Secciones
Servicios
Destacamos
El Ministerio de Sanidad lo ha denominado 'Confinamiento quirúrgico'. Lo más parecido a hacer un torniquete para frenar la hemorragia. Desde que el pasado sábado, día 4, se detectara un foco de coronavirus que alcanzó a 14 positivos en el número cuatro de la calle ... Nicolás Salmerón, en el barrio santanderino de Castilla-Hermida, más de ochenta vecinos se han visto obligados a vivir un 'Déjà vu' de lo que fue el estado de alarma. O peor aún, porque las condiciones de encierro en este caso son más estrictas de lo que lo fueron entonces.
Nadie puede salir del edificio bajo ningún concepto, y la Policía Nacional vigila con celo que la orden se cumpla. Tampoco pueden entrar, salvo en el caso de los sanitarios encargados de realizar las pruebas PCR o quienes se ocupan de higienizar las zonas comunes. Justo donde dicen los expertos que pudo haberse propagado el virus: a través de los botones del ascensor, de las barandillas de las escaleras, o cualquier otra superficie donde el dichoso virus monta sus trampas.
Los residentes contemplan con tedio desde sus balcones, o a través del visillo –los más tímidos–, esperando todos que pase este mal sueño que los mantiene de nuevo confinados. La Consejería de Sanidad avanzó que habría que aguardar a que pasaran 10 días desde el ordenamiento del confinamiento. Esa fecha se cumple este próximo martes. Los comerciantes, damnificados también en este lance, rezan porque pase pronto: «Nos están estigmatizando», protestan algunos, que ven como la recaudación ha caído de forma estrepitosa esta semana.
Carlos Fernández Vecino
Su mayor preocupación fue al inicio que el barrio fuera estigmatizado. «No tiene sentido porque esto podría haberle pasado a cualquier otro edificio en cualquier otro lugar», afirma Carlos Fernández. Fiel defensor de las libertades personales, «en toda su extensión», criticó desde su casa a quienes tratan de ver una causa justificada en el brote que el sábado día 4 apareció en el edificio de Castilla-Hermida. «Quienes afirman eso es que no saben cómo funciona esto. Aquí ha dado la casualidad de que ha habido un positivo que ha ido propagándolo por el edificio pero es algo casual y que no guarda relación con ninguna otra cosa más».
Teme que la imagen de estos días dañe a Santander, y que el turismo contemple ahora a la capital cántabra como un lugar 'infectado' por la pandemia. «Esto es un hecho aislado que no tiene por qué repetirse y que no afecta para nada a la región en su conjunto. Parece claro que estamos muy bien, mucho mejor que otras comunidades, y cuando este brote pase, que ya está controlado, pues seguiremos estando igual de bien. Con lo que esta región es un lugar seguro para viajar», concretó. Diseñador gráfico, ha trabajado durante todo el estado de alarma porque su labor es la elaboración de las ilustraciones que acompañan a muchas marcas de alimentación. «He tenido la mala suerte de que en todo el confinamiento del estado de alarma me ha tocado trabajar y ahora, cuando me había reservado unas vacaciones, resulta que pasa esto y me tengo que quedar en casa encerrado». Suerte que su gata lo acompaña en estos días donde sale al balcón de cuando en cuando a tomar algo el sol y a hacer ejercicio. Carlos Fernández es uno de los vecinos más jóvenes que habitan en el bloque confinado.
Tomás Pérez | Vecino
El sábado que comenzó todo, el pasado día 4, Tomás subía al cuarto piso del número 4 de Nicolás Salmerón, donde vive su hermana de 94 años para dejarle las bolsas de la compra. Pero al ver el problema que se avecinaba, decidió quedarse en la casa acompañándola. «Es muy mayor, está enferma y no puede valerse por sí sola». Los primeros días fueron duros. «No encontrábamos a nadie que nos llevara la comida porque no dejaban pasar más allá del portal y era todo muy confuso. Después las cosas se calmaron y ahora estamos mejor, pero lo hemos pasado mal», confirma. Tomás se asoma de cuando en cuando a la ventana para comprobar la situación abajo, en la calle. «Al principio de la semana había más revuelo porque estaban todos los medios de comunicación pero a medida que se ha ido calmando la cosa todos estamos más tranquilos y esperando a que todo esto pase porque al final lo que todos queremos es recuperar nuestras vidas».
El pasado jueves los servicios sanitarios realizaron los test a los vecinos del inmueble. Los segundos que han de pasar los residentes desde que se obligara a su confinamiento el sábado. «A muchos vecinos se los han podido hacer en el portal pero en nuestro caso han tenido que subir porque mi hermana está mal y no puede levantarse de la cama. A veces pienso lo que habría sido de ella en este caso si no llego a estar yo para atenderla». Lamenta que, en su opinión, los servicios sociales tardaran en dar respuesta a sus demandas. «Al principio nadie se preocupó de cómo estaban los vecinos. Nos obligaron a encerrarnos y nada más. Mi hermana podría haber muerto sola en esta casa y no se hubiera dado cuenta nadie hasta pasados unos días».
