Ginés Marín hasta en la rotonda

A una hora del arranque llegó el autobús con los aficionados de la residencia Santa Lucía, que lucían unos pañuelos de color verde en contraste con el azul de las fiestas. Hasta en muletas si hace falta. «¿A qué hora empieza?». «Llevo casi tres cuartos de hora esperando». La impaciencia siempre invade a simpatizantes de los toros y a quienes son más de «salir de casa a ver el ambiente». Carretera cortada. Carriles ausentes de coches, pero llenos de personas que intercambiaban saludos y conversación de camino a su acceso. El ambiente diario. Todos queriendo salir en la foto. También buscaban un ejemplar del programa de mano, que comenzaba a volar a ras de suelo con la información del festejo por un tropezón del carrito. La plaza fue ganando colorido y, fuera, ya no cabía un alma en la carretera bajando la cuesta. A la entrada del callejón, un hombre insistía en que todos llevasen su pase. Hasta llegó un olor a sardinas que a uno de los empleados le recordaba sus años jóvenes en la plaza. Y todo, entre las frases del día: «Son seis toros para él solo. Es un palizón. No sé cómo se le ocurre hacerlo». Porque poco después, a Ginés Marín, protagonista único, le tocaba demostrar por qué su figura estaba hasta en la rotonda de La Marga.