Educar para el futuro
COLEGIO PURÍSIMA CONCEPCIÓN / 161 AÑOS ·
Regentado por las Hijas de la Caridad hasta el incendio de 1941 el colegio estuvo en la calle Ruamenor y más tarde, hasta la actualidad, en la calle AltaSecciones
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COLEGIO PURÍSIMA CONCEPCIÓN / 161 AÑOS ·
Regentado por las Hijas de la Caridad hasta el incendio de 1941 el colegio estuvo en la calle Ruamenor y más tarde, hasta la actualidad, en la calle AltaEntre los centros educativos de carácter religioso más antiguos de la ciudad de Santander figura el de la Purísima Concepción, de sabor callealtero, que en su sede actual está pegado a la actual Asamblea Regional y casi en frente de otro edificio del que hemos ... hablado ya, el convento hoy abandonado que acogió en su día la fábrica de Tabacalera. Hay que decir antes de repasar la historia de este centro que la devoción a la Purísima Concepción es un dogma que en España tiene predicamento desde mediados del siglo XVII aunque no fue hasta su proclamación por el Papa Pío XI el 8 de diciembre de 1854 cuando se extendió de manera oficial por todo el orbe. En este contexto se entiende que existiera en la ciudad una 'Congregación de la Purísima Concepción' que, según leemos en la 'Guía de Santander' de Remigio Salomón (1861), la formaban «más de cien jóvenes de todas las clases de la ciudad: se reúnen los días festivos en la capilla de la Casa de Caridad: la establecieron los P.P. Jesuitas hace algunos años, quienes, continuando en sus ejercicios religiosos, con infatigable perseverancia, han conseguido ilustrar las tiernas inteligencias de las concurrentes y guiarlas por el camino de la virtud y del honor, que es la base y el fundamento de la verdadera felicidad».
El Colegio de la Purísima Concepción está regentado por las Hijas de la Caridad, que fueron fundadas en 1633 por dos religiosos franceses, San Vicente de Paúl (1576-1660) y Santa Luisa de Marillac (1591-1660), en una época de especiales dificultades entre la población gala, aumentada por los movimientos insurrectos de la llamada guerra de la Fronda, a mediados del siglo XVII. Pronto se habían creado más de medio centenar de casas vinculadas a la nueva congregación. Era clara, en definitiva, la vocación asistencial de las Hijas de la Caridad, dirigida sobre todo a los pobres. En el ámbito educativo, como leemos en su web, «basan sus esfuerzos en la integración de los alumnos, la sensibilidad por los necesitados y la valoración del saber, como medio para servir mejor».
En cuanto a la fundación del colegio de Santander, esta se produce nada menos que en 1862, cuando dos hermanos, Sor Tomasa de Odriozola y Galarmendi, Hija de la Caridad, y Miguel, donaron el inmueble que habían heredado de sus padres en la calle Alta con el fin de abrir una escuela gratuita destinada a las niñas pobres. Se cuenta que en el acta fundacional hicieron constar dos condiciones: insistían en que las destinatarias de la obra fueran verdaderamente niñas pobres y que, si algún día la fundación desapareciera, la casa volviera a ser propiedad de la familia. Hemos de suponer que para cumplir fielmente el ideario de las Hijas de la Caridad era muy adecuado el emplazamiento del colegio, en el número 14 de la calle Ruamenor, una zona de población en general pobre, vinculada al pequeño comercio y a los trabajos artesanos y marinos, con bastante gente de paso, y donde con el tiempo se instalarían locales de no muy buena fama.
La historia del centro nos habla de unos comienzos humildes, como suele ser habitual en estos casos: al principio funcionaron con dos aulas, que aumentaron pronto a cuatro de Primera Enseñanza y otras dos de Párvulas para la cumplida «instrucción de niñas y jóvenes». Además, comenzaron actividades complementarias de biblioteca, teatro o clases nocturnas, se pusieron en marcha asociaciones devotas como las 'Hijas de María' y las 'Damas de la Caridad' y algunas religiosas destacaron especialmente en su dedicación a los enfermos. La proclamación de la Segunda República en 1931 puso en dificultades la labor de las congregaciones religiosas, no siendo en absoluto una excepción el Colegio de la Purísima, que abandonó su actividad docente el 29 de agosto de ese año. Hasta seis años más tarde, con la 'liberación' de Santander, no volverán las Hijas de la Caridad a su centro de Ruamenor en la capital, con la reanudación de las clases en el curso 1937/38. Hay que destacar (y habrá lectoras que sin duda lo recordarán) que en el colegio se impartían clases de taquigrafía y mecanografía, además de cursos de preparación para los estudios de Bachillerato y Comercio.
El incendio de 1941 destruyó casi todo el colegio, ya que sólo se salvó, según cuentan, la campana de la iglesia. La fatal pérdida obligó a adquirir otro inmueble para las niñas y la comunidad religiosa, lo que se verificó el 6 de agosto de 1943, en concreto en el antiguo chalet de los Saiz de Baranda, no lejos del emplazamiento anterior, en la calle Alta. Era (y es) un lugar privilegiado y casi diríamos que idílico, en lo que era una hermosa finca con vistas bien aireadas, con florido jardín y huerta con frutales. En el curso 1943/44 ya comenzaron las dos clases de Párvulos y otras de Primera Enseñanza, además de reiniciar los cursos de mecanografía y preparación para Bachillerato y Comercio. Asimismo, la asociación de 'Hijas de María' impartía clases vespertinas de costura, sin olvidar la catequesis en la cercana parroquia y el trabajo de la asociación 'Luisas de Marillac' con los pobres de la zona, con quienes desarrollaban una importante labor educativa, económica y asistencial.
A finales de la década de los sesenta se inauguraron nuevas instalaciones para hacer frente a las crecientes necesidades de espacios y servicios. Un año señalado fue en su historia el de 1985, cuando se inauguró el nuevo edificio que básicamente es el que hoy conocemos, con algunas modificaciones posteriores, sobre la planta del viejo y obsoleto chalet de los Saiz de Baranda. Adaptado, como no podía ser de otra manera, a los diferentes planes educativos, se han ido incorporando nuevas aulas y dependencias de servicios y actividades que completan la oferta académica de otro centro centenario, que sigue teniendo entre sus fines esa «educación para el futuro» que le caracteriza.
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