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Ha sido hasta el presente el talón de Aquiles y la chinita en el zapato de una infraestructura que ha merecido elogios unánimes y sigue acaparando la atracción del visitante que busca referentes arquitectónicos. La denominada piel de cerámica del Centro Botín, un sello ... de singularidad y seña de identidad del proyecto del arquitecto genovés Renzo Piano ha supuesto un problema para los gestores del edificio levantado durante más de cinco años sobre el muelle de Albareda.
Desde hace casi siete meses el edificio de Renzo Piano permanece envuelto en una fina malla protectora que cubre las fachadas. La Fundación comenzó a instalar el pasado mes de junio una red «provisional» mientras se estudiaba la evolución de las piezas afectadas, según la teoría oficial, por factores medioambientales.
Año y medio desde su apertura El 23 de junio de 2017 el edificio, levantado sobre el muelle de Albareda , abrió sus puertas.
Envolvente Son cerca de 280.000 las piezas que configuran la cerámica.
Ya desde los primeros meses el mantenimiento lógico se tradujo en una frecuente restitución de piezas de cerámica que presentaban deficiencias, lo que afectaba a su ajuste, o bien se consideraban defectuosas. La delicada «piel» del edificio, el mayor «reto» en la construcción de Renzo Piano, fue sometida a una constante labor de mantenimiento, lo que se tradujo en ocasiones en una obligada operación para suprimir o eliminar algunas piezas y zonas de la superficie de las fachadas.
Siete meses después de que la Fundación decidiera cubrir ambos volúmenes, Este y Oeste, con una malla ad hoc, la protección (que evita la frecuente restitución y evita el peligro de posibles desprendimientos) de la piel de cerámica del Centro Botín se mantendrá así el próximo año, al menos a medio plazo. Desde la institución se ha comunicado que por el momento no es previsible tomar ninguna otra medida y en 2019 el Centro Botín continuará sometido a la red que sirve de precaución y mantenimiento.
El Centro Botín cumple ahora un año y medio desde que se abriera al público. Sus gestores poco partidarios de comunicar datos con cierta periodicidad, darán a conocer a comienzos de 2019 cifras relativas a visitantes. Tras la elogiada exposición de Miró que propiciará la instalación permanente de tres de sus piezas, tanto dentro del Centro Botín como en los Jardines de Pereda el próximo año, su principal sala de exposiciones acoge hasta febrero una celebrada muestra de la escultora Cristina Iglesias.
Durante el verano, con las fachadas ya cubiertas por la red, se comunicó oficialmente que no se contemplaban cambios respecto a los problemas detectados en el revestimiento del edificio. El Centro Botín, que en su primer año de vida registró más de 230.000 visitantes, de las cuales 204.000 accedieron a sus exposiciones, vio como punto negativo el defecto en algunas de las cerca de 280.000 piezas que integran la cubierta del doble volumen construido durante cinco años.
Íñígo Sáenz de Miera, director de la Fundación, anunció la instalación de una malla protectora mientras se lograba dar con una solución definitiva que, a parecer, se sigue resistiendo. Durante meses se fueron reponiendo debido a las fisuras detectadas. No obstante nunca se desprendió ninguna pieza.
La malla fina, a modo de red protectora, cubre las fachadas verticales del Centro. En determinadas piezas se venían registrando defectos en su dibujo y se revelaba la aparición de estrías y fisuras de diferente dimensión, lo que provocó, desde las primeras semanas de funcionamiento del edificio, la retirada y reposición de un elevado número de ellas. Tras los diversos estudios los técnicos comprobaron que esas reacciones defectuosas, se debía «a una falta de adaptación a los cambios de temperatura».
La peculiaridad del revestimiento, que refleja las tonalidades de la bahía, el cielo y los Jardines de Pereda, se consideró por el propio Piano como «uno de los elementos más representativos» del equipamiento cultural construido desde los últimos cinco años frente a la bahía.
La envolvente de cerámica que cubre el edificio desde el vientre hasta el techo, inspirada en texturas del mundo natural, está integrada por piezas cerámicas circulares y curvas de 156 milímetros de diámetro y acabado reflectante que el arquitecto genovés definió en su día como «algo semejante a las células de la piel humana, una especie de poros por donde la piel respira».
La colocación de la malla, según la Fundación, respondió a un criterio de prudencia y seguridad pero, sobre todo, se concibió como una actuación provisional. Para la institución se trataba de ganar tiempo y ahorrar costes «sin alterar la estética» del edificio. Las cerámicas constituyen la cobertura exclusiva ideada por el arquitecto genovés que, inspirándose en las texturas del mundo natural, quiso que la fachada del Centro de Arte pudiese «aprovechar estéticamente el reflejo de la luz, captando las diferentes tonalidades según los cambios meteorológicos». Se concibió una amplia gama de esmaltes, «del brillante al mate, hasta llegar al actual color blanco, un poco satinado que lucen las piezas». Toni Cumella, cuya firma posee una amplia experiencia internacional, es el artífice de esa 'piel' que se fabrica en moldes metálicos circulares en los que se pone la cantidad precisa de gres. Su proceso comienza con el moldeado de cada pieza, que es extraída después por un robot mediante una ventosa con vacío.
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