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La fórmula empieza a agotarse. No en cuanto a público, que afortunadamente siempre responde, pero las corridas de rejones necesitan replantearse su estructura de cara a su futuro. Al igual que desaparecieron las colleras, los espectáculos a caballo tienen que recuperar su espíritu para convivir ... con los festejos a pie en plazas de importancia. La solución es, incluso, sencilla: que vuelva el caballero clásico, que el toro no parezca mutilado y que la doma se entregue al servicio del toreo y no sólo al del espectáculo festivo. La entrega de un rabo tiene que ser un acontecimiento extraordinario, una faena perfecta ante un toro perfecto. Por eso, en Cuatro Caminos no se entregaba uno desde el año 2009, más allá de los simbólicos trofeos de un indulto. Y, curiosamente, o no tanto, también en un festejo de rejones.
Santander es una feria del norte sin norte. Festejar siempre está bien, pero el nivel de una plaza viene dado por la seriedad con la que actúe. Y ayer, entre el público festivo y el presidente, Cuatro Caminos enterró, con la tele de por medio, un prestigio ganado durante años. Porque la primera oreja es del público, sí, pero la segunda y el rabo son criterio del que manda, de un presidente que tiene que saber aguantar con criterio lo que pida el respetable. Que por ser respetable no siempre tiene razón y que, a veces, necesita que pongan freno a sus ganas de aplaudir.
El éxtasis festivo es uno de los enemigos internos que tiene la tauromaquia, no ajeno a los designios de la sociedad. Todo fácil, todo favorable y cuanto más celebremos, mejor. El orejismo y triunfalismo es necesario sí, pero tiene que ir acorde a una exigencia. Para cortar rabos están las plazas de pueblo, donde por cierto salen habitualmente animales mejor presentados que el encierro de Benítez Cubero lidiado ayer. Que ahí también hay que ser exigentes. Los máximos trofeos fueron para Andy Cartagena ante el quinto bis, un sobrero de Pallarés que, como el resto de la corrida, no tuvo ni buena presentación, ni poder, ni fuerza ni casta. Se movió poco y, ante eso, Cartagena puso el entusiasmo, el caballo a dos patas, un par a dos manos sin cabezal y logró llevar al éxtasis a un público sugestionado por el carisma del alicantino. La doma, el espectáculo y el toreo no pueden ir separados en un festejo de rejones, pero siempre con primacía de lo que se haga ante el toro.
Un rejonazo fue el preludio de la algarabía. Pañuelos al aire, el presidente que concede las dos orejas y la grada que agita los moqueros con rabia a la espera de alguien que ponga cordura. Esa era la tarea del mandatario, que probablemente era consciente de que la seriedad de la plaza se volvería a poner en entredicho, pero cedió a la presión y concedió un rabo que acaparará titulares y tertulias, pero que nadie recordará en unos meses.
Y es que ayer, más allá de lo que pasara en el ruedo, lo más importante era el adiós de Pablo Hermoso de Mendoza. Un adiós atropellado, ya que el tímido homenaje en forma de Viento del Norte preparado antes de la salida del cuarto sólo era conocido por la banda. Pablo conserva el poso, el temple y el pulso, lo que le llevó a cortar una oreja del segundo de su lote, curiosamente con el que peor estuvo. Se va un histórico, el hombre que cambió el rejoneo en una tarde en la que, en Ampuero, puso a 'Cagancho' a poner banderillas.
Lo mejor de la tarde lo dejó su hijo Guillermo, que, tras quebrar en varias ocasiones con acierto con 'Ecuador' en su primero, se la jugó en el sexto, un precioso berrendo en negro que fue el único animal que respondió con celo a las provocaciones de las monturas. Pareó en tablas en una faena en la que mató con un rejonazo y en la que, eso sí, no remató con el descabello. Daba igual, los moqueros al aire estaban asegurados. Esta vez el presidente no tenía responsabilidad, la primera oreja la da el público. Respetable, sí, pero cada vez, en Cuatro Caminos, con menos criterio.
Ganadería. Se lidiaron seis toros de Benítez Cubero, de origen Hidalgo-Barquero, y uno, el quinto bis, de Pallarés. Mal presentados, con los pitones excesivamente recortados y de mal juego, sin celo y con falta de motor. El mejor del encierro fue el berrendo en negro que salió en sexto lugar.
Pablo Hermoso de Mendoza. Rejonazo trasero (ligeras palmas) y rejonazo (oreja)
Andy Cartagena. Dos rejonazos (oreja) y rejonazo (dos orejas y rabo.
Guillermo Hermoso de Mendoza. Pinchazo, rejonazo, pinchazo y dos descabellos (ovación con saludos) y rejonazo (oreja y petición de la segunda).
Incidencias. Plaza de toros de Cuatro Caminos, con tres cuartos de entrada en tarde nublada y ventosa. Presidió el festejo Juan Calahorra, que estuvo asesorado por Javier San Emeterio en el plano artístico y Puri Sáez en el veterinario.
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