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La fase uno llena del todo la calle
De paseo ·
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De paseo ·
El segundo día de la nueva etapa deja estampas de filas para casi todo y una jornada más tranquila en las pocas terrazas abiertasLos que, por obligación, patearon las calles cuando no había nadie saben que hay un punto que ha sido famoso por las colas. En el principio de Jesús de Monasterio, en Santander. Tras cruzar el paso de cebra de la intersección con Cervantes, dejando atrás el esquinazo de Regma. Allí, en pocos metros, se formaban -y se forman- hasta cuatro filas. Una panadería, un banco, un quiosco y una farmacia. Todo seguido. Ayer, otra vez. La diferencia es que esa estampa que era propia sólo de los negocios esenciales que podían abrir durante el confinamiento, ahora se ha extendido para todo. Por toda la ciudad. El ir y venir de la fase uno transcurre entre colas. Con aforos limitados en los locales y manteniendo las distancias en las esperas, la calle se ha llenado de filas. Hasta entre los que esperan para ocupar una mesa en las pocas terrazas que hay abiertas -que por ahí vino parte del problema del lunes-. Ayer, también en eso, el día fue, en general, más tranquilo, aunque las calles, llenas ya de gente, nada tienen que ver con lo visto hace un par de semanas.
Entre 11.30 y 12.30 horas. Cola en el BBVA de Lealtad, en el Bazar Canarias de Calvo Sotelo, en el Bankinter de Juan de Herrera, en la oficina de Seguros Santa Lucía de Pombo, en la Ferretería Española de la calle del Cubo, en el Master Cien de Los Escalantes, en el Área Móvil de la calle Burgos o en la panadería Santa Fé de Alcázar de Toledo. Colas y mucha gente. O la de siempre, vamos. Con mascarilla una buena parte y esforzándose por no cruzarse o caminar demasiado pegados. Pero en número, puro y duro, ya nada es muy distinto a los días normales.
En el mercadillo de frutas y verduras en el aparcamiento de la plaza de La Esperanza, para organizar los turnos han rodeado los puestos de cajas envueltas con cintas. Es una estampa curiosa, pero efectiva. Una barrera barata. Nadie se acerca más de la cuenta y el orden se maneja con buen criterio.
Hay filas muy bien organizadas. En la librería Gil, a las once, cuatro personas esperaban sobre esas losas tan santanderinas como desniveladas de los soportales de Pombo. Uno llevaba una mascarilla verde de tela, otro una blanca estampada con dibujos y los otros dos, unas más convencionales. Dentro, a distancia, hay una mesa que sirve de mostrador adelantado y de control de acceso. «Pase», dicen cuando toca. «¿Qué desea?». Desde ese punto de triaje, distribuyen al cliente por el local para que no se cruce con nadie ni toque nada.
No siempre es tan fácil. Proliferan las discusiones y las preguntas. Del «perdone, pero estamos haciendo fila» (una forma sencilla de decir a alguien que no se cuele) al «es que yo sólo iba a preguntar». En eso del orden se discute hasta en los pasos de cebra. Por el centro han puesto marcas para que se circule por partes -los que van y los que vienen-. Pero cuesta hacerlo entender. Y, tratando de esquivarse, resulta inevitable tropezarse con alguien cada cierto tiempo.
Hay, todavía, muchas dudas. «Me contaban en la entrada de la Policía Local que hay en la parte de atrás del Ayuntamiento que se les acerca un montón de gente preguntando. '¿Entonces ahora puedo pasear?' '¿Y puedo ir a comprar a esta hora?'», contaba una trabajadora del Consistorio de la capital.
Y luego están las terrazas. Dos señoras de edad avanzada andaban sentadas en una de Pombo. Estaba cerrada, no servían, pero ellas echaron la mañana. Otro, con un café en la mano, lo posó en la del Luzmela, en Hernán Cortés. También cerrada (el propietario quería abrir este lunes, pero le han rodeado de andamios por todas partes y le han dejado prácticamente aislado).
No hay muchas abiertas. Calma a mediodía en la del Soul, en La Alameda, o en la de Vía Mazzini, 43, de Lealtad. Dos que sí funcionan. O en otras más habituadas a la clientela de su zona, como la cafetería Época o La Sede de Celia, en Camilo Alonso Vega. Más aperturas. «Aquí está lleno, pero mantienen las distancias y está organizado», decía a la hora del aperitivo un cliente en El Faro.
No faltaron fotos en las redes sociales con alguna aglomeración concreta que debe evitarse. Pero fue una jornada algo menos intensa. A las ocho -La Frontera o La Bendita ayer no abrieron- todo estaba tranquilo por El Faro, El Hipódromo o el Barco, tres de los que han abierto la terraza.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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