La Esperanza pierde una pizca de sabor
La Antigua Ermita ·
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El emblemático negocio de especias cierra tras 70 años de «andadura» al servicio de sus clientesCuando Rosa Gallego aún no había aprendido a andar en bicicleta, ya despachaba en el mostrador del puesto de especias y herboristería La Antigua Ermita, en el exterior del Mercado de la Esperanza de Santander. Lo hacía para ayudar a su abuela, Valentina González, fundadora ... del negocio hace 70 años. Por aquel entonces la tienda era más pequeña y humilde. Pero la esencia ha sido siempre la misma: «Nuestro mayor deseo ha sido ofrecer un buen servicio y una gran cantidad de productos de la mejor calidad». Así finaliza el escrito que Rosa, de 66 años, colgó en la cristalera de su quiosco y con el que anunciaba a sus clientes, a los que prefiere llamar «familia», que se jubila tras treinta años de trabajo «incansable».
Y a pesar del aviso que hizo, casi una semana después del cierre, todavía hay quien acude a la calle Los Escalantes a comprar azafrán «para la comida». Es el caso de Cuca, una clienta de toda la vida, a la que el cese de la actividad le pilló por sorpresa. «¿De verdad ha cerrado?», preguntó asombrada. «No me lo puedo creer. Y ahora, ¿dónde compro azafrán?». A lo que Rosa respondió tajante: «Pues en los supermercados seguro que lo tienes. Ahora ya, la calidad que tenga, no lo sé...».
Es precisamente la calidad de sus especias la que ha perdurado a lo largo de los años, y que también heredó de su tía Amelia Embid, al frente del negocio durante casi treinta años. «Ella lo tuvo mucho más difícil que yo. Eran otros tiempos y había mucho desconocimiento sobre este mundo. La gente conocía el laurel, la pimienta y poco más. Mi tía se encargó de ir por los mercados de toda la región para dar a conocer el producto y nuestra tienda», explica. Y remarca que, entonces, «no teníamos el coche tan a mano como ahora, lo que complicaba mucho las cosas».
Rosa, mexicana de nacimiento pero santanderina «de corazón», huye de los elogios y evita asumir «méritos de más». Aunque la realidad, la que escriben sus clientes en los numerosos mensajes de despedida, es que sin ella «nada hubiera sido lo mismo». Le agradecen su honestidad y amabilidad, y aunque les entristece la noticia, desean que disfrute de esta nueva etapa. «Rosa ha ayudado a muchas personas. No solo vendiendo la mejor calidad, también ofreciendo sus sabios consejos tanto culinarios como personales. La ciudad se queda triste por la desaparición de uno de sus negocios más legendarios».
Y es que, durante su periodo en La Antigua Ermita, las especias han evolucionado a pasos agigantados. «La gente empezó a viajar cada vez más. Y al volver a Santander pedían especias que habían probado en el extranjero», relata Rosa. También se pusieron de moda los programas de televisión gastronómicos y los hosteleros querían innovar en sus platos. Por lo que empleó la fórmula que «nunca» falla: reinventarse o morir. Y desde su almacén y sala de envasado, que se encuentra en Mijares (Santillana del Mar), aumentó la oferta de productos para atender así las necesidades de sus clientes. Desde las siete especias chinas a las mezclas de curries o el Ras el Hanut, del norte de África. «Mi abuela, mi tía y yo hemos mezclado especias que han perdurado toda la vida». Y cuando dice toda la vida, es literalmente hasta el día antes de cerrar. Como por ejemplo, el sazonador de carne y pinchos, que «muchos utilizaban para los caracoles», típicos de estas fechas navideñas.
Al empezar 2022, Rosa, muy previsora, avisó a todo el que pasaba por el puesto de que «seguramente» este fuese el último año de trabajo. «Desde la crisis de 2008 nada volvió a ser lo mismo. Incluso cambió el modo de empleo». Otro duro golpe para el negocio fue «indudablemente» la pandemia. Y a pesar de que, a la vuelta, todos sus clientes les recibieron «como si nada hubiera pasado», Rosa ya meditaba la idea de bajar la persiana. Su marido y «principal apoyo», Miguel Ángel Panojo, ya lleva años jubilado. «Me ayudaba mucho con la tienda, pero estaba deseando descansar y disfrutar juntos. Y yo había días que ya me sentía más floja. Al final, la edad se nota», comparte. Por lo que, en esta recta final del año, tomó la decisión «más dura» de su vida: cerrar.
«En este negocio no hay festivos ni descanso. Así es la vida de los autónomos», expresa. Aun así, Rosa quiere agradecer «a todo el mundo» el cariño que ha recibido a lo largo de los años y especialmente en los últimos días: «Yo también os voy a extrañar. Nos veremos, esta vez, paseando por nuestra bonita ciudad».
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