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Si alguien que está en la calle se asoma al interior del aparcamiento calcinado de El Alisal desde la puerta de acceso de vehículos, solo ve un vacío oscuro. Suelos, paredes y techos están tan cubiertos de cenizas que absorben toda la luz y ... apenas se intuyen los espacios con las linternas de los operarios de las aseguradoras, que pululan de acá para allá tratando de localizar los vehículos que van rescatando a cuentagotas del agujero negro.
«Ahora hay que rezar porque arranque», cuenta Mar, que ve la luz cuando su marido pone en marcha el motor de su KIA Sportage, que los técnicos de la aseguradora acaban de subir a la grúa. «Ahora lo llevarán a la casa, porque lo tengo asegurado a todo riesgo, y quiero que me lo pongan perfecto, como lo tenía». Mar ha tenido suerte porque parece que el vehículo está bien. No como la mayoría. Hasta ochenta vehículos, según los bomberos, se vieron afectados por el fuego -treinta de ellos han quedado completamente destruidos- que elevó la temperatura del subterráneo hasta los 900 grados la madrugada del pasado jueves, hace ahora una semana, cuando el incendio devoró todo lo que pudo durante varias horas.
Adentrarse en el aparcamiento es como viajar a otro mundo. Un lugar donde la oscuridad es total. Las linternas apenas revelan parte de la realidad y cuando esta se muestra, parece ficción. Hay vehículos que están, literalmente, derretidos, como un helado recalentado al sol. «He visto muchos coches calcinados, pero nunca había visto motores y llantas así», confiesa Manuel Cueto, de Mapfre. De las motos quedan apenas cuatro hierros. Y luego están aquellos automóviles que parecen estar menos afectados. Al menos de un primer vistazo; aunque en el detalle se puede comprobar cómo las gomas que recubren los bordes de las puertas están completamente derretidas, como los guardabarros de plástico. «La electrónica de todos estos estará echada a perder», avanza otro vecino que se ha aventurado a inspeccionar protegido con una mascarilla.
Las motas de hollín flotan en el aire y bailan frente a los haces de luz de las linternas. Son tóxicas, por eso no es recomendable pasearse allí dentro durante mucho tiempo. Los que salen del interior parecen abandonar una mina, porque cada una de esas pequeñas partículas negras se pega a la piel y se esparce como si fuera carbón. Afuera, tentando a la suerte con una sudadera blanca impoluta, Miguel Casar se empeña en lanzarle cubos de agua a su Suzuki, que acaba de sacar. «Parece que está impoluta, ha habido suerte, porque arranca y no veo que se haya quemado nada», celebra. «Es una suerte porque casi es un vehículo histórico, de 2007», detalla.
Entre tanto, la labor de limpieza continúa en superficie. Trabajadores de la empresa Isbel utilizaron ayer pértigas para alcanzar las zonas más altas de paredes y ventanas. «Estamos pasando una y otra vez paredes y techos, pero es muy complicado. Va a haber que darle una mano de pintura», comenta uno de los operarios que llevan días dejándose la piel para quitar la costra oscura y pegajosa. Cambian los cubos de agua cada dos pasadas y aún con todo no terminan de eliminar el hollín. «Esto es tremendo. Se pega a todas partes y no conseguimos quitarlo», agrega una de sus compañeras, que comenzó a fregar apenas 24 horas después de lo sucedido.
El portal 66 fue el más afectado por ser el que se encontraba más alto y por convertirse en el punto de salida del humo. Además, los vecinos dejaron las puertas del garaje abiertas, y eso convirtió al edificio en chimenea. El resultado fue que muchas de las viviendas se cubrieron de ceniza. «Sobre todo me cubrió todos los suelos. He pasado dos días limpiando a fondo y aún así todavía lo noto sucio», explica María, que muestra unas fotos tomadas con el móvil con las que pretende que el seguro le compense de alguna manera.
Eso es en lo que están ahora la mayoría, en las reparaciones, en el día después. Muchos vecinos han aprovechado estos días para acercarse por la Jefatura Provincial de la Policía Nacional, que se encuentra a cuatro pasos de esta urbanización, para formalizar la denuncia y todos continúan defendiendo que es preciso acometer una reforma integral del garaje. «No podemos reabrirlo, esperemos que lo precinten porque está peligroso. Lo que ha dicho el administrador de limpiarlo con una manguera y abrirlo es una barbaridad; espero que no se haga porque sería una temeridad», coinciden varios residentes.
Las imágenes que grabaron las cámaras de seguridad del garaje la noche que se desencadenó el incendio se han filtrado entre algunos vecinos. Lo ha anunciado el administrador en una circular en la que advierte de que esas imágenes deben destruirse porque constituyen una prueba de la investigación que la Policía Nacional mantiene abierta. El administrador solicita en esa circular que se destruyan las copias y que no se difundan porque están en manos del juzgado instructor y pueden perjudicar el proceso de la investigación. Además, recuerda que hacerlas públicas puede suponer una responsabilidad penal.
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