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Una feria para estar satisfechos
En la presente edición se han vendido 2.358 localidades más que en 2018
Alfredo casas
Santander
Lunes, 29 de julio 2019, 07:21
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Alfredo casas
Santander
Lunes, 29 de julio 2019, 07:21
En las puertas de acceso al coso de Cuatro Caminos no hay instalados tornos, pero la trasparencia desde sus taquillas es plena. Antes de finalizar ... cada uno de los siete festejos de la Feria de Santiago, quienes seguíamos informativamente el devenir del abono santanderino, conocíamos con exactitud el número de entradas vendidas. Las mulillas no habían arrastrado el 'jandilla' que cerró feria y ya se conocía que, en la presente edición, se habían vendido 2.358 localidades más que en la edición de 2018. Siendo bienvenido el incremento, lo cierto es que las amenazantes lluvias de los tres últimos días –precisamente los que anunciaban los carteles más redondos– frenaron en 'mojado' la venta de última hora. Hipotéticamente hablando, pero con la base que ofrece la experiencia, la inclemente meteorología restó un par de miles de clientes en las taquillas. Hubiera sido la constatación de que la oferta propuesta desde el Consejo de Administración fue un acierto.
Al margen de cuestiones económicas, antes de meternos en materia taurina, conviene resaltar una vez más el fenomenal trabajo del personal de la plaza de toros de Santander. Sin su meticulosa labor por acondicionar y hacer practicable el ruedo, los festejos del viernes y sábado no hubieran podido celebrarse. Así de claro. Ni el mismísimo 'Morante de la Puebla' puso un solo pero a su ejemplar acción de urgencia. Debiera algún jurado hacer una mención especial a tan sobresalientes 'rescates'.
Ahora sí, entremos de lleno en harina taurina. Respecto a los encierros anunciados me gustaría hacer tres consideraciones. En primer lugar, aunque la novillada de Zacarías Moreno estuvo presentada en dos lotes muy dispares, lo cierto es que los utreros madrileños no asustaron por sus cornamentas y volúmenes a los, no lo olvidemos, aprendices de toreros. Tiempo tendrán los novilleros de presentarse a los exigentes exámenes septembrinos. Entonces los echarán a los leones –es un decir–. Hasta entonces, nada mejor que afianzar sus aptitudes con encierros 'a modo'.
En segundo lugar, conviene destacar las entipadas y, por lo general, parejas hechuras de las corridas de: La Quinta –sangre Santa Coloma–, Puerto de San Lorenzo –procedencia Atanasio Fernández– y Jandilla –encaste propio–. Se podrá cuestionar su juego, la realidad es que ninguna corrida rompió en conjunto a bueno, pero nadie podrá poner en entredicho su estereotipado fenotipo. Bien colocados por delante, cortos de manos, reunidos y apretados de kilos los guapos 'quintos'; nada exagerados, bajos, finos de cabos, hondos y corpulentos los del Puerto y más serios de cara, enmorrillados, hechos cuesta arriba y musculados, los cuajados 'jandillas' propiedad de Borja Domecq. Otro asunto es que, al evaluar su juego en el ruedo, debamos de ceñirnos a contados toros sueltos. Un par de ejemplares por festejo.
Finalmente, volver a incidir en la permisiva comodidad y escaso trapío de las corridas de Garcigrande / Domingo Hernández y Juan Pedro Domecq. Ya, ya sé de las imposiciones de las figuras del toreo, en realidad de sus inflexibles apoderados y veedores, pero, por el bien del futuro de la Feria de Santiago, no estaría de más mantener los pantalones a la altura de la cintura. Y el que no quiera asumir la exigencia propia de Santander que se quede sentado en su casa. Será por toreros. Además, entre nosotros, el comportamiento de los toros propiedad de Justo Hernández y Juan Pedro Domecq, no fue para echar cohetes. Más bien, al contrario. Fueron las figuras, por algo lo son, quienes salvaron los muebles de tan renombradas divisas.
Turno ahora de quienes encabezaron los paseíllos. Qué decir del maestro Diego Ventura. Simplemente que es el indiscutible número uno del rejoneo. Su tarde en Santander fue colosal. De no marrar con el rejón de muerte frente al segundo ejemplar de su lote, Ventura hubiera abandonado el coso con cuatro orejas de ley en el esportón. Nada más que añadir. De los novilleros centro mi análisis en el madrileño Francisco Plaza. Más que por lo que hizo, no llegó a concretar ni a redondear sus faenas, por lo que nuevamente pudimos volver a intuir. Tiene Plaza un valor y concepto del toreo de muchos quilates. Cierto es que ha escogido el camino más largo y difícil, pero en Fernando vislumbro un torero importante. Entiendo las razones por las que la cátedra venteña tiene centrada su atención sobre él.
De entre los matadores de toros conviene separar el grano de la paja. Ya ven por dónde, el hecho de que existan dos presidentes de criterios tan dispares, resta valor y peso específico a las puertas grandes de Cuatro Caminos. Por lo menos para quien escribe estas líneas. Bien está el entusiasmo del gran público; no será servidor quién les diga qué y cómo premiar a los toreros, pero, tras lo visto durante la última semana, mi memoria recuerda una serie de naturales de Manuel Jesús 'El Cid', la resuelta capacidad y dos soberbias estocadas de Emilio de Justo, la honestidad de 'El Fandi', el clasicismo de Alejandro Marcos, el embriagador aroma de la tauromaquia de Pablo Aguado, el ortodoxo capote y la proverbial mano izquierda de Diego Urdiales, la raza torera de Cayetano, el inspirado momento de Antonio Ferrera y el asentamiento y la convicción de la que Paco Ureña hizo gala. Del resto de protagonistas, sean ustedes mismos los que valoren. Visto sobre el papel, ya son cosas. Ojo, que la Feria de Santiago son nada más que siete días. Enhorabuena a los culpables.
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