Con el culete rojo y helado
Pista de hielo. ·
La estampa de los patinadores y de sus caídas en Santander o Torrelavega es ya otra postal de las fiestas en CantabriaSecciones
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Pista de hielo. ·
La estampa de los patinadores y de sus caídas en Santander o Torrelavega es ya otra postal de las fiestas en CantabriaMamá está en la grada que hay a un lado (la que da a San Francisco y Juan de Herrera). Charla con una amiga y mira de reojo la pista. De pronto, da un brinco sobre el asiento y llama a los dos críos a ... gritos: «¡Paula, Diego...!». Del susto, la niña tropieza y se cae. Pero mamá insiste (la caída es un tropezón sin consecuencias): «Venga, ven». Cuando llegan a la valla, los niños sonríen y saludan con la mano a la pantalla del teléfono de su madre. Una videoconferencia. La familia, desde Sudamérica, les está viendo patinar sobre hielo. Sentarse estos días un rato en la plaza Porticada de Santander o en la de La Llama, en Torrelavega, da para un buen puñado de escenas navideñas. Un 'Love actually' -seguro que han visto la película- de andar por casa.
Junto a la estatua de Velarde han colocado un cartel enorme. 'Pista de hielo El Carámbano'. La de Santander abre hasta el 7 de enero. De domingo a jueves (y festivos) entre 10.00 y 22.00 horas. Los viernes, sábados y vísperas de fiesta el horario se amplía hasta las once de la noche, mientras que en las fechas especiales (Año Nuevo, Reyes...) se reduce ligeramente. Hay patines de todas las tallas, todos de color azul, entre los números 25 y 49 y la entrada (con el alquiler de patines incluidos) cuesta 7 euros. Si no llevas guantes o calcetines (que son obligatorios), te dejan unos. Cada par (de guantes o de calcetines), 2,50.
Son algunas de las normas, porque hay más. Están en un cartel junto a la taquilla. Pantalones largos, no pasarse con la velocidad, patinar en un único sentido, hacer caso al jefe de pista... Sentido común. Y para los menores de 5 años, pista infantil especial (a un lado de la otra).
A partir de ahí se trata de atreverse. «¿Sabes qué pasa? Que vosotros no sabéis y os vais a caer...». Papá no tiene mucha confianza en los dos chiquillos que le están tirando de la manga para que se ponga a hacer cola. A otros, lo de las caídas les importa poco. Ojo a la escena. Tres adolescentes plantan el móvil en la valla apoyado en posición vertical en una columna. No se van a ir sin el selfie patinando (o sin patinar). El problema es que la postura quiere ser tan especial cuando posan que las tres chicas acaban en el hielo (partiéndose de risa, eso sí) y rojas de la vergüenza cuando el monitor viene por si necesitan ayuda.
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Lo del móvil parece requisito imprescindible. Una chica -esta controla- va grabándose mientras se desliza con soltura (huele a historia de Instagram). Una madre se quita un guante y se detiene para localizar con la cámara a su niña. Las dos están patinando juntas. Y luego están los padres y abuelos que, desde fuera, en la tarima de madera que rodea la pista o en la grada, inmortalizan el momento de hijos y nietos: «Mírales».
Estar allí un rato da para un buen puñado de escenas. La chica con un gorro coronado por un pompón blanco que recorre el perímetro de la pista sin dejar de agarrarse a la valla. Una vuelta, otra y otra más. Pero no se suelta. «No tienes que ir dando golpecitos, con pasitos cortos. Tienes que deslizarte», le dice el novio adolescente a su chica en otro lado. En esto de las parejas hay de todo. Un poco más allá, con otros dos, es ella la que va controlando que él no se caiga. Le pone las manos alrededor sin tocarle, como a los niños pequeños que están aprendiendo a andar (esto, en el fondo, se parece un poco). Y luego están los 'pros', los que controlan, que van sorteando a los que se mueven despacio y es una gozada verlos deslizarse con esa soltura.
Es el patinaje y es el ambiente. Hasta el olor. En la entrada de la plaza está la máquina de tren de las castañas asadas, el puesto de churros de Calderón y el de hamburguesas y perritos de Hermes. Y al otro lado hay una serie de pequeñas atracciones. La noria, el trenecito entre árboles de Navidad y esas gomas que hacen que, casi, flotes en el aire. A 3 euros el viaje en la taquilla (el precio es el mismo para las tres), que además vende algodón de azúcar de color rosa.
Estampas de diciembre. En Santander o en Torrelavega. En la capital del Besaya está en la zona cubierta de la plaza de La Llama. La pista, que mantendrá su actividad hasta el 14 de enero, tiene 15 metros de ancho y 29,5 de largo, y el precio de la entrada -5 euros para los menores y 6 para los adultos- incluye también el alquiler de los patines. El aforo máximo es de cien personas.
Avanza la tarde y una y otra, Santander y Torrelavega, se van llenando. De patinadores y de caídas. Una colección de tropezones que no suelen pasar de divertidos. Suena 'Corazón partío' por la megafonía. Alejandro Sanz para animar la jornada. Un chavalín vestido de amarillo se está partiendo de risa. Se levanta, se cae, se vuelve a levantar, otra vez al suelo... Retumba todo cada vez que vuelve al piso. El corazón tal vez no, pero el culete se va a ir a casa rojo y dolorido. Sin dejar de divertirse, eso sí.
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