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Alemanes, franceses y españoles copan el aparcamiento habilitado en las inmediaciones del parque de Las Llamas, en Santander. Una variedad de nacionalidades que ya es una estampa muy habitual durante esta época del año, donde vehículos como autocaravanas y furgonetas camper recorren la carretera a ... lo largo y ancho del país. Pero detrás de esas pequeñas casas sobre ruedas hay historias que empiezan por la mañana con un café y un repaso al mapa para fijar el próximo destino por la cornisa cantábrica.
Distintos perfiles, misma pasión. Desde los más novatos que debutan en esta manera de viajar –durante sus vacaciones– hasta los veteranos que aprovechan la jubilación y un mayor tiempo libre para echarse a la carretera cada vez que les apetece. Aunque el minimalismo sea una de las claves de esta experiencia, no les falta de nada para pasar varias semanas lejos de casa. Lo que está claro es que les une las ganas de descubrir mundo.
En el caso de Damián Martínez viaja junto a su mujer, María, y su mascota, Voldi –un pequeño perro bastante peludo– en una autocaravana alquilada. «No conocíamos el norte de España y esta nos parecía la mejor forma de hacerlo», explica Damián. Con la ciudad condal como punto de origen tienen previsto recorrer la costa cantábrica, bajar hasta Oporto y volver a Barcelona por el centro de la península. «Se hace extraño acostumbrarse a un espacio tan pequeño al principio, pero es un cambio al que te amoldas rápido. En cuanto al perro, tiene su propio trasportín en el que entra y sale cuando quiere, así que todos estamos cómodos durante los trayectos». Dos semanas de viaje que van a aprovechar para desconectar de todas las obligaciones. «Nosotros aprovechamos la cocina para el café y las meriendas, el resto de comidas nos gusta salir a probar la gastronomía de cada lugar en el que estemos».
Entre el medio centenar de casas rodantes que se encuentran estacionadas se hallan Ángel Ruiz y Gema Serrano, residentes en Alicante y que también están ante su primer viaje en esta clase de vehículo. «Nos ha prestado mi hermano su autocaravana para que probemos la experiencia y ver si nos gusta para comprarnos una nosotros», aclara Gema. Una inversión que les vendría bien porque una de las aficiones de Ángel es el mundo de las carreras de trail y tener una autocaravana les permitiría desplazarse con mayor comodidad. «Es un ahorro que haces, por así decirlo, en hospedaje y lo puedes dedicar más a otras cosas, a disfrutar más del camino libre y no tener la atadura de estar en un sitio hasta tal hora», subraya Ángel. Castro Urdiales, Laredo, Santoña, así hasta llegar a otros municipios de Asturias como Ribadesella, Cangas de Onís. Ese es el plan de ruta que tiene esta pareja hasta regresar a la Comunidad Valenciana. «Tenemos nuestro pan, nuestro cafetito, así que desayunamos genial. Para dos personas el tamaño interior está bien, nos apañamos haciendo las comidas y tenemos el espacio suficiente para que no nos agobiemos dentro».
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Uno de los aspectos que más valoran los turistas a su llegada a Santander es la ubicación verde en la que se encuentra el aparcamiento. «Es un lujo despertarse en un entorno así», relata Manuel Jiménez, manchego y que se encuentra en el norte junto a su mujer huyendo del calor. Mientras espera a que su pareja se despierte, Manuel aprovecha estos minutos de la mañana para estirar las piernas y dar un paseo por el parque de Las Llamas.
Después de un mes de viaje por la península, el mayor motivo por el que Manuel y su mujer, ya jubilados, no van a alargar su estancia en autocaravana durante todo el verano es para poder disfrutar de tiempo con sus nietos. «Tenemos fecha de vuelta por ellos, porque queremos disfrutar que no tienen colegio. Aunque nuestros hijos nos dicen que no tengamos prisa, que allí están a 40 grados, pero iremos bajando de vuelta a casa más pronto que tarde». Con cinco años desde que adquirieron su autocaravana, son toda una pareja experimentada en vivir con la casa a cuestas. «Vamos sin prisas, nos despertamos cuando nos apetece, desayunamos con calma y ya nos vamos a comer por ahí. Lo bueno de no estar alojados en un hotel, es que entramos y salimos cuando queremos. No tenemos que estar pendientes de la hora». Durante los años que llevan experimentando esta forma de viajar, pocas son las ciudades que les queda por visitar. En el caso de Cantabria, ya son todo unos expertos. «Santander nos la conocemos muy bien, nos movemos muchas veces andando desde el aparcamiento, siempre que el tiempo acompaña y no llueve, aprovechamos para ir a la playa y estar un rato tranquilo frente al mar».
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