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La jerarquía y organización dentro del mundo animal es sagrada. La fama se la llevan las abejas o las hormigas, capaces de gestionar una cadena de producción que les permite sobrevivir en un mundo salvaje. Sin embargo, dentro del mundo del toro también hay un ... orden que, invisible para los menos avezados, hace que el engranaje funcione y que, cuando un astado es devuelto a los corrales, el hato de cabestros que salta al ruedo funcione a la perfección. A Santander los guardianes de los corrales llegan desde la localidad alcarreña de Fuentelaencina, donde Diego Valladar, ganadero y banderillero, gestiona la finca llamada La Morera.
«Soy de un pueblo de Madrid que se llama Daganzo, que es muy taurino, y en el que se requieren este tipo de animales para los festejos. Hice el esfuerzo para entrar en mi pueblo y luego vino todo lo demás», apunta Valladar, que se ha encargado de aportar los bueyes en todas las ferias organizadas por Lances de Futuro. Una parada ejemplar, acostumbrada a girar por España y que está compuesta por 46 animales, diez de los cuales trabajarán durante toda la feria de Santiago y que son de raza Mertolenga. «Se llama así porque viene de una zona de Portugal que se llama Mertola y tienen un pelo que es muy llamativo o poco visto, que se denomina salinero, rosillo o mil flores».
Bueyes imponentes, perfectamente organizados para su tarea de cara al público, la de devolver a un burel a los corrales. «Creo que engrandecen el espectáculo. Evidentemente mi paso por aquí, si tengo que salir cualquier tarde, tiene que ser de puntillas, sin que se me vea. Lo que se trata es que salgan los bueyes y que, como ocurrió el año pasado en 21 segundos, el toro esté encerrado». Para eso, cada animal sabe exactamente cuál es su tarea y en qué posición se debe ubicar en la plaza. «Cada uno tiene su sitio. Están los bueyes que son más ligeros, que rompen los primeros, y luego los que cierran. El que abre lleva una campanilla y el último lleva el cencerro más grande».
Una tarea fruto de muchas horas de ejercicio y entrenamiento que es la más conocida, pero no la más importante para los mansos. «Ellos empiezan a trabajar en los corrales dos días antes del primer festejo, con el primer desembarco. Llegan, reconocen la plaza, de la que se acuerdan perfectamente, y ya saben que tienen que recibir a los toros y pueden llevarse algún tortazo». Y es que un problema, un choque o una mala decisión en los toriles puede dar al traste con algún toro o novillo. Y son muy caros.
Cada buey que pisará estos días Cuatro Caminos tiene su intrahistoria… y su nombre. «A los berrendos les pongo nombres de amigos. Alguno se cabrea, pero las digo que es un homenaje», sonríe Valladar, que a los mertolengos les ubica con nombres de toreros en función de su personalidad. «La parada entera está herrada a fuego con un número y los ocho primeros tienen nombres de toreros para mí». Así, los dueños de las entrañas de la plaza se llaman Hermoso (por Pablo Hermoso de Mendoza), Mendoza (por su hijo Guillermo), Encabo, Mora, Fandiño, Castilla, Serrano y Varea, cada uno asociado a un profesional en función de sus cualidades. «Por ejemplo, el ocho es Varea, pues era un buey muy pastueño, muy noble, por la plasticidad del matador. El cinco, que pega a los toros, le puse Fandiño por los 'cojones'. El tres, muy alegre, le puse Encabo».
Campo, calle y plaza, Diego afirma que cada tarea requiere un animal diferente con un carácter distintivo. «Son completamente distintos. Un encierro campero requiere bueyes más pastueños, más lentos. Son bueyes que tienen otro tipo de doma, que no tienen que acelerarse. Los bueyes de calle tienen que ser bueyes muy ligeros, que tiren el cohete y que vuelve hasta los corrales, que el toro no le saque distancia. Y en la plaza tiene que haber un poco de todo cuando compongo las paradas. Las compongo un poco pensando el trabajo que tienen que hacer».
Para que no falle nada hay que conocer el campo bravo, algo que no tiene secretos para Valladar por sus facetas no sólo de ganadero de manso y bravo, sino también de recortador primero y actualmente banderillero. De hecho, se vestirá de luces en dos ocasiones durante el serial. «La temporada va disparada. A día de hoy llevo 40 tardes toreadas con Fernando Adrián, con Víctor Hernández y con algunos novilleros y matadores más».
Un tercero con todas las de la ley cuya tarea en una plaza de toros es pasar desapercibido. Y eso, a veces, no es fácil.
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