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María Antonia recorre a diario Santander de punta a punta. Empieza por la zona de Castilla-Hermida, donde reside, y llega hasta la playa de Mataleñas. «Hay que andar por salud», reconoce. Aunque en el camino, hace una parada. Y más en días como el ... de ayer, que «parece verano». Llega hasta la dársena de Molnedo y ahí aprecia las vistas a la bahía. «Es un lugar excepcional». Por eso, le sorprende que se dé tan poco uso a este espacio, «aunque entiendo que es porque está muy deteriorado». Más allá de algunos paseantes como María Antonia y los coches que acceden hasta los pantalanes, el muelle de Puertochico no solo está muy descuidado, también infrautilizado, a pesar de las privilegiadas vistas que pueden disfrutarse desde el muro. La gran mayoría de los adoquines, que tienen más de un siglo de historia, están ocultos bajo el cemento y los noráis –también históricos–, completamente oxidados. Precisamente lo que pretende el proyecto que presentó el miércoles la alcaldesa de Santander, Gema Igual, es dejar atrás las marcas del paso del tiempo en esta zona, aunque «preservando el respeto a su historia». Los vecinos aplauden que la regidora desechara aquel plan que incluía como icono de la ciudad el bisonte de Okuda y que así se «mantenga» la estética. Eso sí, temen que el resultado sea «como el de la plaza de Italia».
Isabel González
Vecina
José María Erasun
Vecino
Ese es por ejemplo el temor de Isabel González, que ayer por la mañana también dio un paseo por el muelle. «Si se rehabilita respetando la zona y la arquitectura, bienvenido sea. Pero que no se haga como en otras obras, que, para mi gusto, han destrozado lugares de la ciudad», comenta. «Entiendo que hace falta una rehabilitación. De eso no cabe duda». Esa rehabilitación de la que habla Isabel incluye, según lo que anunció Igual, una actuación que se desarrollará a lo largo de más de 5.000 metros cuadrados y que contemplará la mejora de la accesibilidad y la renovación del pavimento. Los adoquines, muy deteriorados actualmente, se recuperarán para colocarse de nuevo y los noráis serán sustituidos por otros históricos que aportará el Puerto. «Que haya una remodelación me parece correcto. Eso sí, siempre y cuando mantengan el mismo entorno», explica Leonor Muñoz, vecina de la capital. Aunque comparte su alegría porque el proyecto respete la historia de la ciudad y del Puerto, prefiere ser prudente. «Esta zona me gusta tal y como está. Con las vías incluso, ya que dan un carácter como más antiguo, más íntimo... No sé, me gusta así. Que se haga algo sencillo sin que rompa mucho con el entorno y mantenga la estética de nuestra ciudad. Si es que lo que tenemos ya es bonito. Mira, vengo todos los días a caminar y no me canso de ver el mar, que cada vez está de un color, es maravilloso lo que tenemos», añade. Aunque, si echa la vista atrás, reconoce que no todas las obras ejecutadas han tenido mal resultado. «Es cierto que también protestamos en su día cuando hicieron la Duna de Zahera y todo su entorno y luego es cierto que ha quedado muy bonito», matiza.
Otro partidario de lo clásico es Ángel del Castillo, uno de esos caminantes habituales de la zona de Puertochico. «Yo soy un clásico y me gusta mantener un poco lo que ya es bonito, me gusta que se mantenga. Entonces, soy partidario de que siga así, con algún retoque. Pero miedo me da porque no me gustó lo que hicieron en El Sardinero y tengo mis dudas con lo que hagan con los trabajos en los Jardines de Piquío». Unos trabajos que deberían haber comenzado el pasado septiembre.
Teo Fernández se muestra por su parte más crítico con el anterior proyecto que presentó Igual en 2019, durante la campaña electoral, que además del bisonte de Okuda incluía zonas verdes en la parte intermedia del malecón y áreas de ocio con tumbonas y bancos, «con unos principios muy similares a los que se aplicaron en Gamazo», comentó la regidora entonces. «Hoy en día vale todo. Lo del bisonte no tenía ningún sentido, pero da igual todo», dice este vecino de la ciudad. En principio, la idea de este plan, cuyas obras comenzarán en octubre de 2025, con una inversión de 1,1 millones de euros y un plazo de ejecución de diez meses, es «recuperar la historia, respetando los elementos originales y destacando su valor patrimonial», detalló el miércoles la alcaldesa. Además, esta actuación permitirá «culminar una serie de intervenciones urbanísticas que comenzaron hace años en la zona de Puertochico, como la reurbanización de la calle Castelar y del frente marítimo del Paseo de Pereda».
Un anuncio que no ha pasado desapercibido para los vecinos. Prueba de ello es que, ayer, un grupo de amigos que quedan a diario para pasear iban comentando el tema. «Justo veníamos hablando sobre ello», decían a su paso por el muelle. «Lo de Okuda no se le ocurre a nadie, ni tampoco lo de las flores, porque el viento sur las iba a secar enseguida», comenta José María Erasun, que no está de acuerdo con el enfoque que se pretendía dar a este lugar. «Esto es una zona marinera y lo que se debería hacer es arreglarla como tal. Y punto. Me parecería más oportuno colocar un barco de pesca pequeño en homenaje a la gente que pescaba en Puertochico, pero no un bisonte. Los bisontes están en Altamira y no son de colores», concluye.
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