«El espigón de La Magdalena es feo, pero da resultados»

Este movimiento ha creado un grupo en Facebook, con el nombre 'Salvar el espigón es salvar La Magdalena', que ya supera los 320 adscritos y ha convocado una concentración el próximo sábado 27 de marzo a las 12.00 horas en la playa de La Magdalena. «Si la gente ve las fotos del antes y del después entenderán por qué nos movilizamos. Somos unos enamorados de la zona y queremos lo mejor para la playa. Si quieren seguir disfrutando de ella, no queda más remedio que mantener el espigón», aseguran.

Carlos Rey, uno de sus defensores y miembro de la plataforma, es vecino de la zona desde hace más de 70 años. «Prácticamente he nacido aquí. Toda la vida ha existido un muro que retenía la arena. El espigón no es bonito, pero los resultados que ha tenido son espectaculares. Antes de que se instalara, la playa se estaba quedando sin arena. Nos encanta estar aquí; es una playa segura para los niños, cantidad de ellos han aprendido a nadar aquí. Además, está resguardada del viento nordeste, por lo que se puede estar en primavera y en otoño. No podemos dejar que desaparezca», señaló.

Una opinión que comparte Fermín Ramón, que regenta el club deportivo La Horadada en el Balneario de La Magdalena, mientras muestra unos vídeos en su móvil en los que se aprecia cómo rompían con fuerza las olas contra el Balneario antes de que existiera la escollera, de forma que el agua entraba al interior del restaurante. «El Gobierno vende Santander al turismo como un lugar de playa, pero ¿dónde van a poner a los turistas si El Sardinero se está quedando sin arena? Y lo mismo ocurría con esta playa antes de colocar el espigón», plantea. «Como bate el mar aquí, destroza el recinto y se lleva la arena si no hay una escollera que frene su fuerza. Estoy seguro de que mucha gente es consciente de ello y tampoco quieren perder la playa».

Paco Sánchez es otro de los fundadores de esta plataforma. Llega a esta entrevista después de su habitual baño diario en esta playa, donde pasa jornadas enteras. «Me baño todos los días, buceo durante horas y aprovecho para sacar plásticos y basura que me encuentro», explica. «Es increíble lo que ha mejorado el fondo. Desde que se colocó el espigón ha proliferado la vida marina y ahora está lleno de peces, algas, mejillones o nécoras. Perder todo esto sería muy negativo», apunta Sánchez. «El muro puede ser feo, pero es necesario. La playa se había convertido en un pedregal», lamenta.

Por su parte, Toño Cuesta, un práctico jubilado y gran conocedor de la bahía, también se ha unido a esta reivindicación y reclama que se complete la obra con el segundo espigón proyectado en la playa de Los Peligros, que fue paralizado «por una decisión política». «Sentimos que el tema se ha convertido en una herramienta política y no se atienden los verdaderos intereses de la ciudad y de los ciudadanos», denuncia Cuesta.

«Deberíamos poder votar entre todos y no que sea una decisión que toman unos cuantos políticos, que cambian de opinión según les convenga», añade el santanderino, que explica que la iniciativa la promueve «un grupo de playeros, que queremos que esta playa persista y para ello es necesario que se complete la obra». Cuesta recuerda que el proyecto «está a medias» y que por ello, «la arena se está metiendo en Puertochico, creando los primeros problemas por bancos de arena y más pronto que tarde perjudicará al paso por la canal y habrá que dragar», asegura.

Hasta que se construyó el espigón hace tres años, cada temporada de playa el Ayuntamiento acometía rellenos de arena de cara a mejorar su estado coincidiendo con la llegada de turismo en Semana Santa. Con la anunciada retirada del espigón, se tendría que volver a realizar esos rellenos, una fórmula que la plataforma considera «pan para hoy y hambre para mañana porque la arena no duraba ni cuatro meses. Llegaba septiembre y ya casi se había ido toda y volvía a convertirse en un pedregal».

Según opina otro vecino defensor de la escollera, Pedro Diego, «los rellenos que se realizaban suponían mucho dinero a fondo perdido, ya que cada año tenían que acometer nuevos rellenos».