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Más allá de su compromiso con la medicina, el doctor Enrique Diego Madrazo (Vega de Pas, 1850/Santander, 1942) fue uno de esos convencidos de que la educación es la llave de la libertad y un gran defensor del pensamiento humanístico europeo. Y así lo demostró a lo largo de toda su vida, volcado en su carrera – y con éxito pues fue pionero en España en un gran número de técnicas quirúrgicas– y también en el bienestar de la sociedad. Sus logros, tanto en el campo médico, como en la investigación, docencia e incluso como intelectual –pues ya jubilado escribió un buen número de obras de teatro de temática social que fueron prologadas por Benito Pérez Galdós – son motivo más que sobrado para entrar a formar parte de esa Ruta de Ilustres de Santander, puesta en marcha por el Ayuntamiento, y que una placa con su nombre le recuerde en la calle Santa Lucía 51 de la ciudad, justo en el lugar en el que durante tantos años permaneció el sanatorio con su nombre.
En ese mismo punto, la alcaldesa Gema Igual; Juan Carlos García, alcalde de Vega de Pas o el presidente del Colegio de Médicos, Javier Hernández Sande, entre otros, se reunieron este lunes para descubrir esa placa y recordar su figura. Una jornada que hubiera hecho muy feliz a uno de sus sobrinos bisnietos, el también doctor Manuel Oria Martínez Conde, ya fallecido, y que durante años luchó por un mayor reconocimiento para su antecesor. Así al menos lo señaló su hijo, Manuel Oria, durante el acto en el que también participó el escritor José Javier Gómez Arroyo.
Fue este quien más datos aportó del homenajeado, desde sus inicios como estudiante de Medicina en la Universidad de Valladolid, estudios que continuó en Europa donde aprendió nuevas técnicas de cirugía que quiso implantar e hizo en su país. Por el camino se encontró con varios baches, como la invalidación de su cátedra, prueba que superó con las mayores calificaciones y que a la que finalmente él mismo renunció para poner en práctica todos esos conocimientos. Lo hizo en su pueblo, en Vega de Pas, donde fundó un hospital que pronto se convirtió en referencia. «Allí hizo todo tipo de intervenciones, desde las más simples a las más complejas y todas con óptimas resultados», señaló José Javier Arroyo. Fue tanto el éxito que obtuvo en ese sanatorio que finalmente y debido a las peticiones se trasladó a Santander, al lugar donde se descubrió este lunes esa placa, y por la que pasaron ilustres pacientes como el rey Alfonso XIII.
Pero nunca se olvidó de sus raíces y de su gente. En las mismas instalaciones en las que estaba su clínica de Vega de Pas abrió una Escuela de Enfermería que también hizo las veces de residencia de las personas mayores de la zona y no conforme con eso creó una escuela, también innovadora para la época, de enseñanza mixta, pues era un convencido de la importancia de un entorno natural para la educación del alumnado. Fue amigo de alguno de los principales intelectuales del momento como Galdós o Emilia Pardo Bazán, pero la última década de su vida sería amarga. Sus ideas liberales y republicanas, de corte socialista, le llevarían a ser encarcelado en la Prisión Central de Santander (finales de 1937), de donde saldría ciego y gravemente enfermo en 1941. Un año después fallecería en Santander. Este lunes también se destacó su gran aportación en el Hospital de San Rafael tras la explosión del Cabo Machichaco.
«Su carácter innovador y su apuesta por los nuevos métodos le sitúan como uno de los nombres más importantes del escenario científico e intelectual de finales del siglo XIX y primeros del XX», aseguró la alcaldesa.
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