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LAURA FONQUERNIE
Santander
Lunes, 21 de agosto 2023, 02:00
Cada persona guarda su propia historia. Una suma de decisiones que esconden el paso por varios países y otras tantas ciudades. Pero por muy distinto ... que sea el camino que ha recorrido cada uno, los cinco comparten, al menos, un destino en el que están encantados de seguir encontrándose. «Me enamoré del festival», resume Livia Domínguez, que durante muchos años vivió «a caballo» entre España y Cuba, su país. Allí era productora artística y en 1999 llegó al Festival de las Naciones con un grupo de artistas para actuar en el evento. Le gustó tanto que decidió quedarse. «Estuve trabajando en el estand de Cuba muchos años», añade. Pero al final se animó a «representar la gastronomía del Caribe» y puso en marcha el puesto de Puerto Rico en la feria. «Lo conozco porque tengo familia allí y tiene mucho que ver con Cuba», explica. Así que ahora ella es quien atiende el estand de la isla con el que recorre las ciudades de España desde hace más de 20 años.
Livia forma parte de la familia de las naciones: «Convivimos y nos conocemos entre platos, cócteles y anécdotas», cuenta antes de volver a los fogones. Dice que se enamoró «desde el primer día» de una aventura que le ha permitido «traer un pedacito» de su país. Un evento en el que, además, conoció al que es su marido desde hace once años, Pablo Daniel, un cubano que residía en Santander y que le presentaron porque «necesitaba a una persona para trabajar». Ahora ya es uno más del equipo de las naciones.
Y es que detrás de los puestos de comida del Festival Intercultural de Santander que estará en los Campos de Sport de El Sardinero hasta el 3 de septiembre, hay tantas historias como profesionales. Eso sí, a todos les unen las ganas de «aventura y de no saber qué te va a llegar», admite Geraldine Torres, detrás del puesto que representa a Francia. Ella es de Brest, una ciudad portuaria de la Bretaña francesa y llegó a España gracias al Erasmus, que le llevó hasta Valencia. Pero después de terminar la licenciatura de Derecho decidió que «no quería seguir» con ello y aprovechó para viajar por el país.
En esas idas y venidas, mientras estaba en Zahara de los Atunes (Cádiz), pasó por un mercado nocturno en el que vio un puesto de crepes. «Vi mucha cola y pensé: 'Si eso es típico de mi pueblo'», cuenta. Así que decidió intentarlo. Se compró unos utensilios de segunda mano y a partir de ahí todo fue muy rápido: «Estuve una noche practicando sin parar». Y desde entonces se dedica a ello. Llegó a Cantabria en 2004 y participa en el evento con su puesto de crepes y en esta edición con su otro negocio, una foodtruck llamada Kung Food, con comida de Taiwán. ¿Qué le gustó de la idea de ir de feria en feria? «La libertad que te da ser tu propio jefe y la aventura», comenta.
Además de la hostelería, también hay puestos de venta de productos artesanos como el de Guillermo Xiu, antropólogo y miembro de la cooperativa Red Orgánica Maya integrada por doce familias encargadas del cultivo de una de las variedades más pura de cacao (theobroma de cacao): «Nuestra labor es que la gente entienda la parte nutricional» frente al chocolate industrial, explica. Él tiene la patente de la variedad mezclada con miel que ofrece en su puesto. Para Xiu, el chocolate es «una medicina» y es lo que trata de difundir.
El Festival de las Naciones junta a profesionales que viajan con el evento con personas que viven en Cantabria y que se suben al tren cuando la cita llega a la ciudad. Cada verano Yasmin Otamendez, de Cuba, deja su trabajo para sumarse al evento. Es la encargada del estand de un país que dejó atrás hace más de veinte años por una «decisión familiar» cuando la situación allí se complicó. Ahora trabaja como cocinera en Santander, donde vive todo el año con su hijo de 18 años. Al llegar a la capital cántabra tuvo que plantearse qué hacer con su vida: «Pensé a qué me puedo dedicar que siempre encuentre trabajo y que me guste» y encontró rápido la respuesta: la cocina.
Durante un año hizo un curso intensivo en hostelería y desde entonces, con idas y venidas, «por suerte siempre he tenido trabajo». Y durante las tres semanas que aterriza la cita en la ciudad, gestiona el estand de Cuba en el que también «prepara mojitos y derrocha alegría» junto con el resto de compañeros, cuenta. En el recinto, algo alejado de Cuba, está el puesto de Estados Unidos. Detrás de la barra está José Alberto Rojas (Pacho), que también abandonó su Perú natal cuando «la situación se puso difícil».
En 1995 empezó a trabajar como personal de seguridad en el Festival de las Naciones. Entonces viajaba con el evento, pero lo dejó para asentarse en Santander. Después su hijo emigró a Estados Unidos y ahí empezó su contacto con una cultura que ahora representa: «Al principio me pareció un reto», admite. Pero se lanzó a la aventura y ahora, además de participar en Santander y en Sevilla, también viaja a Milán y a París con el puesto de Australia. «El festival te cambia la vida. Considero a la gente de aquí como mi familia», resume.
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