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El matrimonio se conoció -y se enamoró- en la romería de Canalejas. Mari Jose llevaba a su hermana pequeña a dar una vuelta en los ... caballitos. El viaje se lo llevó gratis: cuando Jose Antonio, que trabajaba en el tiovivo de su padre, la vio llegar, le regaló ese pase y todos los que vinieron después. «Mi madre no quería que me casara con un feriante, pero no lo había más guapo», dice Mari José, más conocida como 'la señora de los caballitos'.
-¿Qué les lleva a poner en venta el tiovivo?
-Mi marido se jubiló hace unos años y ahora me toca a mí. Han sido 43 años maravillosos y nos da mucha pena despedirnos de este trabajo, pero la salud es lo primero. Hemos trabajado muchísimo por toda la ciudad. Desde Cuatro Caminos, a Los Pinares, Cañadío, Jardines de Pereda y no menos de 20 años en Pombo. Los niños son nuestra vida y con la venta del aparato, una parte de nuestra vida también se va.
-¿Qué le hace tan especial a esta rueda de caballitos?
-Este no es cualquier tiovivo. Tiene 140 años de antigüedad y sus caballitos son de madera. Me los han querido comprar sueltos para que los sustituyera por otros de poliéster, pero el capricho de tener un tiovivo clásico me lo he dado. Requiere más cuidados que los modernos, pero tiene ese encanto. Hace cuatro años los restauramos. Lo pintó a mano nuestro amigo Bedia con detalles de la época y lijamos cada pieza para no acumular capas.
-¿Ha sido un negocio rentable?
-Lo vendemos por una miseria, como yo digo: 60.000 euros, que se amortiza en los primeros cuatro años. Pagamos un canon al Ayuntamiento por el espacio en esta plaza. Mi cuñado tiene el tiovivo de enfrente y entre los dos damos vida a la zona. Los niños vienen corriendo a subirse, saben que estamos abiertos todos los días. Sólo cerramos con lluvia. El resto, aquí estamos cada tarde de lunes a domingo. No hemos fallado nunca. En verano es cuando mejor se trabaja, así que tenemos muchos clientes fijos entre los veraneantes y vemos a sus hijos crecer. Incluso traen fichas que les sobraron del verano anterior.
-A usted la conocen como 'la señora de los caballitos'.
-Me encanta escucharlo. Esta rueda tiene la particularidad de que yo subo a cada niño, si quieren sus padres, y normalmente también les bajo, porque los niños me lo piden. Les doy caramelos y les dejo elegir la música. No tuvimos hijos, pero nos encantan los críos. Para nosotros lo son todo y nos hace felices pensar en la de generaciones que han pasado por aquí. Niños que se hicieron padres y que volvían a traer a sus hijos.
-¿Cuál ha sido la mejor época del tiovivo?
-Los primeros años de la Semana Grande fueron muy buenos. También trabajamos muchísimo durante la 'Cutty Sark' y en el Mercado Medieval que se organizaba en el Paseo de Pereda. En general, las fiestas, los veranos y la Semana Santa.
-¿Cómo es el funcionamiento?
-El tiovivo es eléctrico y para arrancar hay unos depósitos de agua con sal para que no dé tirones. Al terminar, siempre se detiene la rueda en el mismo sitio, así los padres no se desorientan al buscar a sus hijos.
-¿Se está despidiendo ya de sus clientes?
-Vamos a seguir hasta que alguien lo compre. Lo que deseamos, lo que vamos a intentar, es que quien lo compre nos pueda garantizar que va a seguir estando donde está, en Pombo. Se lo debemos a la gente.
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