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Álvaro Machín
Santander
Domingo, 23 de mayo 2021, 15:53
Por Los Castros, clavado a cuarenta, una furgoneta me adelanta. Pocos metros después, tras un semáforo, se pone a mi espalda y ya no se mueve de ahí mientras una fila de coches nos va pasando. Raro. Miro por el retrovisor y tengo la sensación de que el conductor me ha pillado. Que se ha dado cuenta de que voy comprobando velocidades. Eso sí, intuyo que piensa que en mi coche va un radar o algo parecido. Y no. Se trata de ver qué pasa si vas cumpliendo a rajatabla los nuevos límites al circular por Santander. Fue el miércoles por la mañana y este fue el resultado. Quizás recuerde haberse cruzado ese día con un Citroën negro que le pareció que iba muy despacio. Si le adelantó, es que usted conducía a más velocidad de la permitida.
Eduardo García del Río
La Reyerta, que así se conoce en Santander, es en realidad un tramo de la N-623. Como entrada a Santander, uno se encuentra con el cartel que recuerda que empieza una 'ciudad 30'. Así que, del Carrefour a la rotonda de Valdecilla Sur, en principio, hay que respetar la norma. Con un solo carril, a 30 km/h. Cuesta. Parece que el coche se para y formo una cola (no hay casi tráfico). Una furgoneta se me arrima tanto que el conductor puede oler mi matrícula. Me acaba pitando y me da tanto apuro que subo a 35-38. Al llegar al tramo de dos carriles, me adelantan con cierta brusquedad ocho vehículos (todos los que vienen). Yo voy a 40 km/h, aunque allí todavía hay una señal de 70 (una de las primeras conclusiones: quedan muchas señales en las vías que no se ajustan a la nueva norma, y eso genera confusión).
Marqués de la Hermida/Castilla
Es una hora intermedia, ni punta ni de calles vacías. Pero el tráfico y sus cosas (volumen de coches, semáforos, vehículos en doble fila) no permiten pasar de 40 en muchos tramos. Por Marqués de la Hermida el carril derecho sí me lo permite cuando me toca pasar. Voy a 39-40 y a la par que otros vehículos. Incluso, supero a alguno que rueda más despacio. Primer momento de la mañana en que tengo la impresión de que muchos conductores saben que los límites han cambiado (Marqués de la Hermida sí está señalizada), que se está controlando y –por obligación– 'pinan las orejas'. Sólo al final, llegando a Antonio López, hay cierto acelerón. Una moto y un coche, ambos repartidores, me dejan atrás con esa pisada de pedal típica para pasar a uno que te interrumpe. Por la calle Castilla, parecido. A 35-40, pero obligado por el tráfico. En un tramo despejado, mantengo el límite y me pasa un autobús de línea regular. Al final de la calle hay una señal de 20 km/h por la cercanía de un instituto. Coincide casi con un semáforo y no parece provocar una reducción de la velocidad (allí, de hecho, para coger La Marga o enfilar el subterráneo de salida, se tiende al acelerón).
Segundo López Vélez
Los pasos subterráneos si uno va desde la rotonda de Valdecilla Sur a la de Los Castros-La Albericia. Dos carriles. A 40. Otra sensación: hay que ir pendiente del velocímetro porque, si no, por inercia (o por costumbre), te pasas. Me adelantan cinco vehículos. Sólo uno se mantiene detrás respetando el nuevo límite. A los primeros en sobrepasarme –con más espacio por delante antes de la salida y del semáforo tras la curva– les pierdo de vista por el túnel. Eso da idea de nuestra diferencia de velocidad.
Los Castros
De la rotonda para enfilar La Albericia hacia la zona del Sardinero. Ya está señalizado el límite de 40. Voy clavado. Me pasan, en total, once coches. Sobre todo, en la parte inicial del trayecto. Antes de que el doble carril sea más estrecho en la parte de las universidades. Este es el momento de la historia de la furgoneta que intuyo que piensa que voy midiendo la velocidad. La semana pasada circularon muchas fotos por las redes de un presunto radar. ¿Se palpa un temor real a la multa?
Túnel de Tetuán
De la rotonda de Los Delfines a la de La Sardinera y, tras girar todo, otro paso en dirección opuesta. Sólo tiene un carril por sentido. Hay que ir a 30 km/h. En la ida voy casi solo. No coincido con otros vehículos inicialmente y tengo que dar 'pisaditas' al freno para mantenerme en los treinta. Entre una segunda marcha que parece que se ahoga y una tercera que te pide la costumbre (toca acostumbrarse a ese dilema, porque es así toda la mañana). En el tramo final me alcanzan tres coches y vamos en fila hasta la salida. En sentido opuesto hay mucho más tráfico. Sigo a 30. Los que tengo delante, se alejan. A mitad del túnel, mirando por los retrovisores, veo que he formado una fila que llega –lo intuyo– hasta la boca de entrada. Muchos coches. Otra vez por apuro –y por querer comprobar si irían más rápido si no estuviera–, acelero. Me sorprende que el que va detrás mío apenas aumenta su velocidad y volvemos a agruparnos hasta la salida.
