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Varias máquinas perforan cada día la roca que apareció en el subsuelo del solar de Tabacalera en el que, desde el mes de septiembre, comenzaron las obras para construir 66 viviendas de protección oficial, generando unos ruidos insoportables para el vecindario confinado que ... vive más cerca del inmenso boquete abierto en la calle Alta. Cuando se reanudaron las obras tras la paralización ordenada por el decreto del estado de alarma, regresó la furia percutora de las máquinas a este céntrico solar. Hubo hasta quien arrojó objetos a las excavadoras desde edificios cercanos.
Vecinos del nº 3 de la calle Alcázar de Toledo han medido «más de ochenta decibelios» desde sus casas, «una auténtica tortura» que hasta les impide escucharse en sus hogares hablando a un volumen normal si se les ocurre abrir las ventanas. Lo cuenta con ese martilleo de fondo que traspasa el teléfono Pablo Herrero, abogado de profesión que está teletrabajando desde su vivienda, que comparte con su mujer y un hijo de corta edad, «que no puede ni escuchar los dibujos animados en la tele, ni echarse la siesta, que llora todo el rato por este ruido que no se puede soportar».
Pablo Herrero | Vecino de Alcázar de Toledo
Cuenta que antes del confinamiento la gente se organizaba para salir de allí durante las ocho horas en las que los obreros están trabajando, «podíamos huir a otras residencias, salir a trabajar o dar un paseo, pero ahora, como es bien sabido no podemos», y lanza esta gráfica comparativa: «este ruido supera ampliamente los 80 decibelios, cuando el máximo permitido y recomendado es de 60 para las viviendas durante el día. En Guantánamo le ponían esos decibelios a los presos como forma de tortura». Deja claro que no se opone a la construcción de estos pisos, pero indica que no es una obra normal, sino que «prácticamente es una cantera a cielo abierto (tres excavadoras destrozando placas de roca), en el estado de confinamiento (o encarcelamiento) y sin tener escapatoria. Es realmente insoportable y, además, en otras ciudades se han prohibido en los mallados urbanos obras de excavación por motivos obvios».
Comparte el padecimiento María Luz Bercianos, vecina de la zona cuya cocina da a ese solar. «Mi marido y yo nos tenemos que comunicar a gritos en casa, es exagerado. Cerramos hasta las persianas para amortiguarlo, pero qué va. El viernes hicieron unas picaduras que casi nos vuelven locos».
María Luz Bercianos | Vecina
El presidente de la comunidad de propietarios del nº3 de Alcázar de Toledo indica que lleva tantos días, semanas y horas viviendo con el ruido «que ya tengo síndrome de Estocolmo, me he acostumbrado», y entiende las quejas de los que viven más cerca de las obras (su casa no da a ese lado), pero no las comparte «porque yo no quiero que las paralicen, porque supondría alargarlas más en el tiempo y prefiero que terminen cuanto antes». Y alaba la actitud «intachable» de la constructora -el contratista es Rotedama y la subcontrata de las excavadoras es Excavaciones Gaby-, «que se preocupan, que nos preguntan qué tal lo llevamos, que se interesan por cualquier grieta que nos salga en el edificio...». Ayer mismo, cuando el presidente comentaba su parecer con este periódico, estaba a la espera de conocer el resultado de unas mediciones de decibelios en una vivienda a pie de calle, la que está más cerca, «harán modificaciones en los trabajos en función de los resultados, tal vez ajusten el número de máquinas trabajando a la vez, porque la semana pasada había tres».
Víctor | Presidente de la comunidad de vecinos
Ante este problema, Pablo Herrero envió por su cuenta un mail a la alcaldesa de Santander solicitando que se paralizase la excavación, «porque estar en casa encerrados con un taladro permanentemente en la cabeza va a acabar con nosotros (y especial con mi hijo pequeño) antes que el coronavirus». La regidora atendió su petición, argumentó la importancia de la obra para las personas que necesitan esas viviendas y los puestos de trabajo que están en juego y realizó gestiones ante la promotora, que es la Sociedad de Vivienda y Suelo de Santander (SVS). Y la solución que se le dio fue retrasar el inicio de los trabajos, ya que a diario empezaban a las 08.15 y ahora lo hacen a las 10.00.
El Ayuntamiento de Santander ha confirmado a este periódico que, a raíz de estas quejas, se ha organizado el tajo de excavación de tal manera que los martillos que pican la roca «comiencen a trabajar a partir de las 10.00 y finalice a las 18.00, teniendo en cuenta que, además, la obra para una hora durante la comida. Esto supone tres horas menos con respecto al horario general de la obra, que es de 08.00 a 19.00 horas». Señala el Consistorio que son «conscientes de las molestias que genera cualquier obra, y más en una fase como la que se encuentra de excavación en roca. Por lo que pedimos disculpas por ello y haremos todo lo posible para minimizar las afecciones y que acabe lo antes posible».
Pero no se plantea otra medida, porque indica que esta fase de la obra «es fundamental, porque hasta que no finalice la excavación no puede comenzar el resto de trabajos relacionados con la estructura de hormigón del edificio de viviendas de protección oficial para familias que lo necesitan y que están esperando para vivir en ellas».
Esta medida de retrasar dos horas las excavaciones no satisface a los afectados, que piden que directamente se eliminen estos trabajos solo y exclusivamente mientras dure el confinamiento. De no ser así, anuncian que interpondrán una denuncia por el exceso de ruido en el juzgado de instrucción.
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