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Su papel fue fundamental para dar forma a la dársena de Molnedo y fue protagonista en el rescate del Machichaco tras su explosión. Los expertos afirman que su valor histórico supera, o al menos iguala, a la Grúa de Piedra que preside la bahía de ... Santander. Sin embargo, su existencia es bastante desconocida, pues lleva décadas agonizando dentro de las instalaciones del Puerto de Santander. La draga Priestman número 3, construida en 1883, es la pieza más antigua del patrimonio naval de la ciudad y también es, a día de hoy, poco más que un amasijo de hierros. Hasta hace apenas un año, aún se mantenía en pie a pesar de su avanzada degradación. Ahora, sus piezas están caídas sobre un muelle en Raos.
Los expertos en patrimonio dan la voz de alarma porque temen que, más pronto que tarde, achatarren las piezas en lugar de rehabilitarlas. Han intentado llegar a un acuerdo con el Puerto para repararla, pero sólo han recibido largas y negativas. «Están dejando que desaparezca una de las piezas más importantes del patrimonio industrial de la ciudad, aún están a tiempo de recuperarla y no quieren», lamenta César Pombo, del Grupo Alceda.
Esta draga Priestman es la única de tres hermanas que sobrevive en la actualidad y llegó a Santander en 1886, tres años después que las otras dos. Funcionaba a vapor y fue una pieza fundamental en el dragado de la dársena de Molnedo, ya que a finales del siglo XIXe inicios del XX, con el fuerte desarrollo de la revolución industrial en Santander, las embarcaciones que llegaban al puerto eran cada vez más grandes y, de no ser por los dragados de las Priestman, no habrían podido acceder a los muelles. Por eso, estas tres máquinas son claves en la industrialización de la ciudad.
La draga Priestman es la embarcación más antigua que se conserva en el Puerto de Santander. «Del mismo valor o más que la Grúa de Piedra», afirma Pombo. Su pontona, además, fue la primera que se construyó en hierro, ya que hasta 1914 todas se habían fabricado en madera y eran mucho menos resistentes. Pombo apunta que si la recuperación de esta pieza no está tan respaldada como la de la Grúa de Piedra, que se restauró por completo en 2016, es porque no se tiene tanta constancia de su existencia. «La grúa está en pleno paseo marítimo, la draga está dentro de terrenos portuarios, a los que no puede accederse sin permiso».
El otro gran hito que protagonizaron estas máquinas fue el rescate de los restos del Cabo Machichaco. Tras la explosión producida el 3 de noviembre de 1893, que provocó la muerte de cerca de 600 personas y varias decenas de heridos, las Priestman número 1 y número 3 trabajaron varios meses en la zona tratando de recuperar la dinamita que quedaba en el barco hundido. Pero el 21 de marzo del siguiente año, estos restos explotaron y llevaron a la muerte a 15 personas más, operarios que trabajan en el rescate. La Priestman número 1 quedó destrozada en este segundo accidente y la número 3 resultó gravemente dañada. Pero a flote, pudo repararse. A pesar del deterioro sufrido, la draga siguió funcionando 70 años más. De hecho, desde 1914 estuvo instalada sobre una pontona –que también se conserva en Raos– que se construyó en los astilleros de Corcho. Fue, en concreto, la primera embarcación que fabricó el emblemático taller santanderino.
Aunque se trata de una pieza del siglo XIX, sirvió en el Puerto hasta hace relativamente poco. A mediados de la década de los 70 aún era habitual verla dragar en Puertochico y el humo que desprendía su chimenea era admirado por aquellos que la observan desde la Bahía. Por su recorrido ligado a la historia industrial de la ciudad y por haber participado activamente en la composición de Molnedo, Pombo considera que el destino ideal para esta Priestman es, una vez rehabilitada, exhibirla en dicha dársena, ya que el Ayuntamiento tiene entre sus planes actuar en esta zona de Santander.
Como puntualiza Pombo, la Priestman número 3, la única superviviente de las tres hermanas, no está abandonada desde que dejó de trabajar en la década de los años 70: la dejadez es más reciente. Tras estar varios años en el Puerto, sin uso y degradándose poco a poco, se reparó la pontona a principios de los 2000. Entonces, se pintó entera y se montó en Raos, sin uso pero conservada. A partir de ahí, sí se dejó a la deriva, hasta el punto de que ahora es un montón de piezas amontonadas sobre un muelle que, aunque a simple vista parece irrecuperable, aún tiene la oportunidad de lucir como antes, cuando paseaba por la bahía de la ciudad con su chimenea humeante.
Junto a otros expertos en patrimonio, Pombo se reunió a principios de este año con el presidente del Puerto, Francisco Martín, y varios técnicos para trasladarles la necesidad de rehabilitar y conservar la draga. «Nos llegaron a decir que no tenían interés en ella y que nos la regalaban. ¿Cómo vamos a encargarnos de su recuperación si sólo somos un grupo de aficionados del patrimonio? Y, sobre todo, ¿dónde meteríamos la draga?», se cuestiona. Tras negociar, llegaron a un acuerdo: «Nos propusieron que gestionáramos su rehabilitación, que hablásemos con empresas para que presupuestasen sus arreglos y que se lo trasladásemos». Tras conversar con varias empresas, Pombo les presentó dos presupuestos, ambos entre los 200.000 y los 300.000 euros. «Nos dijeron que esas cantidades estaban fuera de sus posibilidades, pero que nos responderían al cabo de un par de semanas». Dicho y hecho, al decimoquinto día sonó el teléfono. «La respuesta fue que podían destinar a esta reparación entre 150.000 y 200.000 euros, pero que nos tendríamos que responsabilizar de sacar la máquina del Puerto y adelantar los pagos. No tenemos capacidad para hacer eso y no nos han vuelto a dar señales de vida», lamenta Pombo. «Con esa respuesta, se aseguran no darnos un 'no' rotundo y saben que igualmente no llegará a hacerse, porque somos un grupo de personas interesadas en preservar el patrimonio pero no disponemos de esas cantidades de dinero para poder adelantar el coste de esta reparación».
Entre las actuaciones que requiere la draga y la pontona están la limpieza completa, la reposición de piezas, pintarlas con productos resistentes a las inclemencias meteorológicas, tratar los elementos metálicos, usar tratamientos químicos de conservación, colocar forros aislantes, reconstruir la chimenea y reponer la cuchara de la grúa.
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