Avenida de Cantabria
Subiendo desde Los Agustinos hasta la rotonda que permite acceder por un ramal a la turborrotonda de la S-20. Un único carril. A 30. Para no superar el límite, debo ir frenando en ocasiones porque la inercia del vehículo –muchos tramos tienen una ligera pendiente en bajada– hace que coja 40 sin darme cuenta. Apenas hay tráfico en este momento, pero los pocos coches que hay me van alcanzando. Formo pequeñas caravanas. De dos, de tres, de cuatro... Hasta que se desvían en alguna de las numerosas rotondas. En la fila más larga que llega a formarse llevo a una conductora detrás a la que veo por el retrovisor hacer gestos de cierta desesperación. No pita, ni me da las luces, ni hace una maniobra brusca para tratar de adelantarme. Pero sí que hace gestos.
S-20 (Avenida de la Constitución)
Hace dos semanas, para un reportaje en este periódico sobre la velocidad a la que se circulaba realmente antes de que entraran en vigor los nuevos límites, pasar por la S-20 respetando ese tope máximo de 50 (que se mantiene y es el más alto en la ciudad) –y de 40 al acercarse a las rotondas– supuso ser adelantado por diez vehículos. El paso por ese mismo itinerario el pasado miércoles deja un poso algo distinto. Al menos, en ese recorrido, menos adelantamientos que antes de que entraran en vigor las nuevas normas y la percepción de que se circula con 'autocontrol'. Reprimiéndose de pisar un poco más.
Reina Victoria
En realidad, el tramo recorrido va desde la rotonda dedicada al doctor Fleming hasta Puertochico. Un único carril –a 30, entonces (aunque hay que volver a recordar que en muchos puntos aún hay señales que no se corresponden con las nuevas normas)–. Hay muy poco tráfico (son, aproximadamente, las 13.00 horas) y mantener esos 30 kilómetros por hora circulando solo en un trayecto relativamente largo implica volver a tener esa sensación personal de ir pisando huevos. Pero es compartida. Porque los pocos coches que hay van a una velocidad similar. De hecho, los que vienen en sentido opuesto, que son más, van algo más rápido. Pero poco más. Por todo el Sardinero, tras pasar la curva de La Magdalena, dejando a un lado Los Peligros e, incluso, ya por la Cuesta del Gas o Castelar. Parece que el movimiento, en general, se ha ralentizado. Que se circulara como en la moviola.
Paso subterráneo de San Fernando
Tras dejar atrás el Paseo de Pereda (con doble paso para comprobar también la velocidad en la zona marítima, en sentido opuesto) con la misma sensación de que la mayoría de conductores se ha puesto de acuerdo para ralentizar su marcha, aunque siga por encima del límite (sabedores de las nuevas normas y de las posibles sanciones, pese a las dudas que todavía existen), el siguiente punto en el que se nota la 'presión' del resto de vehículos es en el paso subterráneo de camino a San Fernando. A 30 km/h vuelve a formarse una fila de tres o cuatro coches que adelantan cuando llegamos al doble carril en dirección a Cuatro Caminos.
Cervantes
Para que el experimento fuese completo, la idea era circular también por calles con el límite en 20 km/h, más allá de aquellos puntos concretos de otras vías con la velocidad limitada de ese modo por la presencia de un centro escolar (General Dávila, calle Castilla...). El problema es que el miércoles no había demasiado disponible. En cuanto a las semipeatonales, Ataúlfo Argenta, San Luis o Marcelino Sanz de Sautuola están cortadas en todo o en parte por obras. Quedaba Cervantes y la cogí girando desde Cisneros. Es un tramo tan corto y tan densamente poblado de coches a casi todas horas (el semáforo del final de la vía hace mucho), que circular a 20 no es una elección. Con ese límite o, incluso, más despacio por obligación.
El recorrido al completo
Para hacerse una idea, el recorrido completo por estas calles –seleccionadas por su carácter de ejemplo diseñando el itinerario con varios conductores de los que circulan por Santander cada día– se realizó el miércoles entre las 11.00 y las 13.30 horas, con paradas en puntos seguros para tomar anotaciones de todo lo sucedido. Al final de la mañana, varias conclusiones. Que la sensación en algunos puntos es la de circular anormalmente despacio (por lo conocido hasta ahora) y que eso se nota, sobre todo, al salirse del centro y de las calles más transitadas (los profesionales hablan de La Reyerta o Los Castros, por ejemplo). De hecho, hay que ir muy pendiente de los indicadores del coche para no pasarse del límite por costumbre. Y ocurre que, respetando el límite, buena parte del resto de conductores considera al vehículo no infractor como un estorbo. Pero, a la vez, resulta evidente que hay una aceptación –porque no queda otro remedio– de los nuevos límites y se nota una reducción de la velocidad (independientemente de que se ajuste al nuevo tope), especialmente en las arterias principales. Eso sí, es absolutamente necesaria la aclaración con las señales. Evitar los contrasentidos de las nuevas normas y las indicaciones que quedan sobre el terreno.
Es una aproximación «muy ligera» con datos de los primeros días, pero sirve para hacerse una idea. El Grupo de Movilidad Sostenible e Ingeniería Ferroviaria de la Universidad de Cantabria, en base a la información de las espiras por la ciudad, calcula que hay una variación del 7% a la baja como media en la velocidad. En algunos puntos de Los Castros alcanza casi un 9%, en el túnel de Tetuán un 5,42% y también hay descensos en General Dávila, por ejemplo. Por contra, en San Fernando, Jesús de Monasterio o Cervantes, entre otros, no hay cambios. En todo caso insisten en que son datos de los primeros días y que para ver el efecto real es necesario más tiempo.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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