«Me compré aquí el piso hace tres meses por el garaje y mira ...»

«Estoy amueblando la casa y por ahora está a medias, algunas habitaciones no están ni montadas y por eso aquí abajo guardo de todo», explicaba ayer. De ahí que para ella tener limitadas las visitas a esta última estancia suponga un trastorno. «Tengo muchas cosas y no poder bajar a por ellas es un problema», señalaba María Ángeles. Tantas que con un viaje al trastero a por objetos no fue suficiente, así que «volveré esta tarde (por ayer)». Mientras abandonaba el aparcamiento cargada con tres bolsas, varios abrigos y algún traje, reconocía que aún «no nos hemos quitado el susto del cuerpo». Lo único tranquilizador es que «digan que el edificio está bien, pero todavía queda mucho por hablar», añadía.

Ella no fue la única que pudo acceder ayer a su trastero. El resto de vecinos que lo hicieron a lo largo del día, organizados por turnos, también se repartían entre quienes reconocían que no tener la libertad para bajar en cualquier momento era un «inconveniente» y los que llevan peor no poder usar su plaza de garaje en su día a día. Valentín Rodríguez es de los primeros. «Hay cosas como la bicicleta de mi hija que no puedo coger porque no tengo donde guardarla», contaba mientras esperaba puntual a que abrieran la valla para poder bajar. Aunque reconoce que tampoco le serviría de mucho dado que, después del hundimiento de la zona infantil, «no queda parque por donde poder utilizarla».

Valentín reconoció que es «un inconveniente» no poder acceder al trastero «cuando quiero porque normalmente suelo bajar a menudo». Y es que él, a pesar de no tener «cosas de valor», sí que guarda objetos que puede necesitar en cualquier momento. «Hoy sólo quiero coger unas cajas con cosas de peluquería para el trabajo de mi mujer». Pero espera que, más adelante, le permitan volver a bajar a por más objetos. Y así, unos minutos después, abandonaba el parking, como la mayoría de los vecinos, cargado con varias cajas.

Esmeralda, también vecina, abandonó el subterráneo cargada con patinetes y otros objetos grandes que «ocuparán espacio en casa» y tendrán que buscar dónde guardar. A pesar de subir y bajar varias veces, Esmeralda reconocía que el mayor trastorno para su familia es vivir sin plaza de garaje. «No poder aparcar el coche aquí es lo que más jaleo nos causa», contaba. Lo mismo le ocurre a Juan, que, acompañado de su mujer, se dirigía al coche con un par de cajas y las sillas del coche de los niños. «No poder usar tu plaza sí que es un trastorno». Tardarán unos meses en recuperar la facilidad de aparcar debajo de casa.

Aunque a la tarde tuvieron otra oportunidad de acceder a los trasteros, Áurea decidió no esperar y visitar por segunda vez el suyo durante la mañana. «¿Todavía se puede?», preguntaba a uno de los trabajadores. «Da pena verlo», comentaba mientras entraba. La vecina admite que no poder acceder no le ocasiona «mucho problema porque tengo cosas que no uso». Eso sí, bajó con el susto todavía en el cuerpo. Mientras los vecinos entraban y salían, los operarios continuaban con los trabajos. Concretamente con la «retenida para el agua» para que, en caso de que llueva, el aparcamiento «no se inunde», explicó uno de ellos.