Pilar Fraile | Vecina
Lo pasaron mal sobre todo al principio:«No sabíamos qué hacer porque llamábamos a las grandes superficies y ninguna quiso traernos el pedido. Nos decían que hasta aquí no llegaba el servicio», cuenta Pilar Fraile. Vive con sus dos hermanas y su madre en la quinta planta del edificio. «Al final nos hicieron caso y el supermercado de aquí, Lupa, nos hizo el favor de acercárnoslo hasta el portal», relata. Ahora está más animada pero al inicio del encierro pasó momentos malos. «No sabía muy bien qué hacer y no entendíamos por qué teníamos que estar encerradas si dábamos negativo en el virus. De hecho yo intenté bajar a dar un paseo pero la Policía estaba en el portal y me dijo que subiera de nuevo a casa». Después aprendieron a matar el tiempo como lo habían hecho en el estado de alarma. «Vemos la televisión, hablamos entre nosotras y por teléfono...» y salen por la ventana para tomar un poco el aire desde lo alto para de paso comprobar cómo está la situación abajo, en unas calles que se han quedado vacías desde que se ordenara el encierro en el edificio. «Los comercios lo deben estar pasando un poco mal porque la gente ha debido coger un poco de miedo aunque no tiene sentido porque si nadie sale de este edificio, nadie puede contagiar nada, obvio».
Las tres hermanas y su madre aguardan con impaciencia que llegue el próximo martes, cuando Sanidad repetirá los test para comprobar que los negativos continúan siendo negativos. Ese día, cumplido el plazo marcado por el Ministerio de Sanidad para terminar la cuarentena, quizá puedan salir a la calle y recuperar parte de sus vidas. «Estamos deseando que nos digan que podemos salir porque esto son muchos días encerradas».
Pilar González | Vecina
A Pilar González, de 84 años, sus hijos le ofrecieron llevarle la comida a casa, pero ella se negó en rotundo. «No pienso dejar que se acerquen por aquí. No quiero que corran el más mínimo riesgo. Ya me las arreglaré porque tengo de todo. Y lo que es leche y huevos, que puede acabarse, tampoco es tanto problema», zanjó a principios de semana. Después todo se calmó. Logró que le subieran la compra y no le faltó de nada. Incluso le sobró hasta la paciencia. «No nos queda otra que obedecer y quedarnos encerrados. ¿Qué podemos hacer si es lo correcto? Pues esperar a que todo pase», aseveró. Dice que tiene muchos libros en la casa y que eso le ayuda a matar las horas. También que hace ejercicio cada día. Una medida de salud que ya le resulta irrenunciable. «Tengo que estar activa porque con esta edad, si me quedo quieta en un sofá, ya no me puedo levantar». Por eso pedalea en la bicicleta estática que tiene en una de las habitaciones y también camina por el pasillo. Ha llevado peor el temor a lo que pudiera pasar. El ingreso hospitalario de una vecina conocida, la mujer de 89 años que fue llevada a Valdecilla por precaución, le alarmó al principio. «Yo sabía que ella estaba pachucha porque me lo había contado y es que somos buenas amigas. Pero no imaginé que iba a ir a Valdecilla». «Después han dicho que estaba bien y que sólo la llevaron porque querían tenerla vigilada. Mejor, porque te pones a imaginar y piensas que nos podía haber pasado a cualquiera de las otras vecinas mayores que vivimos en este edificio. Además es que la conozco y es una mujer que se mueve mucho y es muy saludable». Desde su ventana aguarda también a que pasen los días hasta que se les permita salir al exterior.
Ana Echeverría | Peluquería MyA Echeverría
El martes, cuando abrieron las puertas de su peluquería –los lunes es día de descanso para ellas–, temían por la repercusión del fenómeno en el barrio. «Estábamos en la cuenta de que podía ser peor, pero nos hemos salvado porque el 80% de las citas han venido con normalidad», cuenta Ana Echeverría, que junto a su hermana lleva la peluquería del barrio 'MyA Echeverría'. Como otros comerciantes, lamentan que el confinamiento del edificio genera desconfianza en el consumidor. «Te genera un estrés y al final piensas que es una pena que repercuta en la clientela porque no vivimos precisamente tiempos de bonanza». «Nosotras aplicamos todas las medidas de higiene y desinfección», y mientras confirman esto desinfectan un puesto, donde acaba de estar una clienta, con una máquina especial de vapor. «Necesitamos que esto pase y que todo el mundo vea que este es ahora el barrio más seguro de la ciudad, porque es también el más vigilado», sostiene.
Rosa Pérez | Farmacéutica
Su trabajo ha sido fundamental para mantener abastecidos de medicamentos a los vecinos confinados en el número cuatro. «Estamos justo al lado del portal y como a muchos los conocemos pues es fácil que nos llamen por teléfono y nos pidan lo que necesiten», cuenta la farmacéutica Rosa Pérez. Ha sido una de las personas que en mayor número de ocasiones ha tenido que pedir permiso a la Policía Nacional para dejar medicamentos en la puerta del edificio. «Aquí vive mucha gente mayor que tiene sus dolencias y entonces necesitan estar abastecidos de toda la medicación». A lo largo de la semana el ritmo de ventas ha crecido, pero en un inicio, la incertidumbre por lo ocurrido en el portal número cuatro lastró las ventas. «Ahora la gente está más animada porque ha visto que es algo que está circunscrito al bloque de viviendas y que a la farmacia puede venir sin problemas porque es un entorno seguro en el que se puede comprar».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.