![Fallece Miguel Ángel Rebollo, 'Michel', el eterno cocinero del Marucho](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2025/02/18/marucho_3.jpg)
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A. Machín
Santander
Martes, 18 de febrero 2025, 13:40
Dice Maite Rodríguez que era «el alma, una alegría». Y no sólo porque bordara el punto de los centollos o por su receta de las ... albóndigas de rape. Ni siquiera por el toque que sabía dar a los flanes o al arroz con leche. Eso también. Pero lo de Miguel Ángel Rebollo Picón, 'Michel', era otra cosa. Un buen cocinero, de esos que dejan huella en el comedor y en los fogones. Pero algo más. Maite es la responsable del Marucho, una institución de la hostelería en Tetuán, y Michel se pasó allí más de cuarenta años. Se jubiló en 2020 por problemas de salud. Pero nunca se fue. Ni siquiera ahora, tras su fallecimiento a los 65 años. Si la intrahistoria de una ciudad se construye con las biografías sencillas de sus vecinos, Miguel Ángel Rebollo Picón, 'Michel', se ganó un buen hueco en la de Santander.
La noticia del fallecimiento –fue el pasado lunes– recorrió este martes barras de bar, muros de redes sociales y conversaciones de escalera entre vecinos. Entre clientes del Marucho, claro –que están repartidos por toda España–. Pero también entre la gente de Cazoña, por ejemplo, donde Rebollo vivía con su familia. Por toda la ciudad, en realidad. «Una maravillosa persona», «le recordaremos siempre con una sonrisa y con buen humor»... Todo lleno de frases así. El cocinero Floren Bueyes lo resumía con pocas palabras: «Gran cocinero y buena persona». La estampa de 'Michel', un tiarrón grande, fornido, con sus gafas, su delantal y su gorro de cocina, es de las que permanece.
Casado, con dos hijos y con tres nietos, las pasiones de Rebollo fueron el restaurante y, por supuesto, su familia. En lo primero fue un autodidacta. «Vivía en Cazoña, pero se pasaba la vida en el restaurante», recuerda Rodríguez. Con su otra familia, la de compañeros y clientes. «Es que era un tipo muy querido que siempre generaba muy buen ambiente», repetían muchos de los que le visitaron en el comedor del Marucho. Cuando estaba al pie del fogón y también en estos últimos años, en los que seguía repartiendo anécdotas e historias con los de siempre y con las nuevas generaciones de empleados. En lo segundo, con el orgullo de un marido, un padre y un abuelo. «Lo más importante», decía a menudo.
Rodríguez, además, añade un tercer aspecto. El del vecino preocupado por el barrio, por su ciudad. El que avisaba de la cañería rota o reivindicaba lo que hiciera falta ante las autoridades. El del santanderino que quiere lo mejor para su tierra.
Este martes fue despedido en Ciriego. Descanse en paz, señor Rebollo. El que hace feliz a los demás, bien lo merece.
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Ana del Castillo
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