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El esquiador que bajaba la calle Guevara; los atrevidos que se deslizaban con plásticos por Lope de Vega; Cioli, con su mítico bañador turbo, bañándose en la playa de La Magdalena cubierta de nieve; los niños jugando a bolazos en la plaza Pombo o haciendo muñecos con el frío elemento en la Plaza del Ayuntamiento. Seguro que al leer estas primeras líneas le ha venido a la mente aquel 15 de enero de 1985 en el que Santander amaneció teñida de blanco. Era martes y a pesar de que nevó durante cinco jornadas consecutivas, fue ese día cuando cuajaron hasta 17 centímetros de nieve como consecuencia de una de las olas de frío más intensas del siglo que asoló el país y que dejó recuerdos guardados en la memoria colectiva: colegios cerrados, coches atrapados y postales que, cuarenta años después, no se han vuelto a repetir. Además de dejar incomunicados a todos los pueblos de Cantabria ubicados por encima de los 300 metros.
Hay anécdotas para enmarcar de aquella jornada. Gente esquiando desde la avenida Pérez Galdos hasta la playa; trineos y plásticos que se deslizaban por el paseo de Menéndez Pelayo; autobuses municipales que no podían subir la Cuesta del Gas; los cuatro camiones ingleses atrapados en el centro, igual que los coches en General Dávila y en el Alto Miranda o la quitanieves del Ministerio de Obras Públicas trabajando en el Paseo de Pereda. De tal magnitud fue el temporal, que se tuvieron que repartir tres toneladas de sal por las calles de la ciudad. Incluso se dijo –en las crónicas de entonces– que unos grandes almacenes de la capital cántabra vendieron 1.500 pares de manoplas.
Niños juegan con la nieve en la plaza de Pombo. Foto: Miguel Ángel Pérez Jorrín
La llamada fuente de Los Meones, helada. Foto: J. M. Jimeno
Así estaba el paseo marítimo de Santander. Foto: Miguel Ángel Pérez Jorrín
AUX STEP FOR JS
Los expertos apuntan a que esa gran nevada fue provocada por la influencia de una masa de aire siberiana (polar continental) «muy fría y seca», explica Arcadio Blasco, delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Cantabria. «No suelen llegar directamente a la Península sino que atraviesan varias fases en su recorrido europeo». Así, la configuración que canaliza la llegada de este tipo de masas de aire a la Península implica «bajas presiones en el Mediterráneo occidental y un potente anticiclón que conecte el Atlántico norte con el interior de Rusia y que provoca un bloqueo de la circulación zonal». Además, añade, este tipo de masas de aire, en su origen, son muy secas, pero un pequeño recorrido por el Cantábrico «las puede cargar de humedad suficiente para provocar nevadas incluso a nivel del mar», como fue el caso de la de 1895 o las anteriores , en 1954 y 1956. Blasco aclara que también se pueden provocar este tipo de nevadas por la irrupción de masas de aire árticas marítimas y continentales.
A pesar de que la bajada de temperaturas ha sido evidente durante este último mes, cuesta imaginar que un episodio de ese calibre vuelva a producirse en una zona de costa. Aun así, los expertos no descartan tal posibilidad. Eso, aunque la tendencia general es que haga menos frío. «No significa que no vaya a haber olas de frío como la que ocurrió en 1985. A pesar de que en los últimos diez años los episodios fríos han sido breves y poco potentes, hubo una notable excepción en 2021, la ola de frío entre el 11 y el 18 de enero, tras las nevadas asociadas a la borrasca Filomena, y en las que localidades de la provincia de Teruel y de Guadalajara rondaron los 25 grados bajo cero», añade el delegado territorial de Aemet. De hecho, apunta, el «aumento de la temperatura en España es evidente en todos los meses del año, sin embargo, es menos acusado en los de invierno».
La de 1985 no fue la única nevada en Santander. Pero sí la más 'gorda'. Sin ir más lejos, dos años antes, en 1983, nevó durante siete días seguidos, entre el 8 y el 14 de febrero. También en 1987. La nieve cayó con intensidad y sí que llegó a cuajar en algunos momentos del día, aunque lo hizo solo en parques y jardines con una fina capa, que no superó los dos centímetros. Desde entonces, se han registrado otros episodios que llegaron a cubrir en algún momento la ciudad, pero de menor intensidad. Por ejemplo, en marzo de 1993 y en enero de 2006.
La más reciente es la de 2018, hace ahora siete años. Pero tampoco llegó al alcance de la del 85. La costa amaneció blanca y con temperaturas de hasta seis grados bajo cero. Los copos que comenzaron a caer en el litoral fueron creciendo en tamaño e intensidad y también cuajaron sobre contenedores, vehículos y tejados. Aun así, según recogen las crónicas de El Diario Montañés de entonces, a los vecinos de la ciudad que también vivieron la de 1985 les pareció «exagerado» comparar ambas «solo por los tres centímetros que se acumularon en las zonas más cercanas al litoral», apuntaron.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
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