Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando los alrededores del Palacio de los Deportes y el parque de las Llamas están a rebosar, ya se presiente el ruido de las atracciones. Hay tráfico especialmente denso y vehículos estacionados en lugares a cada cual más original. La S-20 está a rebosar hasta el puente que conecta con la avenida de Los Castros. Ni una plaza libre. Y en el paseo hacia Los Campos de Sport se divisa el 'techo' de 'The Limit', un tiovivo gigante que arrastra unas largas cadenas. Es la parte más alta de las ferias, que acompaña en el horizonte a las torres de iluminación del estadio. Son las pistas antes de la llegada. Más de cuarenta atracciones, juegos y puestos de gastronomía llenan, un año más, el recinto ferial en el aparcamiento del Sardinero. Como fue toda la vida durante las fiestas, acoge a cientos y cientos de personas hasta más allá de la medianoche.
Desde las seis de la tarde en que comienzan a funcionar las atracciones hay gente por todas partes. A distancia comienza a escucharse la megafonía, que en días anteriores era aún un sonido de martillos y operarios montando las cachivaches. Aunque en cuanto a musicalidad, pocos pueden hacer sombra al locutor de la tómbola. Un clásico. Le toca repartir ilusión al mismo tiempo que el suelo comienza a llenarse de papeletas con la posibilidad de llevarse premios. Quién sabe, tal vez un jamón bajo el brazo. Y niños, muchos niños acompañados de sus mayores, con los que repasan las atracciones en las que han tenido la valentía de montarse. El Dragón, el Súper Ratón, la Mansión del Terror... Eso, entre tipos que regresan orgullosos con un peluche como recompensa (a saber las monedas que se han gastado).
Las ferias, está claro, son una experiencia de adrenalina. Bien al subir a montañas rusas que botan sin parar, giran y te elevan al cielo como el 'Gigant Maxx' –un brazo doble que te pondrá boca abajo con sus vueltas de 360 grados y una altura de hasta 42 metros– o a ese 'The Limit' que se ve desde la distancia y que se eleva a 50 metros. A 3 o 3,50 euros el subidón. Eso, o bien compitiendo junto a amigos y familiares poniendo a prueba las destrezas de cada uno en los puestos de tiro o dardos. De euro en euro, los adultos despiertan también su niño interior buscando la satisfacción y el prestigio del que presumir con premio a elegir. Por un rato, pasatiempos como el juego de carreras de camellos se convierten en lo más importante. Aquello de tirar la bola mientras un tipo repite que «ahí van los beduinos majaretas» o que «el tres se adelanta al cuatro, pero por ahí viene el cinco».
Pero las ferias son también una experiencia del paladar. De olores. Antiguamente, coco, algodón de azúcar o manzanas de caramelo. O las dos figuras de los maños con la nariz roja a base de meterse vasos de vino de Cariñena. Todavía lo hay, pero ahora se llevan otras cosas. Si hay algo que triunfe a nivel gastronómico son los vasos de patatas bañadas en salsa, entre las muchas opciones de comida rápida, bocadillos o barbacoas. Incluso, probar crepes.
El fin de semana –largo al ser el lunes festivo– fue un no parar. Todo lleno. En el arranque del viernes y del sábado y, sobre todo, el día fuerte del domingo (los fuegos, la Orquesta Malassia...). Incluso, este lunes, que no era laborable, aunque el lugar estuvo más tranquilo, con menos problemas para aparcar y tiempos de espera más reducidos haciendo cola en las atracciones (y los ratos en los que la lluvia hizo acto de presencia).
Sin embargo, lo que desde fuera podía parecer un ambiente más decaído fue, por momentos, aparente. Conforme fue avanzando la tarde llegaron los turistas y también la música. No en vano, se trataba de la primera jornada en la que, de 17.00 a 20.00 horas, no se emitieron ruidos en el recinto ferial. Para facilitar el disfrute de personas con trastorno del espectro autista, por déficit de atención e hiperactividad, Asperger o simplemente sensibles al ruido. Luego queda tiempo para tres horas y media de sonido atronador. Hasta las 00.30 horas, que es la hora de cierre de lunes a jueves, domingos y festivos –los viernes, sábados y vísperas de fiestas los horarios se alargan hasta las 02.30 horas–.
Y la sensación que se repite en cada calle, en cada acto. Que tras dos años de paréntesis, había unas ganas especiales también de ferias –aunque se vuelva a echar en falta la noria de toda la vida–. De la adrenalina del cachivache, de comer en los puestos o de escuchar al de los camellos. Porque todo eso estará hasta el 7 de agosto, Día del Niño. Ese día, precios al 50%.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.