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alfredo casas
Jueves, 25 de julio 2019, 08:27
Rara, rara, rara. La terna. Ni pegados con cola. El Fandi, lidiador total; Sebastián Castella, figura del toreo desprovista de su tradicional aldabonazo venteño, y Alejandro Marcos, joven diestro salmantino del que, desgraciadamente, sólo se acuerdan en Santander. El de ayer en Cuatro Caminos fue ... su primer paseíllo de la temporada. ¡Ay Señor! Al toreo no lo conoce ni la madre que lo parió. Que me pierdo.
Acapachado, corto de manos, algo hecho cuesta arriba y descolgado de riñones el primero. Lo saludó El Fandi con una larga cambiada de rodillas; otra más después de que 'Cartuchero' se pegara un par de vueltas al ruedo. Cumplidor en varas, el del Puerto salió suelto de la suerte. Un quite por navarras y tres jaleados pares de banderillas. Rompió el toro a galopar durante el vibrante segundo tercio. Tras el brindis al público, muletazos por bajo por ambos pitones. Un amago y un ligero frenazo del toro antes de tomar las telas por dentro. Con el astado casi en los medios, una primera tanda en redondo de aseada ejecución. Áspero y de defensiva movilidad, el geniudo bragado buscó atajos para no ir hacia adelante. Además supo lo que se dejó detrás. Tragó El Fandi mucho más de lo que pareció. Solvente y resolutivo, el granadino mató de media estocada en el sitio.
Santander. Cuarto festejo de la Feria de Santiago. Corrida de toros. Tarde soleada, veraniega y calurosa -32 grados centígrados-. Algo menos de dos tercios de entrada (6.300 espectadores). Toros del Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto (3º y 4º). Pesos 545, 525, 515, 526, 539 y 528 kilogramos). Encierro parejo y de guapas hechuras. De áspera movilidad y geniudo el 1º; inválido el 2º; manso, rajado y venido a menos el 3º; encastado, codicioso y con transmisión el buen 4º; noble, enclasado y de buena condición el 5º, de mejores inicios que finales, y noble, pajuno y rendido el 6º.
David Fandila, El Fandi (ciruela y oro) silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.
Sebastián Castella (negro y oro) silencio y ovación con saludos desde el tercio tras aviso.
Alejandro Marcos (malva y oro) silencio y silencio tras aviso.
Incidencias Negó el palco presidencial la segunda oreja del cuarto astado de la tarde a David Fandila, El Fandi. Por dicha razón, el usía fue severamente abroncado por buena parte del respetable. No pasó a mayores.
Completó su lote un morlaco más alto y suelto de carnes que se escupió de más del capote y buscó incesantemente los terrenos donde nadie le molestara. Fue y vino de aquí para allá. Se dejó dar un severo dos en uno en varas y fue quitado por chicuelinas tras mucho insistir. Expuesto y lucido fue el tercio de banderillas. A destacar el segundo par, de poder a poder, y el tercero, un afinado violín por los adentros. De rodillas, en redondo y rehilado fue el emotivo inicio de faena. Poderosa y ligada en un palmo de terreno la primera tanda de derechazos. Exigió el encastado y codicioso 'Pescadilla' los engaños por bajo. Aseado y resuelto su primer encuentro por el pitón izquierdo, rematado con vistosidad. Dicen que este mundo es de los listos; El Fandi debió de ser el número uno de su clase. Molinetes, circulares naturales e invertidos, desplantes de rodillas y un abaniqueo sirvieron de colofón a su pirotécnica labor, rubricada de tajante espadazo caído. Los tendidos teñidos de blanco. No dio el presidente su brazo a torcer, dejando el botín en una sola oreja. En mi opinión con buen criterio.
Bajo a más no poder, hondo, de largo esqueleto y apretadas carnes, el segundo no paró de moverse a su aire de salida. En repetidas ocasiones perdió las manos. Se empleó Castella en sujetarlo con el capote. Castigado en el peto del caballo, 'Cartuchero' -se llamó igual que el primero- se empleó de mentirijillas. Quitado por saltilleras y gaoneras, el mansito ejemplar fue más largo por el derecho. Un espejismo provocado por la inercia y las templadas muñecas de Viotti. Sacado al tercio, el toro gazapeó y a duras penas se mantuvo en pie. Encogido y acobardado tras un segundo intento de serie, Sebastián Castella no hizo más que refrendar que lo que no puede ser, no puede ser. Y además...
Acapachado, de largo cuello y corpulento fue el quinto, un toro friote de salida, con mejores inicios que finales en sus arrancadas. A pesar de estar atrancado del cuarto trasero, quizá fue el que más se empleó en el caballo de todo el encierro. Agradeció 'Caraalegre' quedarse a solas con Castella. Tras un explosivo inicio en el que conjugó pases cambiados y por alto llegó el toreo en redondo. Demasiado fuertes los toques fijadores. La muleta corrida con pulcritud. Más sometidos y pausados los naturales. Sueltos por la discontinua condición de un toro que ya amagaba con echar la persiana. Entonces, Sebastián se metió en la corta distancia. En esta ocasión no saltaron las chispas. Sonó un aviso antes de ejecutar una estocada entera y desprendida.
El primer ejemplar de Alejandro Marcos, cornidelantero, algo más despegado del ruedo y musculado, fue mecido a la verónica de salida por el templado capote del encajado diestro salmantino. Nada más que cumplidor en varas, el toro buscó nuevamente los terrenos de toriles y siempre se desplazó con la cara colocada a su altura natural. Venido arriba, 'Parasolillo' comenzó a sacar malas pulgas y ninguna gana de emplearse ni de entregarse. Exigente fue el inicio de ayudados por bajo flexionada la rodilla y vertical la templada segunda tanda en la que el toro probó una y otra vez a Alejandro. Aguantó estoico y paciente el diestro. Compleja, por no decir imposible, fue la tarea de ligar las tandas. El toro únicamente se tragó el primer muletazo de cada serie; al segundo viaje se frenó en mitad de la suerte y remoloneó. Rajado al echarse la pañosa a la zurda, por más que Marcos intentara abrir hueco por delante y retrasara los embroques, el descompuesto y bronco astado ya había entregado la cuchara. Tras un feo 'metesaca' llegó un mitin de pinchazos.
Arreció el aire cuando saltó el último toro del festejo. El bajo, hondo y recogido 'Pompito' salió de toriles con pies. Costó fijarlo en el capote un mundo. Y que se arrancara al caballo. Aquerenciado en los adentros, el toro se resistió a abandonar el cobijo de las tablas. Cada vez más remiso, Alejandro hubo de emplearse para conducirlo hasta el tercio. Propuso el torero infinitos recursos técnicos para enganchar y empujar hacia adelante a su pajuno y apagado oponente. Después tiró de fibra y valor para atropellar la razón y pasarse al del Puerto a milímetros. Por actitud y voluntad que no fuera. Y todo para volver a ser silenciado.
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