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«Nosotros esperamos haber contribuido a generar un nuevo espacio de encuentro en torno a las artes, y estar ayudando a que todos estén descubriendo formas nuevas de disfrutar de las artes». Íñigo Sáenz de Miera (Madrid, 1971) cree que cinco años, los que cumple ... en junio el Centro Botín, «son muy pocos, porque casi sigue naciendo, haciéndose día a día». En este sentido, apunta que no se ha planteado esta efeméride como un aniversario, «sino como un cumpleaños, como si fuera un niño. Y la idea no es tanto celebrar, sino seguir avanzando en facilitar la participación de todos los cántabros y de todos los santanderinos en el Centro Botín». El gestor asumió la dirección general de la Fundación Botín hace trece años. Sociólogo, diplomado en Ciencias Sociales por la Universidad de Kent,exprofesor de la Universidad Francisco de Vitoria (donde ejerció como director general), puso en marcha la Escuela de Liderazgo Universitario con el Santander, así como el Programa de Becas Europa. A su juicio, el 'efecto' que la Fundación Botín buscó para Santander «era más tranquilo, más a largo plazo y más orgánico» que el del Guggenheim para Bilbao.
–La pregunta es obligada dado el aniversario. ¿Cinco años no son nada o un lustro es suficiente para esa primera revisión general, diagnosticar y quizás empezar a recetar algo de reinvención y otro poco de innovación?
–Desde el principio sabíamos que la misión social del Centro Botín solo se podría lograr a largo plazo. Lo que estamos haciendo es medir indicadores intermedios, lo que nos sirve para ir afinando los programas cuando es necesario. Y aunque los datos nos dicen que vamos por el buen camino, estamos innovando siempre. Casi semanalmente probamos cosas nuevas y medimos cómo funcionan.
–En todo caso, cuando mira hacia atrás ¿se imaginaba un escenario como el presente?
–Cuando vemos a la gente disfrutando de las actividades, en las exposiciones y viviendo como vive los espacios que la construcción del Centro Botín creó, nos seguimos sorprendiendo de hasta qué punto se acerca a lo que queríamos.
–¿Cuánto ha habido de improvisación, de azaroso cambio de rumbo y cuánto de planificación metódica?
–Creo que una de las cosas más diferenciales del Centro Botín es lo clara que tiene su misión social. Eso permite definir y programar con tiempo estrategias y acciones para intentar lograrla. Pero siempre hay que dejar espacio para reaccionar a lo que uno va viendo sobre la marcha, y también a la improvisación.
–Estaba claro que un efecto como el que logró el Guggenheim es irrepetible. Pero, ¿cómo describe el efecto Centro Botín en Santander?
–Santander en nada se parecía, cuando se creó el Centro Botín, a lo que era Bilbao cuando se puso en marcha el Guggenheim; no pretendíamos lograr lo mismo. El efecto que la Fundación Botín buscaba era más tranquilo, más a largo plazo y más orgánico. Renzo Piano lo expresó mejor que nadie cuando dijo que se trataba de 'fertilizar' la vida de Santander con las artes. Eso no quita que el Centro Botín, y el modo en el que su actividad se ha desarrollado, haya podido servir de impulso para otros proyectos importantes. Los resultados de un estudio que estamos haciendo parecen indicar que los habitantes de Santander y de Cantabria sí perciben que el Centro está contribuyendo al desarrollo de la región.
–¿Hacia dónde debe evolucionar esta infraestructura?
–No creemos que se trate tanto, al menos por ahora, de evolucionar, sino más bien de profundizar en los objetivos del Centro y, muy especialmente, en el objetivo local, en lograr que los cántabros y los santanderinos disfruten del Centro y de sus actividades de una forma casi cotidiana, y así contribuir a su desarrollo personal. Ese «art makes people better people» que no paraba de repetir Renzo.
–Diría que, en el futuro, el Centro pedirá a gritos una ampliación, una reconversión de sus espacios.
–No parece que vaya a ser así, los espacios están mostrando ser muy adecuados para su actividad, y cada día vamos descubriendo nuevas formas de aprovecharlos, igual que creemos que hacen quienes nos visitan.
–Antes de la pandemia la Fundación aseguró que el Centro Botín había consolidado su impacto «antes de lo previsto». Más allá de los datos, ¿cómo calibra el éxito?
–Cada vez que presentamos las cifras de resultados, insistimos en que el número de visitantes, siendo importante, no sirve para medir el impacto social del Centro. A largo plazo, será la medición de cómo el Centro Botín ha contribuido al desarrollo de Cantabria, y específicamente a la creatividad de la región, lo que nos dirá hasta qué punto se han conseguido los objetivos. Mientras tanto, más incluso que al número de visitantes, le damos importancia a su grado de satisfacción. También miramos con mucha atención el número de Amigos del Centro Botín y el número de Pases permanentes, y nos sigue sorprendiendo que este último siga creciendo. Eso nos produce orgullo y, sobre todo, agradecimiento. No creo que haya muchos centros de arte con un nivel de penetración social en su entorno como el que tiene el Centro Botín.
–¿El mantra sobre las artes y la creatividad que ha vertebrado muchas de las actividades está necesitado de una vuelta de tuerca?
