía del ajuar y tenía muchos juegos de cama. Pero la situación de la mujer, afortunadamente, ha cambiado». Ahora, venden más fundas nórdicas y también ropa interior de hombre y mujer. «Eso no creo que deje de usarse», bromea Casuso.
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