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Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Fernando Adrián salieron a hombros en la corrida más entretenida de la Feria de Santiago Javier Cotera
Poco toro, mucha oreja y un genio llegado de La Puebla

Poco toro, mucha oreja y un genio llegado de La Puebla

La Feria de Santiago 2024 se cierra con un pobre balance ganadero y más orejas que toreo de calidad

Borja Cavia

Santander

Domingo, 28 de julio 2024, 15:11

Decía José María Garzón, gerente de Lances de Futuro, a Onetoro en la tarde del martes 23 que «si triunfan los toreros, triunfamos todos». Esa es la palabra que, quizá, mejor defina lo que ha sido la Feria de Santiago 2024: triunfo. Al menos, en lo numérico. Orejas, premios, aplausos y un relajo en las costumbres que encauza el ciclo hacia un camino peligroso. Salidas a hombros diarias, toros sin trapío, generosidad presidencial y un nivel de exigencia que ha tocado fondo. La Feria del Norte, sin el norte. Corridas de toros sin toros y un concepto que se aleja de lo que fue Santiago hace unos años. Todo ello televisado, lo que ha puesto en el candelero de la afición el adiós al prestigio de una feria que sobrevive por un vivero de afición que ha cambiado el interés por el toro por el interés por la fiesta. Que no es, ni mucho menos, algo negativo, pero que necesita una reflexión de cara al futuro. Vayamos por partes.

Desastre ganadero

El apartado animal se podría quedar vacío. Lo primero que hay que cuidar en una feria que se precie es el aspecto ganadero. Su presencia, sus hechuras, que sean animales con un mínimo de trapío para una plaza de segunda. El toro es muy caro, cada año más, y es ahí donde la inversión tiene que ser fuerte, quizá incluso a fondo perdido, porque nadie garantiza que los animales van a aguantar veinte muletazos por bajo. Pero, claro, hay hierros en buen momento, otros que sobreviven y los hay que viven de réditos pasados. Más allá del encabezado de cada tarde, Santander merece un toro mejor presentado, con remate, cuyas ofensas no estén reducidas a la mínima esencia y que, además, embista, que no sólo se mueva. Que asuste, que empuje, que muestre celo detrás de las telas y que saque de su zona de confort a los de luces. Hay que rebuscar para encontrar algo destacado a nivel ganadero. Un goterón de Bañuelos por aquí, un tercero de Domingo Hernández por allá y, en el camino, un Lirón de El Puerto de San Lorenzo que, al menos, tuvo buenas intenciones. Por destacar algo, porque de la triunfadora de los dos últimos años, La Quinta, nada de nada.

Andy Cartagena cortó un rabo en el festejo de rejones EFE

Lo mejor

  • Asistencias El público ha respondido toda la semana.

  • La novillada Tarde de valor y emociones bajo la lluvia.

  • El genio Es de La Puebla del Río y se apellida Morante.

Lo peor

  • Ganado De saldo, sin presentación ni raza.

  • Criterio Semana demasiado triunfalista y orejera.

  • Veteranos Varios toreros mostraron su mal momento.

Mucha oreja, mucha puerta grande, pero menos detalles de toreo de verdad. Y eso que la feria empezó bien, con una novillada pasada por agua en la que Samuel Navalón, Marco Pérez y Javier Zulueta dejaron claro que quieren llegar lejos. Ahí ya se entrevió que la exigencia iba a ser poca, aunque la disposición de los tres y el estado del ruedo eran motivo suficiente para sacar el pañuelo. Vale. A partir de ahí la cosa perdió un poco el rumbo, sobre todo con el rabo de Andy Cartagena a caballo. Voluntarioso y generoso, el alicantino abrió el camino del tremendismo de la feria y paseó los máximos trofeos en una decisión que perseguirá a Juan Calahorra, que se retira de una presidencia ejercida con responsabilidad y profesionalidad.

Más allá de cifras, números y casquería, a los de luces hay que calificarles por lo cualitativo, un examen que, a diferencia de los ganaderos, sí pasa la nota de corte. Y lo hace gracias a la vieja sabiduría de Ponce, a la bravura de Fernando Adrián y Tomás Rufo y a la ambición e inteligencia de Roca Rey. Pero, con eso, quizá los del chispeante no hubieran llegado al aprobado. Claro que, para eso, Dios apuntó a La Puebla. No fue su actuación más brillante, pero sí un oasis en el desierto. No fue rotundo, pero sí torero. En el sitio de la gloria, con el pecho firme y la mandíbula encajada, Morante ha sido, como casi siempre, el verso suelto de una semana en la que otros veteranos demostraron que o no pueden o no quieren. Y, en cualquiera de los dos casos, hay que darle una vuelta.

La ganadería de La Quinta, la gran decepción. J:C

Los detalles

La feria la ha salvado la tercera pata del banco, el elemento imprescindible para juzgar lo que pasa en el ruedo. La afición ha vuelto a llenar Cuatro Caminos, a ofrecer al orbe taurino que, al menos en ese aspecto, Santander sí tiene que celebrar. Demasiado generoso y festivo en ocasiones, sí, con ovaciones a toros y picadores que quizá no lo merecían, también, pero siempre respetuoso con lo que pasa en el ruedo y con los que se la juegan. Que no es poco.

La feria se ha picado poco y mal y las lidias han estado por debajo del nivel del escalafón de plata. Saludaron con las banderillas toreros de la talla de José Chacón, Iván García o Juan Contreras, que se la jugó. Sin saludar, colocó un gran par Juan Luis Moreno.

Y, para rematar, una felicitación y una bronca para la banda. Excelsos en la interpretación bajo la dirección de Vicent Pelechano, han tocado en prácticamente todos los toros de la Feria, cuando la música está llamada a acompañar una obra que merezca la pena. Un detalle acorde a una feria triunfalista en la que ha faltado lo básico:el toro.

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