Diosleguarde abre la puerta grande el día de su alternativa

Esos tres toros de Torrealta parecieron hojaldres sin nada dentro. Sin pizca de mantequilla, nata o praliné. Petisús de muy buena apariencia rellenos de aire. Sólo el primero, y quizás espoleado por un Diosleguarde en uno de los días más importantes de su vida, ofreció un pellizco de emoción, eso que da sentido a la fiesta; y el sexto se salvó de la quema, gracias al santísimo, para que el toricantano cumpliera su gran sueño.

Diosleguarde se doctoró con 'Ropasucia', negro, de 524 kilos de peso. Bonito de hechuras, y cómodo de cara. Salió con brío de los chiqueros y el salmantino lo recibió con media docena de verónicas y una revolera. En esos primeros compases se pudo apreciar que el astado cabeceaba en exceso. En el caballo, bien puesto en suerte por Diosleguarde, recibió un puyazo largo y salió del peto sin perder las manos, algo poco habitual en estos tiempos que corren. Ya con la muleta, el nuevo matador de toros hincó la rodilla en tierra en busca de unas primeras orejas que le asegurasen la puerta grande. Algo acelerado, pero con mucha verdad en su toreo, fue hilvanando la faena, desperdiciando la calidad que el de Torrealta tenía por el pitón izquierdo. Por ese lado llegaron los mejores muletazos. Pinchó arriba y después cobró una gran estocada para cortar la primera oreja de la tarde.

Con el sexto, Diosleguarde estuvo francamente bien. Más templado, dándole espacio al que, sin duda, fue el mejor toro de la corrida. Ya con el capote arrancó unos primeros olés con sentimiento desde los tendidos. Su quite por chicuelinas fue muy aplaudido, tanto como agradecido. Tras brindar al respetable, volvió a postrarse de hinojos para comenzar una faena templada, lenta, inteligente y muy bien medida. Con pases largos al principio y muy encima del animal para terminar. Fue una lástima que la primera estocada hiciera guardia, aunque ello no le privó de cortar otro apéndice y abrir la puerta grande.

A Talavante le cayó una oreja del cielo azul santanderino. A un torero que se sienta en el Olimpo de las figuras, que ha arrastrado masas a lo largo de su carrera, se le debe exigir mucho más. Una oreja para un Diosleguarde que inicia el camino nunca está de más, no admite queja, pero a un torero del nivel del extremeño no se le pueden poner las cosas tan fáciles. Cierto es que los toros no le ayudaron mucho, quizás el primero de su lote tuvo más de donde tirar, pero esa desgana que muestra desde que volviera a los ruedos tras su retiro voluntario pudo ocultar las condiciones del morlaco. Mató bien y se llevó una oreja, con fuerte petición de la segunda. En el cuarto, de nuevo reinó la apatía y la falta de ideas. Faena para cumplir el expediente, y gracias.

Pablo Aguado no tiene suerte en Santander. Ayer consumó una tarde más en blanco. Le faltaron toros y ambición para dejar una muestra de su arte. Quizás el año que viene...