Revilla e Igual se dan la paz juntando sus codosAlberto Aja
Festividad de la Virgen del Mar
Devoción santanderina en fase dos
Santander ·
La crisis dibuja la celebración más «rara» de la Virgen del Mar entre mascarillas, aforos reducidos y colas con distancia | El obispo apela al consuelo de la patrona de Santander y a la solidaridad con los «más vulnerables» por esta pandemia
«Eres la reina, eres la madre de Santander». Salvo el himno, que, como siempre, se cantó en el final de la misa, todo fue distinto. No en el fondo, pero sí en las formas. Buscando paralelismos, lo más parecido a la procesión de todos los años fue el breve paseo del obispo y la alcaldesa por la campa hasta llegar a la ermita. Y, si a muchos nos ha tocado descubrir estos meses el teletrabajo, este lunes los devotos inauguraron la teledevoción (la eucaristía, con aforo restringido, se retransmitió en directo). «¿Qué tal, Gema?», le preguntaron a la regidora mientras, en la fila, esperaba que le pusieran gel en las manos. «Bien, pero raro». Sí. Fue raro. La celebración de la Festividad de la Virgen del Mar fue como nunca. Con mascarilla, lista de acceso y un trapo para desinfectar la barandilla de las escaleras a cada rato. Con el puente separado por vallas y cintas para marcar un camino de ida y uno de vuelta. Con toques de codo en vez de abrazos o apretones de manos. Con los cofrades diciendo cada cierto tiempo «guarden las distancias». Distinta en las formas. Aunque en el fondo, para los creyentes, se tratara de lo de siempre. Pedirle a la patrona un poco de consuelo. Y eso fue justo lo que hizo Manuel Sánchez Monge. Con los afectados por la pandemia en el centro mismo de todas las plegarias.
La edición de este año no será fácil de olvidar. Ni procesión, ni romería, ni mercadillo. Tampoco problemas de aparcamiento o esa foto repetida de la campa abarrotada durante la misa de doce. No es que estuviera vacío. Para nada. Hubo gente, pero desperdigada. Y hubo colas para poder ver a la patrona o poner una vela. Por turnos, en orden. Ahí merece un diez el esfuerzo de los cofrades que se ocuparon de organizarlo todo, de informar y de evitar –en lo posible, porque no siempre es fácil– el roce por la cercanía (había numerosos efectivos de Protección Civil, Policía Local y Nacional). «¿A la iglesia se puede entrar?», «¿La cola para visitar a la Virgen es aquí?», «¿Ya está la Virgen o aún no ha llegado?»... Muchas dudas.
Para resumir, lo organizaron con varias misas con aforo limitado y la de doce restringida a representantes de las instituciones. Con entrada por una puerta y salida por otra. Además, para la ofrenda o para el saludo a la patrona, filas separadas, mascarilla obligatoria y gel en las manos antes de acceder a la ermita. Vallas, cintas, avisos...
La eucaristía y el mensaje
Ya dentro, a las doce menos cinco, los organizadores se daban prisa en acomodar a todo el mundo –a partir de ahí está la responsabilidad de cada uno a la hora de hacer corrillos–. Una persona en cada extremo de los bancos. Sentados ahí, 39. Más siete sacerdotes (contando al obispo), siete más entre fotógrafos, periodistas y cámaras de Popular TV, tres músicos... Estaba Gema Igual con César Díaz y Lorena Gutiérrez (PP) y su socio de gobierno Javier Ceruti (Cs) junto a los portavoces de PSOE, PRC y Vox en la Corporación. Ellos ejerciendo de anfitriones (junto a la asociación de vecinos y la Hermandad, claro) para el resto de invitados. El presidente Miguel Ángel Revilla y el consejero de Medio Rural, Guillermo Blanco. También Joaquín Gómez, en representación del Parlamento, junto a los mandos policiales y militares de la región, entre otros.
Todos, sin quitarse la mascarilla, escucharon el mensaje del obispo. Tuvo –es lo suyo– un componente religioso. Pero también (porque va ligado ) un claro poso social. No dio muchas vueltas y desde el primer minuto centró la homilía (y la jornada entera) en «los afectados por el coronavirus». Enfermos, familiares «que aún lloran a los que han perdido», «ancianos y personas que viven solas»... Sánchez Monge recordó la capacidad de la Virgen María para «el consuelo» y su labor como «intercerosa» al estar «cerca de Dios y de los hombres». «La Virgen del Mar –dijo– nos ayuda a no dejarnos llevar por el miedo». Luego habló del papel de la Iglesia. «Ante la crisis económica, la Iglesia no puede ofrecer soluciones políticas o estrictamente económicas», aseguró Manuel Sánchez Monge. «Pero sí –añadió– una llamada a la solidaridad y a la esperanza». Centrada en «las personas más vulnerables», en el «bien común» y en el «prójimo pobre y necesitado». Por eso, valoró el consenso para que el Ayuntamiento destine 18.000 euros de la subvención consignada a los actos de la Virgen del Mar –tal y como se acordó con la Hermandad– a los colectivos más desfavorecidos de la capital.
Fue una ceremonia sin apretones de manos por la paz y sin pasar el cesto –aunque hubo colecta al salir–. Sin altavoces fuera (alguno sí que lo hubiera agradecido porque no pudieron escuchar desde la campa) y con salida en orden después de cantar el himno –sí, el de «eres la reina, eres la madre de Santander» del principio de esta crónica–. «Está muy organizado», comentaban fuera dos mujeres con el pañuelo de la Virgen al cuello que esperaban en la campa. Dos de las que van todos los años. «Da pena verlo así, pero es lo que toca». Decían eso y que, al final, después de que amaneciera nublado y amenazara lluvia, salió el sol y quedó un día bueno. Sí. Y ojalá eso sea una metáfora.
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