
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Añfredo Casas
Santander
Domingo, 28 de julio 2019, 07:52
A las cinco y media de la tarde el ruedo de Cuatro Caminos era un impracticable lodazal. Además llovía. Entonces me hubiera jugado una fortuna ... a que el último festejo del abono se suspendía. No contaba con la afición y el denodado esfuerzo del personal de la plaza santanderina. Se dejaron los riñones los areneros que obraron el milagro de adecentar el barrizal, salvar la corrida y rescatar a la empresa de un severo contratiempo. De verdad, para quitarse el sombrero.
Con diez minutos de retraso sonaron clarines y timbales. Serio el toro que abrió el festejo. Alto de cruz, enmorrillado, hecho cuesta arriba y musculado. No terminó de descolgar ni de emplearse de salida; además apretó a tablas y se acostó por el pitón izquierdo. Combativo y poderoso en el caballo, el astado salió suelto del puyazo hasta encontrarse con el piquero que guardaba la puerta del patio de caballos. 'Por la jeró' le propinó un picotazo Antonio Prieto. Aunque fijo, 'Horticultor' se dolió en banderillas, buscó las tablas y escarbó. Sacado al tercio, Ferrera hubo de perderle muchos pasos y de chocarlo contra las telas para intentar encelarlo. A continuación lo metió en el engaño para conducirlo a su altura y exigirle más largo recorrido por el derecho. Sucede que, tras la tercera arrancada, el 'jandilla' se venció y recortó sus viajes. Dos esforzadas series de naturales, en las que el extremeño lo puso casi todo, le permitieron a Antonio soltar los vuelos de la muleta. Ni un solo enganchón. Pasaportado de estocada algo delantera tras pinchazo, recibió una cálida ovación.
Santander. Séptimo y último festejo de la Feria de Santiago. Corrida de toros. Tarde entoldada, fresca y de intermitente lluvia. Tres cuartos largos de entrada –cerca de 9.000 espectadores–. Presidió Jesús Javier Plaza Olea. Toros de la ganadería de Jandilla y Vegahermosa (2º). Pesos: 520, 527, 517, 509, 550 y 527 kilogramos. Encierro parejo, de entipadas hechuras y bien presentado. Falto de raza y entrega el poderoso 1º; mirón, bruto y complicado el 2º; de más temperamento que verdadero fondo el 3º, venido a menos; de gran pitón izquierdo el 4º; desclasado, desentendido y rajado el 5º y noble, suelto y de buenos inicios, pero sin finales, el 6º
Antonio Ferrera: azul marino y oro): ovación con saludos desde el tercio y oreja
Morante de la Puebla: (verde botella y oro): bronca y ovación con saludos desde el tercio tras leve petición
Paco Ureña: (grana y oro): dos orejas y silencio tras aviso
Incidencias prácticamente se celebró el festejo completo con el alumbrado eléctrico encendido
Su segundo, armado, badanudo, corto de manos, enmorrillado, largo y bien comido, embistió echando las manos por delante y sin rebosarse, pero con emoción. Pesó el toro en el capote de Ferrera. Buscó 'Granado' las vueltas al caballo y zascandileó más que apretó. Al salir del peto, Antonio lo quiso probar. Nada más que dos lances sirvieron para apreciar la calidad del pitón izquierdo del 'jandilla'. Superado el tercio de banderillas, alejado el toro de las tablas, el extremeño quiso atemperar las broncas arrancadas del astado, paulatinamente más acostadas y rematadas de defensivo gañafón. Bastante más se empleó y deslizó el toro por el anunciado pitón izquierdo. Ratificada la mina, Ferrera ligó cuatro asentadas y profundas series de naturales en el mismo terreno. Clave el tiempo muerto entre remate y cite. Y la natural y sosegada composición de las tandas. También que sacara la muleta por debajo de la pala del pitón. La quinta fue la tanda más redonda por enroscarse el toro a la cintura y llevarse al astado hasta detrás. Desprendida la estocada. Unánime la petición de oreja, que finalmente paseó con parsimonia.
Ligeramente engatillado, de generoso cuello, corpulento y algo silleto fue el tercero de la tarde. De poderosas embestidas, el toro fue templadamente lanceado a la verónica por Paco Ureña. Firme y convencido, el murciano desde hacerse presente en el ruedo. Se defendió con saña 'Malastripas' en varas. Cara arriba y reiterados los secos derrotes. Encampanado y pendiente de todo, el ejemplar propiedad de Borja Domecq mantuvo hasta alcanzar el último tercio su inicial transmisión. Por estatuarios y muletazos por bajofue el inicio del trasteo, rematado con un largo pase de pecho mirando al tendido. Poderosa y templada la primera serie en redondo. Acusó el toro la exigencia. A partir de entonces perdió chispa y ya no descolgó la cara. Hizo bien Ureña en echarse la pañosa a la zurda. El caso es que el toro anduvo más entretenido en radiografiar al torero, que en emplearse y empujar las telas. Aguantó vertical y estoico Ureña cada repaso del astado. Ni pestañeó. Después de cambiar el estoque simulado por el acero, engarzó tres ceñidas manoletinas, un circular invertido y un pase de pecho. Con los tendidos calentitos, cobró una estocada hasta la bola quedando encunado entre los pitones. Dramáticos los segundos en los que el entregado torero estuvo a merced de... Dios. Ole los toreros machos. Dos orejas indiscutibles.
Completó festejo y feria un toro de cuajadas y entipadas hechuras, suelto de salida. Fue y vino de aquí para allá queriéndose enterar de todo. Por delante y por debajo le echó el capote Ureña para fijarlo en los medios. Reservón aunque sobrado de poder, 'Fanático' se hizo el loco en varas y se movió descompuesto en banderillas. Loco por rajarse nada más iniciado el trasteo, el toro paró en los medios. Siempre escupido de más tras cada muletazo, Ureña esperó paciente el momento de apretarlo. Ceñido y sometido al tercer encuentro, siempre la muleta puesta por delante, el jandilla pareció romper. Fue un espejismo. En realidad, no hizo más que buscar la salida. Igual que por el pitón izquierdo. De mejores inicios que finales, el toro no permitió rematar los muletazos ni redondear una sola serie. Trasteo de chispazos, de destellos sueltos de calidad, malogrado con la tizona.
Para Morante fue un segundo bruto y gazapón, que se empleó con los pechos y soltó la cara con aspereza. Desarmado apenas iniciada la faena de muleta, el sevillano esbozó un breve y teatral paripé, tras el que montó la espada. Imaginen el monumental cabreo del respetable. Son ya muchos años repitiéndose la misma película. Bronca de justicia. Jaleado en su animoso saludo capotero al cuarto, Morante se arrebató y salió al ataque. Dos ceñidas series en redondo, de recreada puesta en escena, y el toro se rajó. Quiso el sevillano pero le faltó toro. Y el público se lo agradeció. Con que poquito nos conformamos.
Puerta a la feria.
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