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La S-20 cumple 20 años del inicio de su urbanización colgando el cartel de 'casi completo'. La Avenida de la Constitución (éste es ... su nombre en el callejero santanderino) es un hervidero de proyectos en la actualidad, con cuatro promociones en marcha y -en la primera línea de la autovía- apenas quedan tres grandes parcelas por ocupar. Desde El Sardinero, en la primera que queda vacía (junto al McDonalds), el Grupo Robera prevé construir pisos con cuatro espacios comerciales. En la segunda gran finca estuvo la Granja del Poni y la tercera se localiza entre el Parque Empresarial Piasca (ya cerca del túnel de La Albericia) y el supermercado Aldi.
Entre las construcciones vivas destacan las 73 viviendas que promueve Real de Piasca (en tres bloques) y las 34 que la empresa SMP Espacios está levantando repartidas en dos edificios junto al Burguer King. Cerca del conocido como 'vial de Amparo' (su verdadero nombre es Justo Colongues) se anuncia una promoción de ocho viviendas y, el cuarto proyecto por concluir, es un edificio junto a Lupa sobre el que pesa una sentencia de derribo y cuyo futuro, por tanto, está en veremos.
53 promociones se han desarrollado en la zona en dos décadas.
2.800 viviendas se contabilizan en la primera línea de la S-20, un vial que nació como autovía pero pronto pasó a vía urbana.
Precios. Esta zona de expansión de Santander es máscara que otras como El Alisal o Nueva Montaña
Solo se han necesitado dos décadas para urbanizar el margen norte de este gran vial que nació para enlazar Santa Cruz de Bezana (y, por tanto, la ciudad con todo el Oeste de la región) con El Sardinero. En los años 90 se necesitaba un nuevo vial para dar servicio de entrada y salida a la capital, pero los alrededores de la S-20 han acabado por convertirse en una ciudad en sí misma: en este tiempo se han puesto en pie 53 promociones y, en total, se han construido 2.800 viviendas, que son muchas más si se añaden las de las calles aledañas. Alrededor de un 30% del total se destina a segunda residencia.
La gran carretera arranca o muere (según se mire) en un punto en el que se concentran un centro de salud, el campo de futbol de mayor categoría de la región, un hotel, un reputado colegio concertado y un pabellón deportivo de diseño, aunque fallido. Justo enfrente de éste se ubica la primera gran urbanización que acogió la calle, conocida con el sobrenombre de 'los toblerone' por su aspecto exterior, similar a la barra de chocolate suizo. Durante los primeros años, vivir en la S-20 no fue una bicoca sino casi un acto de valentía: parecía que uno se iba de la capital para caer en Monte y Cueto, lugares que se veían como alejados del centro, instruye una vecina de Monte.
Además, florecieron las viviendas en la margen norte pero no la oferta comercial debido a que el Plan General imponía un ratio para los locales comerciales que no compensaba a los promotores, por lo que el sitio tuvo mucho tiempo aires de destino dormitorio. Pero en los últimos tiempos han ido aumentando los servicios y la percepción ha dado un giro. A la cercanía de las playas de El Sardinero (se puede acceder a ellas dando un paseo) y del Parque de las Llamas (el gran pulmón verde de Santander), hay que sumar dos restaurantes de comida rápida de multinacionales, otros cántabros, un centro de empresas, una gasolinera y dos grandes supermercados. Más todavía: allí se localiza una sala de conciertos que, encima, en días señalados acoge un glamuroso mercadillo. Por no faltar, no falta ni campus universitario, que está enfrente, a tiro de piedra, ni aparcamiento para autocaravanas.
El lado sur de la avenida colinda con la vaguada de Las Llamas, reservada por el Ayuntamiento como gran espacio natural de la ciudad. En el equipo de gobierno son conscientes de que este es un plan a largo plazo (desarrollarlo llevará entre 10 y 15 años). Sobre el papel, la aspiración es llegar casi a doblar el actual parque de Las Llamas «haciéndolo compatible con la bajada de Polio y con la futura ampliación del campus de la Universidad de Cantabria», dice el programa electoral de Gema Igual.
El caso del edificio sobre el que ahora pesa sentencia de derribo en la S-20 es una singularidad de la calle. En febrero de este año se supo que el juzgado de Primera Instancia número 10 de Santander había ordenado la demolición de un bloque de 22 viviendas, garajes y trasteros cuya dirección es Ernest Lluch pero que mira a la autovía (está ubicado junto a Lupa). La comunidad de propietarios de la finca colindante demandó ser la legítima dueña del terreno sobre el que se ha edificado y el juzgado le dio la razón. Aunque el fallo judicial aún no es firme, el futuro del inmueble está en veremos, ya que el juez estimó que la promotora solo tenía derecho de vuelo sobre la finca edificada y este derecho caducó en febrero de 2018. La parcela construída formaba parte de otra mayor en la que hace 10 años se construyó un bloque de pisos (Monarca Fase I). La superficie restante se dejó hasta la construcción de una segunda fase, pero el derecho caducaba y, cuando la promotora Buildingcenter, filial de Caixabank, obtuvo licencia de obra en octubre de 2017, se le advirtió de que no construyera, pues solo tendría cinco meses para desarrollar su proyecto lo que era a todas luces insuficiente. El pleito no ha terminado pero puede que, en el futuro, este hueco de la S-20 quede vacío.
