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Nació para convertirse en la infraestructura estrella del Mundial de Vela, evento que acogió Santander hace diez años, pero su apertura cambió el frente marítimo de la ciudad para siempre. La construcción de la Duna de Zaera, un paseo de diseño y un graderío escalonado ... frente a la bahía, propició que la capital cántabra fuera «más abierta», en palabras del entonces presidente del Gobierno autonómico, Ignacio Diego. Un esplendor, durante sus primeros años de vida, que poco tiene que ver con su aspecto actual: rotura de piezas de madera del suelo, basura acumulada, grafitis... Y al lado, la pasarela sobre el dique de Gamazo clausurada por el Ayuntamiento de Santander porque presenta numerosos desperfectos. Conscientes de todo ello, desde el equipo de gobierno del PP se han puesto manos a la obra, aunque solo con la pasarela. Ayer, varios operarios de los talleres municipales trabajaban en su renovación, que la mantendrá cerrada durante «aproximadamente tres semanas, si el tiempo no lo impide», explican desde el Consistorio.
Esas mismas fuentes detallan que en la pasarela se está levantando todo el pavimento, «sustituyendo los rastreles de madera sobre los que va anclado este pavimento, incluyendo más zonas con rastrel para tener menos vano». El objetivo de los trabajos, añaden, es que la zona más transitada, es decir, la central, «no se tuerza tanto y haga que se rompan las lamas del solado». Para ello, se han tenido que retirar los remates laterales de acero inoxidable, que posteriormente se volverán a colocar incluyendo algunas piezas que se habían desprendido.
Entre las actuaciones que se han acometido –la pasarela de Gamazo ya lleva clausurada una semana–, está la protección de una zona inferior de la pasarela que estaba bastante expuesta a temporales del mar y que dañaba el suelo directamente. El coste de las lamas de la pasarela asciende a 11.000 euros, «más la mano de obra que lleva a cabo el propio personal de talleres».
Sobre el mantenimiento de la Duna de Zaera, desde el Ayuntamiento no han dado más detalles. Un hecho que llama la atención teniendo en cuenta que pasear por la grada escalonada puede suponer actualmente «un peligro». Y más en un día como el de ayer, en el que al peligro de tropiezo hay que sumar el riesgo de resbalarse. «Lo comentamos todas las mañanas que pasamos por aquí y no logramos entender la situación de este lugar. Si no lo quieren mantener por los que paseamos por la zona a diario, que lo hagan para que los turistas no se lleven una imagen tan mala de Santander», comenta Pilar, que camina todos los días por la zona junto a un grupo de amigas. «Si hace buen día, subir a la Duna es muy apetecible. Hacemos una parada para apreciar las vistas. Pero es que es un peligro, puedes meter el pie donde no es y accidente...», lamenta. Algunas maderas están rotas, pero el riesgo de otras es que, al pisarlas, se hunden. Una estampa muy similar en la infraestructura sobre la que se encuentra la 'Paloma de la paz', escultura instalada como homenaje al marino santanderino Vital Alsar.
El «mal aspecto» que presenta esta zona, una de las más turísticas de la ciudad, no es un problema nuevo. De hecho, ya en 2018, los vecinos criticaron públicamente su estado, que recogieron las páginas de este periódico. Según se explicó entonces, la responsabilidad de arreglar los desperfectos corresponde al Ayuntamiento, que detalló que desde la inauguración de la Duna en 2014 se habían acometido diversas reparaciones en las tablas de madera sintética. También se realizaron actuaciones a cargo de talleres municipales, ajustando y colocando tablas nuevas. Aunque esta vez, parece que toca esperar.
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