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Fue una pesadilla de la que aún tratan de recuperarse. Johan Samuel Yarlequé y su familia, que vivían en el edificio de La Albericia que se incendió tras una explosión el 26 de octubre, aún se recuperan de sus heridas mientras tratan de mantenerse ... optimistas y enfocarse en el futuro: «Queremos recuperarnos y pasar página». Johan celebró este miércoles su 30 cumpleaños en el Hospital Valdecilla con un único deseo en su cabeza a la hora de soplar las velas: encontrar un nuevo hogar al que poder trasladarse y recuperar la salud para volver a su rutina y su trabajo. Toda la familia ha pasado por la UCI y Cuidados Intermedios tras lo ocurrido y, actualmente, solo la madre de Johan sigue ingresada, con los dos talones rotos, aunque él tendrá que volver a operarse de la columna en dos semanas. Mientras tanto, se mueve en silla de ruedas.
Johan llegó a España junto a su mujer, María del Pilar, hace dos años y medio. Su objetivo era claro: encontrar un trabajo estable que les permitiera ganarse la vida y traer a su hija, Zoe Gaela, y a la madre de él, Doris Emperatriz, desde su Perú natal. Tras aprovechar los primeros días para conocer Madrid, pusieron rumbo a Cantabria, ya que tenían una conocida en Maliaño. Desde ahí tomaron la decisión de trasladarse a Santander, donde sabían que podían tener más oportunidades laborales. Y los dos empezaron a formarse con cursos del Ayuntamiento: María del Pilar en cuidados de personas mayores y Johan en cocina. En cuanto tuvieron regulada su situación tanto personal como laboral -ella trabaja en una residencia de mayores y él en una empresa de mudanzas, aunque ahora están de baja por el accidente- dieron el siguiente paso: traer a la hija y a la madre de él, quien se había ocupado de la pequeña desde que se fueron de Perú.
«Con contrato indefinido y a jornada completa, ya pudimos traer a nuestra familia. No queríamos que nuestra hija viniera desde un primer momento para que no sufriera, queríamos que viniese cuando ya tuviéramos una buena situación aquí», explica Johan. Él se ha quedado en el hospital, por mediación de los Servicios Sociales, algún día más de los que le correspondían porque no tenía dónde ir. Como está en silla de ruedas tras el accidente, necesita trasladarse a un piso accesible y con ascensor. «Lo estamos buscando, pero aún no lo hemos encontrado. Podemos pagar hasta 700 euros y necesitamos que tenga dos o tres habitaciones», cuenta, ya que actualmente también están con ellos su cuñada y su sobrino, Jhordano Jhosmell, que llegaron hace unos meses a España y viven con ellos temporalmente, una situación que se alargará tras lo ocurrido.
En el momento de la explosión, estaban en casa todos menos su cuñada y los cinco saltaron por la ventana y sufrieron diferentes tipos de lesiones. Actualmente, la mujer, la hija, el sobrino y la cuñada de Johan se quedan en casa de unos amigos a la que él no puede acceder porque no tiene ascensor. «Por suerte, el abuelo de una amiga del colegio de mi hija, al saber mi situación, me ha ofrecido junto a su mujer una habitación en su casa, en la que podré quedarme hasta que me operen otra vez de la columna en dos semanas -tiene una vértebra reventada que le afecta a un nervio, lo que reduce su movilidad del glúteo al pie-». Su madre, por su parte, sigue ingresada con los talones rotos, una dolencia con una recuperación más lenta.
En cuanto a la búsqueda de piso, no está siendo sencilla ya que todos arrastran aún heridas de la explosión y los precios están por las nubes. «Hemos visto alguno en otros municipios que podrían adaptarse, pero necesitamos estar en Santander, puede ser una zona periférica, porque tenemos muchas consultas aún en el hospital y yo ahora no puedo conducir, pero sí puedo moverme en autobús».
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