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La aventura de Andrés Ozores y Rodrigo Figoli, dos argentinos asentados en Cantabria, comenzó hace siete años en la pastelería La Marcelina, en la calle ... Cardenal Cisneros, donde, entre otras cosas, vendían empanadas típicas de su país. Siempre tuvieron la idea de llevar sus raíces –Buenos Aires– al centro de la ciudad, pero las circunstancias lo ralentizaron. «La pandemia lo complicó todo», reconocen. Aunque no desistieron y finalmente su «sueño» se hizo realidad en un local «muy pequeñito» al principio de la calle Cádiz, frente a Estación de Autobuses. «Estudiamos qué tipo de negocio podría funcionar y consideramos que, al ser un producto sencillo de comer, lo más óptimo es que fuera para llevar. «Para casa, para la playa, para el trabajo...». Locales pequeños que requieren de poca inversión y en los que cuesta entre 2,5 y 2,8 euros la empanada. Ese es su modelo y el que está triunfando en otras ciudades de España. Igual que La casita de las empanadas, una empresa fundada por Leandro Castañeda y Carolina Andrea (Córdoba, Argentina) y que ya cuenta con tres tiendas en la ciudad. El bum de este tipo de producto triunfa en Santander, que ya tiene cinco establecimientos similares con la previsión de que sigan aumentando poco a poco.
La casita de las empanadas Leandro Castañeda
Este auge que vive Santander también está propiciado por el emprendimiento y las ganas de innovar de Leandro Castañeda y Carolina Andrea. Su historia es particular ya que comenzaron con esta aventura en Estados Unidos, donde Carolina preparaba las empanadas para su entorno. Como un hobbie más que como un trabajo. Hasta que el asunto fue a mayores. Aunque el crecimiento de esta empresa, usando un término futbolístico de un entrenador de su mismo país, el Cholo Simeone, ha sido partido a partido. Ya instalados en Cantabria, comenzaron a vender el producto a una panadería. Y después a restaurantes de la región.
«El negocio empezó a crecer de tal manera que, ya hace dos años, decidimos abrir nuestra primera tienda, un local muy pequeño en Valdenoja – calle La Pereda 6– con empanadas para llevar», explica Leandro. A pesar de los nervios que vivieron al principio, «el éxito fue tremendo». Prueba de ello, las colas que se formaban en la entrada del establecimiento. Precisamente, fue eso lo que les impulsó a abrir las otras dos tiendas, una en el 13 de la calle Rualasal y otra en Nueva Montaña, en la calle Francisco Tomás y Valiente número 7. Además de apostar por un obrador más grande. «Estamos en un plan de expansión muy potente, donde nos hemos asociado con una marca francesa de empanadas, y estamos exportando a Francia». También prevén que esta expansión pueda producirse en otras ciudades de España.
A esta familia cordobesa le van bien las cosas. Pero no ha sido fruto de la casualidad. De hecho, ellos también hicieron un estudio de mercado muy exhaustivo antes de comenzar la «aventura». Tanto del público como el modelo de negocio a desarrollar. «La empanada está de moda. Es un alimento muy socorrido y que puedes comer en cualquier lado, no necesitas ni cubiertos ni platos». Ese es, a su juicio, la clave del negocio. «La gente busca simplicidad». Eso, y que cuidan «hasta el último detalle del producto». «Curiosamente creo que el Mundial de Fútbol que ganó Argentina también puso su granito de arena en esta historia ya que se habló mucho de nuestro país», concluye.
Gauchita Andrés Ozores y Rodrigo Figoli
«Antes de abrir la primera tienda investigamos las posibilidades que teníamos en Santander, y también al público», explica Andrés Ozores. Ya con las ideas claras sobre lo que querían ofrecer, se pusieron manos a la obra. «Elegimos un local pequeño –el número 3 de la calle Cádiz– y funcionó muy bien». Allí ofrecen solo empanadas pero de diferentes tipos. Hay desde la más clásica que lleva carne, a otra con jamón y mozzarella, hay de pollo o incluso una que lleva piña, jamón york y mozzarella.
En vista de que su negocio funcionaba muy bien, que el modelo estaba triunfando en otras ciudades de España, especialmente en Madrid, Barcelona y Málaga, y que cada vez había más tiendas de este tipo en Santander, decidieron abrir un segundo establecimiento. «No queríamos quedarnos atrás y elegimos un lugar aún más céntrico». En este caso se decantaron por la calle Hernán Cortés, muy cerca de la calle Arrabal y la calle del Medio, que es una zona muy ambientada. «En este caso elegimos un local más grande –se encuentra en el número 1 de la calle– para vender también otro tipo de productos como helados y alfajores argentinos». Además, teniendo en cuenta las características de la calle, decidieron poner un par de mesas altas. «Es un lugar muy transitado y ha resultado positivo ofrecer esa posibilidad».
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Ana del Castillo
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