Como vía de comunicación, la S-20 se inaguró en enero de 1997, bajo el mandato del alcalde Gonzalo Piñeiro y del presidente José Joaquín Martínez Sieso, que recibieron al ministro Rafael Arias Salgado para la efeméride. En el momento de su nacimiento, se la etiquetó de Autovía Bezana-El Sardinero porque se proyectó para dar una nueva posibilidad de entrada y salida a la ciudad, cuya configuración orográfica tenía totalmente constreñido su crecimiento. El plan se redactó en 1990 y, como todos los de envergadura, sufriría varios retrasos: se abrió a la circulación con dos años de retraso sobre los tiempos inicialmente previstos pero, cuando se hizo, se comparó su importancia para Santander con la que tendría para Madrid la M-40, que dio enlaces y un respiro de tráfico a amplios distritos de la capital española.
Desde el falso túnel de La Albericia hasta El Sardinero, la vía urbana se extiende a lo largo de casi cuatro kilómetros. Es una calle más de Santander, aunque algo particular. Entre las desventajas que cita una persona que vive allí hace 15 años, están las malas comunicaciones por transporte público con el resto de la ciudad, sobre todo con el centro. «Otras zonas residenciales» de la capital de nuevo cuño, como Nueva Montaña o El Alisal, están mucho mejor comunicadas, mientras que en la S-20, los vecinos están casi obligados a desplazarse en vehículos particulares.
Una de las empresas que más ha construído en la S-20, el Grupo Robera 2000, apostó por la S-20 porque le veía innumerables ventajas. El gerente de la compañía con sede en Bilbao (el cántabro José Ramón Cornejo) defiende que una de las mayores virtudes de la avenida son «unos accesos muy buenos. Puedes vivir allí y la salida hacia Bezana, Camargo o Torrelavega es directa. Esto, a diario, se valora mucho». Cornejo añade que, en los últimos años, han mejorado mucho las conexiones con el centro de Santander «con calles transversales» y que el plan es seguir facilitando estos vínculos. A esto hay que agregar que la «vaguada de las Llamas siempre va a ser una zona verde y eso actualmente es un gran atractivo... Y que se ve el mar, aunque sea de forma oblícua, desde la mayor parte de los pisos de primera línea».
Todos estos factores han propiciado que haya sido la zona de crecimiento de Santander «preferida por la clase media alta de la región». Según sus datos, el perfil del comprador es una persona de entre 35 y 50 años, profesionales o empresarios «y últimamente, algún inversor con vistas al alquiler porque se saca una rentabilidad en torno al 3%». El 70% de los clientes de Robera proceden de lo que él denomina 'el gran Santander' (Bezana, Camargo, Piélagos, Torrelavega...). El 30% restante tiene carnés de identidad de Madrid y Vizcaya.
A sus ojos, en este entorno «coincide por vez primera» un urbanismo que «cuida la estética y la ética, lo que no se ha dado siempre en Santander, que ha cuidado mucho sus fachadas nobles y ha construído muy mal en las segundas o terceras calles. En la S-20 las urbanizaciones son racionales, con zonas de esparcimiento, en calles anchas y de buenas calidades». Todo esto confluye para que sea una franja donde los precios han sido siempre más altos que en otros puntos de la urbe que han crecido de forma paralela. «En Nueva Montaña, un piso medio de 90 metros cuadrados cuesta 120.000 euros de promedio, en El Alisal ese mismo piso ya sube a 150.000 euros. Y en la S-20, esa vivienda no baja de los 100 metros y el precio se pone en los 240.000 euros, el doble que en Nueva Montaña», ilustra el constructor.
Tanto confía Robera 2000 en este vial que, para mediados de 2020, su gerente espera poder iniciar la promoción de 65 viviendas junto a McDonalds. Allí mismo construirá cuatro locales comerciales que sacará al alquiler: uno de ellos será de 1.000 metros y los otros tres serán de 300 metros cada uno. Cornejo quiere que los ocupen marcas que «den un poco de vida al barrio». Cree que no habrá problema para colocar ni los locales comerciales, sobre los que ya ha tenido conversaciones, ni para vender los pisos. «Sin llegar a la normalidad, el mercado se está reactivando. Y los precios, ahora, son inmejorables».
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Ana del Castillo
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