–No es un mantra. Desarrollar la creatividad a través de las artes es nuestra misión, es lo que más nos diferencia y lo que nos permite diseñar estrategias concretas para lograrla. Muchos centros de arte y museos del mundo están haciendo un esfuerzo importante para definir también sus misiones específicas. Sin eso es muy difícil saber si uno está consiguiendo lo que quiere. Respecto a esa 'vuelta de tuerca', estamos continuamente dándosela.
–¿La Fundación arrastra un déficit significativo derivado de la construcción del edificio?
–No. De hecho, la situación financiera de la Fundación ha mejorado en estos años, incluso habiendo pasado por años en que los ingresos, debido al menor reparto de dividendos del Banco Santander, han sido significativamente menores. Esto se ha conseguido con un proceso de mejora de la eficiencia en la utilización de los recursos, algo que no es exclusivo de la Fundación Botín, sino que creemos que ha sucedido de forma generalizada en todo el sector social español.
–¿Cuál ha sido la mayor lección de la pandemia para un gestor?
–Yo diría que aprender a adaptarse al ritmo que cada situación requiere, al 'tempo'. Visto con perspectiva, aunque fueron tiempos muy duros, fueron unos meses que sirvieron para pararnos un poco a pensar con algo de distancia.
–En un escenario previsible, hacia 2025, el Centro Botín estará rodeado de otras grandes infraestructuras culturales. ¿Deberá cambiar de rumbo, y cómo augura que será la estrategia de sinergias?
–Nada nos puede gustar más que el hecho de que se estén desarrollando estos nuevos proyectos, e incluso a veces pensamos que algo ha podido tener que ver el Centro Botín en que se pusieran en marcha. Estoy seguro de que nos complementaremos y de que entre todos podremos contribuir aún más al desarrollo no sólo cultural, sino también social y económico, de Santander y de Cantabria.
–¿El edificio de Renzo Piano forma parte ya del circuito internacional del arte?
–El Centro Botín es mucho más que el edificio. Es, sobre todo, su programa artístico y de actividades culturales y formativas. Es evidente que las exposiciones que hasta ahora ha programada la Comisión Asesora de Artes Plásticas han tenido un nivel de excelencia que está a la altura de las mejores instituciones culturales del mundo. A nivel internacional no existen rankings u otros indicadores que permitan asegurarlo con certeza, pero las relaciones cada vez más intensas que tenemos con algunos de los mejores centros de arte del mundo, y el impacto en medios de arte internacionales, creo que son un buen indicador. Y, aunque no sólo esa, ni mucho menos, la muestra 'Picasso Ibero' creo que fue una constatación de ello.
–¿Diría que la Fundación es conservadora en sus decisiones sobre el Centro?
–Nunca la habría definido así, más bien todo lo contrario. Creo que el Centro Botín es un centro innovador, incluso atrevido, en las actividades y exposiciones que programa. Un estudio, que estamos aun desarrollando, parece mostrar que así también nos percibe la mayoría de los santanderinos y cántabros.
–Tras más de diez años de gestión, ¿cuál ha sido el mayor reto afrontado y qué reflexión realiza como autocrítica?
–El mayor reto para el equipo fue, sin duda, la puesta en marcha del Centro Botín. Su construcción y la definición de su misión. Fueron tiempos muy intensos, pero preciosos. Respecto a la autocrítica, a nivel ya personal, seguramente en los primeros años me faltaba algo de ese ritmo, de ese 'tempo' del que le hablaba. Espero que la experiencia lo haya ido mejorando, y lo siga haciendo.
–¿Cabe hablar de fracaso al valorar los problemas que derivaron en la instalación de la red envolvente sobre la fachada?
–La instalación de la red no creo que fuera un fracaso. Fue un modo de garantizar la seguridad para que la actividad del Centro Botín, tanto dentro del edificio como fuera, pudiera continuar con toda normalidad. Las deficiencias en las piezas, evidentemente ni nos gustan ni las esperábamos, por lo que más que fracaso yo lo llamaría un problema. Un problema que desde entonces estamos buscando la mejor forma de solucionar.
–¿Cómo está abordando la Fundación el problema?
–Lo que es imprescindible en todo este proceso es dar con una solución que ofrezca todas las garantías. Nos gustaría ir más rápido, y estamos haciendo todo lo posible por solucionarlo pronto, pero son temas técnicos muy complejos y es esencial hacerlo muy bien. Los trabajos se están haciendo en colaboración con los arquitectos, con los constructores cuando ello es posible, y con algunos de los mejores centros de investigación del mundo expertos en fachadas y materiales. En este momento se están valorando y probando varias opciones, buscando, sobre todo, esa garantía de la que le hablaba, pero también, evidentemente, que la reparación tenga el menor coste posible. De esas diferentes opciones, algunas son técnicamente más similares a la pieza original y otras menos, pero todas cumplen con la función que desde el principio tuvo la envolvente. Esta no es solamente estética, sino que el modo en el que la luz se refleja en las piezas creemos que es uno de los elementos esenciales para que el Centro Botín se integre en el paisaje y en el entorno, y logre generar espacios en los que uno esté a gusto.
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